Noches de paz

Confío en que estas navidades estén rodeadas de auténticas noches de paz para nuestros hermanos de tantas zonas de violencia fratricida. Los dueños y dueñas de la guerra pueden darse ya por bien servidos a causa de la incertidumbre y las incógnitas generadas en estos últimos tiempos con relación a los tratados de paz con las guerrillas. Tal parece que las manifestaciones multitudinarias, como nunca antes vistas, y las consignas de rechazo a determinados liderazgos, no siempre ejercen el influjo y la fuerza que desde las orillas de la impotencia observamos perplejos.

“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande”, nos dice uno de los textos de la Santa Escritura que se leen en la liturgia navideña. No otra cosa quisiéramos la mayoría de los colombianos y colombianas que verificar que las mujeres campesinas de este país podrán traer a sus hijos al mundo rodeadas de la luz de un país que inicia la construcción de la paz con seriedad y certezas a pesar de las ambigüedades y límites que todo acuerdo humano necesariamente conlleva.

La esperanza que brota de la fragilidad del niño de Belén es la que sostiene la vida y los temores de todos los que, de distintas maneras y desde distintas opciones de vida, creemos que la fuerza del Espíritu, llevando la vida del país, será mayor que todas las fuerzas de la muerte y que nuevas noches de paz puedan fortalecer la esperanza en nuevos días para Colombia.

Cuando nos digamos “Feliz Navidad” no olvidemos a todos aquellos y aquellas que desde cañadas y veredas, montañas y valles esperan que este año, de verdad, la felicidad torne a sus vidas, por el triunfo de una paz estable y duradera, con justicia y equidad.

Ignacio Madera Vargas, SDS

Teólogo

Compartir