Celebrar la esperanza en medio de la guerra

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El testimonio de un sacerdote católico en Putumayo

Mayoyoque es una inspección sin inspector; un territorio abandonado por el Estado, al decir de Edilberto Quintero. El cura párroco de Santa María de los Ángeles llegó a este corregimiento del municipio de Puerto Guzmán (Putumayo) en diciembre de 2013, dos meses después de que la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas fueran obligadas a cerrar sus lugares de culto.

Sacerdotes y pastores fueron expulsados de la región por la guerrilla y solo un acuerdo permitió nuevamente la presencia de ministros cristianos bajo estrictas condiciones señaladas en un manual. El peso de la normatividad ha sido mayor en el caso de los protestantes. En cierta ocasión, la Fuerza Pública se infiltró en una asamblea. El militar que se hizo pasar por pastor fue descubierto y perdió la vida a manos de las Farc.

En esta otra Colombia hay ojos vigilantes sobre la religión y no son divinos. En un principio, el padre Edilberto solo podía ir al caserío para celebrar misas los días de mercado. Con el tiempo le fue permitido permanecer allí y celebrar, además, en martes y jueves. Hoy cuenta con autorización para visitar las veredas, pero no para animar misas fuera del templo parroquial. La guerrilla todo lo controla y está al tanto de su predicación.

Para la promoción humana

¿Qué lectura se hace en la región del proceso de La Habana? “La comunidad no cree”, afirma tajante. Según explica, la mayoría es pesimista e indiferente. Le ha oído decir a la gente que “vamos a seguir en lo mismo”: “si no son estos son los otros, que van a venir y a manejar la cuestión”.

De los guerrilleros del Putumayo se dice que no se sienten representados en la mesa de negociación y que llegado el momento no entregarían las armas. ¿Una estrategia, acaso, de los milicianos? De cualquier manera, según sostiene el sacerdote, en Mayoyoque muchas personas se han acostumbrado a la guerra y se imaginan la paz como el simple derecho de permanecer en su tierra, aunque sea bajo el dominio inevitable de los alzados en armas. Les basta con que les dejen vivir en una calma relativa, a cambio de la cual deben pagar impuestos de forma puntual.

1434038831Mientras tanto, hay mucho por hacer en materia de solidaridad y de promoción humana para mejorar las condiciones de vida de la gente, afirma el padre Edilberto. La mayoría de la población del corregimiento proviene en condición de desplazamiento del Cauca y de Chocó. A los jóvenes les faltan expectativas para formarse. He ahí que a una adolescente de 17 años soltera y sin hijos ya se le considera vieja.

Un estado de cosas diferente, con menores restricciones para el trabajo pastoral, permitiría que la Iglesia ampliara su radio de acción. “Por decir algo: yo no puedo tener grupos de nueva evangelización porque no se permiten las reuniones”. El sacerdote está convencido de que el ecumenismo en estas circunstancias cobra un particular valor: “Creemos en un mismo Dios, tenemos la misma Palabra y seguimos a un mismo señor. Las diferencias son pocas; trabajemos en bien de la comunidad”.

En esta línea, desde hace ya algún tiempo la parroquia busca propiciar escenarios de capacitación orientados a mejorar la capacidad productiva de los campesinos, en especial de quienes dependen de la ganadería. Existe el sueño de que una institución educativa, cuyo terreno y planta física pertenece a la diócesis, pueda ser administrada nuevamente por la Iglesia local para abrir a los jóvenes a nuevos horizontes. Y, en medio de las dificultades, contra todo pronóstico, persiste la motivación para mostrar con las acciones el rostro de un Dios amor y misericordia, que acompaña y participa humanamente de las situaciones de la vida. Como decía, hace algún tiempo, el antiguo obispo de la jurisdicción, Mons. Luis Alberto Parra: “la gente quiere celebrar su esperanza”.

TEXTO: Miguel Estupiñán FOTO: Mincultura, VNC

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