Las casas del Cura Brochero

Dolores, Mirta y Rosa no solo comparten género. Las tres mujeres tienen en común su pasión por José Gabriel del Rosario Brochero. Y cada una a su modo, son guardianas de tres lugares preciados en la historia del beato argentino que será proclamado santo en octubre: la Casa de Ejercicios, el Museo Brocheriano y la Casa-Museo en la que falleció el Cura Gaucho.

Allá por 1880, el Cura Brochero le pidió a la madre Catalina de María Rodríguez que las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús se hicieran cargo de la Casa de Ejercicios inaugurada tres años antes en aquel pueblo denominado por entonces Villa del Tránsito. Y que también atendieran el vecino Colegio de Niñas.

Dolores García

Dieciséis hermanas cruzaron entonces a lomo de mula las Sierras Grandes. Dolores García es heredera de aquellas religiosas y vicaria de la comunidad de las Hermanas Esclavas en Villa Cura Brochero. Y junto a cinco compañeras, sigue cumpliendo a rajatabla con ese encargo que data de hace 136 años, pero que está lejos de añejarse.

“La obra ha trascendido porque todas las hermanas amamos a Brochero y es significativo para nosotras estar aquí. Antes de ingresar a la congregación hice un campamento vocacional en Villa Cura Brochero, fue una gracia para mí conocer este lugar”, afirma la religiosa con una sonrisa a flor de labios que tiñe sus recuerdos de juventud.

Los ejercicios ignacianos siguen gozando de buena salud en el lugar: cada año, la casa alberga a decenas de ellos, con practicantes que llegan desde distintos lugares del país, continuando la huella abierta por Brochero en el siglo XIX.

“Él tuvo la experiencia de los ejercicios –continúa– y como le hacían bien, quiso que la gente del pueblo también tuviera esa experiencia. Los ejercicios eran para toda persona, fueran delincuentes, analfabetos… Brochero se los proponía a todos, convencido del bien que ellos podían hacer”.

Fieles a tal espíritu, las Hermanas Esclavas, en la actualidad, salen a recorrer pequeños poblados y casas perdidas en las sierras para invitar a sus habitantes a que realicen la experiencia de los ejercicios. Y para hacerlo posible, la misión incluye un bono contribución y una campaña de donaciones, de manera que nadie quede marginado por cuestiones económicas.

“El tema de los ejercicios me llega mucho, porque puedo constatar el cambio en las personas a las cuales yo se los doy”, cuenta la religiosa de la orden fundada por la madre Catalina, cuyas virtudes heroicas han sido reconocidas por la Iglesia Católica y está, ella también, en proceso de beatificación.

TEXTO Y FOTOS: MARCELO ANDROETTO

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