Narciso Valencia. Sacerdote Aymara

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“Hasta hoy podemos seguir hablando de una auténtica religión andina”

El sacerdote aymara Narciso Valencia Parisaca, de la etnia Huanca-Chiriwana, pertenece a uno de los pueblos milenarios de la región andina que creció a orillas del lago Titicaca, entre los actuales territorios de Perú y Bolivia: la cultura Tiwanaku (1580 a.C. – 1172 d.C.). “Es la mejor exponente del pueblo aymara y la más importante entre las culturas andinas”, comenta Narciso. En efecto, Tiwanaku es reconocida como la cultura madre de Bolivia (Mamam Yachaymuruy), que “en su último período abarcó un inmenso territorio que se extendió hacia la sierra y la costa central de Perú, llegando al Ecuador, a la costa norte de Chile y hasta el norte de Argentina”.

¿Hasta qué punto la cultura Tiwanaku ha marcado su historia y sus itinerarios vocacionales como sacerdote?

Mis padres, ambos aymaras, pertenecían a la provincia de Moho (jardín del altiplano), en Puno, Perú. Mi madre nos crió dentro de las tradiciones y los valores de nuestra cultura milenaria. Me eduqué en la escuela y en el colegio de mi pueblo, en un tiempo en el cual se prohibía hablar las lenguas nativas porque eran consideradas “un atraso” para el aprendizaje y el desarrollo de los pueblos.

Mi vocación se debe a la vida de una Iglesia comprometida con las exigencias pastorales del Concilio Vaticano II y de las Conferencias Generales del episcopado latinoamericano. Una Iglesia inserta en las realidades de las culturas andinas, con una pastoral de conjunto y un paradigma eclesial de Iglesia Pueblo de Dios.

Mi itinerario al sacerdocio diocesano en la Prelatura de Juli tuvo su punto de partida en un proyecto eclesial de conjunto que priorizaba la pastoral vocacional y la formación sacerdotal inculturada, cuyo objetivo era penetrar con respeto el alma indígena, a la luz del Evangelio, y suscitar una vida cristiana que diera razón de la presencia del Reino desde la propia vida, la fe, la historia y los valores culturales.

Fe y cultura

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“Toda teología debe ser liberadora”

¿Qué dinamismos se han desatado a partir de la inculturación de la fe en el pueblo aymara del sur de la región andina?

Los pueblos indígenas, en nuestro caso los pueblos andinos, hemos entrado en un dinamismo que, más allá de quedarnos encerrados en el pasado y en nuestros mundos, hemos atravesado las fronteras geográficas de nuestros pueblos y las fronteras culturales, lo cual nos ha permitido descubrir elementos diferentes que desafían y enriquecen nuestra vida integral. Nuestras búsquedas se fundamentan en el respeto a la vida y a la creación que Dios puso en nuestras manos para cuidarla, proyectarla y tomarla como digna morada de la humanidad.

Ante estas búsquedas, ¿qué desafíos afrontan los pueblos indígenas andinos en la vivencia de su fe?

Los desafíos siguen siendo las intolerancias e incomprensiones hacia nuestros proyectos de vida, nuestros modos de ser y, más aún, las maneras de vivir nuestra fe. En realidad, se pretende desconocer y erradicar todo el proceso y el acompañamiento a la reflexión de un pueblo que desde hace más de medio milenio se siente llamado y vive dentro de la revelación cristiana, y que en su seno ha incorporado muchos elementos simbólicos y éticos de la vida cristiana real, bautismal, alimentada por los ritos de la Iglesia y por las enseñanzas transmitidas por varias generaciones.

La conquista y la colonia, la opresión y la evangelización, con sus luces y sombras históricas, son partes difícilmente separables de la vivencia y la memoria concreta de nuestro pueblo. Sin embargo, constatamos una experiencia religiosa andina mantenida y consolidada a lo largo de los siglos, incluso desde los tiempos que precedieron a la invasión. Por eso, hasta hoy podemos seguir hablando de una auténtica religión andina, en parte expresada públicamente y en parte cultivada en forma clandestina.

¿Se puede hablar de una teología andina?

