Al anochecer del 16 de septiembre, un sismo 8,4 grados Richter estremeció la zona central de Chile y más de 300 réplicas mantuvieron el suspenso hasta el día siguiente y continuaron todavía varios días más. Aunque tuvo casi la misma intensidad del devastador terremoto de febrero de 2010, destruyó menos. En esta ocasión, la reacción de los organismos especializados permitió advertir el tsunami posterior obligando a evacuar toda la costa del país, lo que movilizó más de un millón de personas.
Fue el maremoto, con olas de cuatro metros de altura, lo que ocasionó más daños. Especialmente afectado fue el borde costero de Concón, Tongoy, Coquimbo, con destrucción de viviendas y locales comerciales, dejando un saldo lamentable que, además, afectó la acogida a turistas esperados con ocasión del fin de semana largo por las fiestas patrias.
Esta nueva prueba desafía la solidaridad de los chilenos, pero mostró la eficacia de las normas de construcción que aseguran la resistencia de los edificios y viviendas ante estas violentas manifestaciones de la naturaleza. El país lamenta 13 personas muertas y poco más de 700 damnificados, mientras Caritas Chile llamó a hacer donaciones a una cuenta corriente y aportes de alimentos y artículos de higiene a través de siete centros de acopio en Santiago; además en las misas del domingo siguiente se realizó una segunda colecta destinada a colaborar con la reconstrucción. El obispo auxiliar de Santiago y presidente de Caritas Chile, Pedro Ossandón, invitó a participar en la campaña Por una Patria Solidaria en la que pide “que todos los chilenos seamos solidarios siempre y nos unamos para apoyar a nuestros hermanos que están sufriendo los efectos de esta nueva emergencia”.
ROBERTO URBINA AVENDAÑO. SANTIAGO
