Ni más ni menos que una extraordinaria mujer argentina

Virginia Bonard
Fotos: Nelson Pollicelli

antula-aperturaMama Antula ya es beata

Mama Antula, Madre Antonia, María Antonia de Paz y Figueroa o beata María Antonia de San José. Todos esos nombres para una sola mujer. Y también loca, bruja, fanática connotaban sus detractores de aquel siglo XVIII que la vio nacer en una cuna aristocrática en Santiago del Estero; muchos de ellos, ante la paciencia y perseverancia que expresaba María Antonia, terminaron por comprenderla y acompañar su machacona e indeclinable decisión de llevar adelante los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola a pesar de prohibiciones y expulsiones que afectaban a la Compañía de Jesús por aquella época.

La ciudad de Santiago del Estero estuvo llamada desde su fundación en los tiempos de la conquista española en tierra americana a ser capital, epicentro, nudo distribuidor. Sin embargo, por decisiones estratégicas emanadas de la corona de España, fue suplantada por otras metrópolis del continente, Buenos Aires, por ejemplo, por virtud de su puerto que permitía comercio (lícito y del otro también) y vinculaciones vía fluvial con el resto del mundo conocido en su tiempo.

Quizás por estas razones será que Santiago del Estero en la actualidad tiene resabios virreinales tangibles, antiguos y bellísimos templos religiosos, casonas con balcones en galería, jardines que evocan perfumadas mañanitas madrileñas. Y para esta beatificación en esta ciudad, el sábado 27 de agosto, adelantados pero no por eso con menos belleza, hasta florecieron los lapachos y los naranjos en honor a Mama Antula, coloreando veredas y alegrando a los miles de peregrinos que llegaron con auténtico espíritu devoto y a la vez festivo, a tomar gracia con simpleza bien popular.


Mamantuliando

La ceremonia de beatificación fue bella y con olor a oveja. El tradicional personaje cordobés “Doña Jovita”, que encarna el actor José Luis Serrano, animó desde el inicio junto con el coro de voces e instrumental dando vida a chacareras de hondo contenido religioso. “Y acá estoy, mamantuliando… hace falta trajinar en patas, sentir los yuyitos de la tierra de la Pachamama que crecen desde abajo, como la Mama Antula… ¿por qué la escondían? ¿Será porque es mujer, porque habla de la pobreza? ¿Y ahora? ¿Quién la va a parar?”, expresaba con picardía Doña Jovita en una entrevista concedida a una radio santiagueña en la carpa de prensa montada en la plaza monseñor Gerardo Sueldo.

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“Era una mujer de coraje, a veces la pensamos con categorías actuales, y no era todo tan fácil en el 1700 para una mujer y más del interior. Tuvo la visión de decir: ‘todo muy bien con los ejercicios acá, pero tengo que ir a los lugares de decisiones’ porque ahí el discernimiento hace falta. Y salió para nuestra actual capital. Pensemos en una Buenos Aires de 40 x 40 manzanas en la que se conocían todos: lavanderas, políticos, rufianes, prostitutas, esclavos, santos. Y todos la reconocían como madre”, reflexionaba monseñor Eduardo García, obispo de San Justo, quien acompañó al Instituto Hijas del Divino Salvador herederas del carisma de Mama Antula y administradoras de la Santa Casa de Ejercicios ubicada en el corazón mismo de la “porteñidad”. Como dice la chacarera del padre Raúl Canali: “Padre Ignacio, el peregrino / fue el maestro de tus sueños /y te hiciste mamá buena / para grandes y pequeños /pa’ los hermanos del norte / y hasta los mismos porteños”.

José María (28), peregrino en la beatificación de Mama Antula, no dudó en afirmar que participó personalmente de la ceremonia “porque es una santiagueña, una mujer de nuestra tierra, y para conocer su historia que para nosotros, generación joven, era casi desconocida. Lo que más me impacta de ella es que salió a caminar. En mi parroquia nosotros compartimos esta idea: salir, llegar a los enfermos, a los más necesitados llevando la nada que somos”.

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“Quiero pedirle perdón a Mama Antula. Los porteños la trataron mal, la apedrearon, la llamaron loca, pero bastó un tiempo para que su dulzura nos conquistara hasta el día de hoy.” Esta frase la pronunció el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires, en la misa de acción de gracias por la beatificación de esta mujer extraordinaria quien, caminando descalza y confiada en su “Manuelito”, llegaba a las ciudades y sus periferias para hacer rezar confiando con plenitud en la Providencia.
Casi como si fuera lógico –es fácil imaginárselos buenos amigos, emprendiendo tareas juntos de haberse dado la contemporaneidad−, se encuentran similitudes entre las vidas de Mama Antula y el propio Papa Francisco, que puntualmente se encargó de señalarlas monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de Ciencias y de Ciencias Sociales: “ambos se ocupan de los excluidos” y le otorgan dignidad a todas las personas.

El fanático de Mama Antula número 1, como no podía ser de otro modo, se refirió a la beatificación desde una ventana globalmente famosa cada domingo por el rezo del Ángelus: “Ayer, en Santiago del Estero, en Argentina, fue proclamada Beata Sor María Antonia de San José. El pueblo la llama ‘Mama Antula’. Que su ejemplar testimonio cristiano, especialmente su apostolado en la promoción de los Ejercicios Espirituales, susciten el deseo de adherir cada vez más a Cristo y al Evangelio”. Y si lo pide el papa Francisco que ya lo indicaba cuando era cardenal en su Buenos Aires natal, por qué no seguir su consejo, ¿verdad? Muchos ya le atribuyen más milagros. Quizás como pudiendo intervenir en el futuro al expresar un deseo, un grupo de peregrinos de Córdoba sostenía un cartel en el que se leía: “¡Santa ya, Mama Antula!”. Que así sea.

 

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