¿Sí o no?

Cuando como ciudadano común y corriente me siento a pensar en Colombia, quisiera sentirme optimista, conocer y dar noticias buenas, expresar satisfacción con el presente y saludar con optimismo el mañana. Pero hoy no puedo hacerlo. Sería traicionar mi conciencia, máxime si tengo en cuenta que soy un ciudadano sacerdote que “acaba de cumplir 30 años de edad” y 56 de rica experiencia pastoral.

Colombia es hoy una nación enferma en medio de un mundo que necesita cuidados intensivos en todos los órdenes; camina aceleradamente hacia un estado de decadencia intelectual, cultural, política y moral; la gente empieza a hablar de un regreso a la versión del siglo XIX de la patria boba, de un Estado fallido o de un gobierno totalitario. Justicia, salud, educación están gravemente enfermas.

Y no se trata de unas cuantas manzanas podridas, sino de una deshumanización y corrupción generalizadas; las hay en la administración de justicia, en el ejercicio de la autoridad, en los negocios, en la contratación pública. Se mata, se miente y no pasa nada. En Colombia se persigue y encarcela a políticos y a militares acusados por falsos testigos; la corrupción judicial, una vergüenza antes inimaginable.

En nuestro país se está aplicando la moral maquiavélica de que el fin justifica los medios. Lo mismo sucedió con el sentido común, la verdad, la ética, la honestidad: las mató “lo políticamente correcto”. Quienes detentan el poder pretenden meterse en la conciencia de los ciudadanos, buscando imponer un pensamiento único, camino del “new glogal order”. Y todo esto no constituye ningún buen augurio para el pueblo cristiano.

Ignorar estos graves problemas no sería honesto; y además equivaldría a pecar por ingenuidad, por omisión o por triunfalismo; a dejar flotar en el ambiente la sensación de un Pueblo de Dios ensimismado y de una falsa tranquilidad de la Iglesia.

El Reino de Dios no es puramente espiritual, sin relación con este mundo. No se construye en el espacio sideral; es una realidad global; lo espiritual y lo temporal, lo religioso y lo histórico caminan siempre juntos. Lo espiritual ilumina y dignifica lo temporal y lo histórico; éstos se vuelven contra el hombre y contra los pueblos si olvidan o reniegan del aliento del Espíritu. Dios y patria deben andar siempre juntos. Él nos dio una patria y ésta no se puede soltar de las manos de Dios.

En este contexto, ¿dónde ubicar la revista Vida Nueva, para la cual escribo? No ser la voz de la Iglesia, pero sí una voz en la Iglesia, es un ideal bien difícil de cumplir en la actual coyuntura sociopolítica y religiosa por la cual atraviesa esta patria nuestra. No basta con decir que las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. He leído columnas y reportajes que me han puesto a dudar si son voz de la Iglesia, simplemente una voz en la Iglesia, o ni lo uno ni lo otro, y quedo confundido. Me refiero al tratamiento que se ha venido dando al delicado tema de la paz como fruto de las negociaciones con los grupos guerrilleros.

La pregunta hoy es la misma: ¿en Colombia de qué paz se sigue hablando y escribiendo?  

P. Carlos Marín
Presbítero

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