Decido perdonar

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Es bueno vivir temporalmente el dolor y la oscuridad de la ofensa. Sin embargo, complacerse en el dolor y la rabia en poco tiempo genera impactos malsanos en la salud, en las relaciones y en la efectividad del trabajo. Por eso, urge tomar una decisión para salir del dolor y de la rabia; y es más fácil cuando se hace en pequeños grupos acompañados por un animador que conoce el proceso.

Decidir perdonar es optar por la felicidad. Es salirse del remolino de la memoria coagulada para entrar en la memoria en acción. Es decidir dejar de ser víctima para volverse victorioso. Suena paradójico pero la reparación más efectiva es la auto-reparación. Lo hacen también los animales y vegetales. A futuro, el ser humano será cada vez más homo reparans, de sí mismo y de los demás. Es una condición esencial del buen vivir.

Aunque es decisión personal, tiene fuertes implicaciones públicas porque decido colocar mi dolor en lo público y así, como víctima, recupero mi presencia sana y efectiva en la polis para impedir que otros se infecten de mi rabia y de mis urgencias de venganza. Decidir perdonar es un ejercicio de refinada cultura política: es la responsabilidad por mí mismo y por mi ofensor. Cuando los cristianos decimos que Dios nos perdona todo estamos sencillamente afirmando la responsabilidad total de Dios por sus creaturas.

Los participantes –en pequeños grupos– profundizan en las consecuenciasde la ofensa a partir de tres pilares constitutivos del soporte de la vida: significado de la existencia, seguridad en sí mismo y socialización (las “3S”).

El ejercicio de las “3S” se acompaña de un trabajo que permite a los participantes asignar colores a las diversas reacciones que generalmente tienen ante las ofensas: a la rabia se le asigna el rojo, a la urgencia de venganza el violeta, a la pasividad el amarillo, al justicialismo el azul y al perdón el verde (colores arbitrariamente elegidos como símbolos de estas actitudes). Cada uno de los participantes hace una revisión de sus diferentes actitudes ante las ofensas y sus consecuencias, las comparte con sus compañeros y juntos generan fortalezas para entender la importancia de emprender los caminos del perdón.

En las ES.PE.RE (Escuelas de Perdón y Reconciliación) los participantes luego escogen alguna fecha significativa (cumpleaños, un aniversario especial) para decidir perdonar. Esta decisión no puede depender de las excusas por parte del ofensor. El perdón es un don y por eso sólo depende de mí. Cuando el don es auténtico no necesita contracambio.

Este segundo paso termina con un ritual en el que las personas se pintan la mitad de la cara con los colores que expresan las actitudes que han tenido anteriormente ante las ofensas. La otra parte de la cara la pintan con el color que exprese la actitud que deciden asumir de ahora en adelante. Normalmente, todos los participantes coinciden en pintarse de verde la mitad de la cara para expresar su actitud futura. Una persona ofendida entiende así que el perdón es la ecología del alma y que no hacerlo es seguir contaminando su diario vivir con las toxinas peligrosas del rencor y de las urgencias de venganza.

Se termina la sesión cantando Color Esperanza, de Diego Torres: “Sé que estás cansado de andar y de andar, y caminar girando siempre en un lugar. Sé que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti. Saber que se puede, querer que se pueda… pintarse la cara color esperanza, entrar al futuro con el corazón… Sé que lo imposible se puede lograr”.

¡Cómo resuenan poderosas estas palabras ante la aurora de paz que ya se anuncia en Colombia!

Leonel Narváez

Presidente de la Fundación para la Reconciliación

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