A pesar de las negaciones a la existencia de Dios por parte de un mundo cada vez más secularizado e intolerante con lo religioso, nuestros pueblos cultivan su fe desde la convicción del encuentro con Dios que está presente y actuando en todos los elementos de su cosmovisión y de su historia. Es decir, es una fe vinculada a su vida, a su historia y a sus actividades diarias. Se trata de una experiencia que ocurre al asumir su plan de salvación, lo cual nos permite no solamente sentir, sino también vivir la fe desde nuestras expresiones religiosas y, en particular, en la celebración de la vida, la paz y la justicia. Por eso hemos venido cultivando un modo diferente de hacer teología: a partir de los pueblos que creen y gritan por dignidad, justicia y paz; a partir de las culturas que claman respeto por sus valores autóctonos y por sus formulaciones propias y milenarias. Desde estas perspectivas, venimos dando razón de nuestra fe y esperanza, para lograr una mayor realización del Reino, como se propone en los documentos de Puebla y de Santo Domingo.

¿Esta teología se sitúa en consonancia con la teología de la liberación?

Nuestra situación de pueblos empobrecidos por las diferentes invasiones y colonizaciones, y, por la marginación constante de los sistemas globalizantes desde la conquista hasta hoy, nos hace sujetos en búsqueda constante de liberación. Por ende, pensamos que toda teología debe ser liberadora, debe buscar y contribuir al buen vivir, el Suma Jacaña, no sólo para unos, sino para todo la humanidad.

Ecumenismo práctico

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¿Qué posibilidades ofrece el ecumenismo y el diálogo inter-religioso en los procesos que actualmente impulsa la teología y la pastoral andina?

La reflexión de lo ecuménico, intercultural e interreligioso es complicada en términos teóricos-abstractos, pero es una realidad entretejida en los pueblos andinos, pues vivencialmente no existen barreras claras entre estos conceptos. Sabemos que existen diferentes concepciones de lo que es el ecumenismo. Nos sentimos representados cuando nuestros pastores se reúnen a nivel macro para responder unidos, por medio de lo que la fe y la religión tienen como esencia, a situaciones como la paz en el mundo. Existe un ecumenismo oficial en los círculos eclesiales, y existe un ecumenismo de base practicado entre todos y todas las creyentes. No existe un espíritu ecuménico en el discurso y en la liturgia, pero sí una práctica vivencial. Por eso, el ecumenismo que vivimos es práctico y no estructurado. La unidad de los y las creyentes se produce cuando es necesaria, a causa de una catástrofe o durante por algún motivo referido a la vida social en comunidad, por ejemplo.

Nuestros encuentros (ver págs. 20 y 21) crecen en esta perspectiva del diálogo y de los proyectos en común. Las comunidades de base son los lugares privilegiados de estas experiencias de fe y de eclesialidad. Existe la unidad de los y las creyentes en algunos ritos y celebraciones sociales, como los matrimonios, el fallecimiento de una persona, los aniversarios comunales, entre otros, pues a veces las barreras religiosas pasan a un segundo plano cuando se trata de construir vida en comunidad.

Para concluir, ¿qué pueden aportar los pueblos originarios andinos a la reflexión actual sobre el cuidado de la creación?

Desde nuestros orígenes experimentamos y demostramos conocimientos sobre las leyes del universo relacionadas con nuestras actividades cotidianas. De ahí que nuestra cosmovisión se fundamente en la experiencia del universo como una totalidad orgánica, donde todos los componentes están en relación mutua y en armonía, donde nada está aislado.

En Laudato si’, el papa Francisco ha dicho que la Madre Tierra hoy clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable. El dar y el recibir –característica fundamental de la reciprocidad andina– se extiende más allá de las relaciones humanas, alcanzando a todos los elementos del universo. Por ello, mantener el equilibrio, dentro y entre los grandes y pequeños componentes de su universo, es fundamental, un equilibrio que no es algo estático, inmóvil, ni un estado permanente de tranquilidad, sino dinámico porque debe ser buscado y realizado continuamente.

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Texto: ÓSCAR ELIZALDE PRADA

Fotos: ARCHIVO PARTICULAR

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