Ante las acciones de guerra, las comunidades exigen paz ya

Coordinación-Regional-del-Pacífico-Colombiano

El 28 de mayo la población de Guapi se movilizó con una marcha pacífica en favor de la vida y rechazo a la muerte

 

Pronunciamiento de la Coordinación Regional del Pacífico Colombiano

Los bombardeos indiscriminados en el municipio de Guapi del 22 de mayo que dejaron 27 guerrilleros muertos, entre los cuales se encontraba un negociador de paz de La Habana, más que dejar trastabillando el proceso que lleva dos años y medio, sigue desplazando y confinando a las comunidades inermes.

Han continuado las operaciones militares en la zona de influencia del Consejo Comunitario de Alto Guapi. La situación ha dejado a varias comunidades en total confinamiento y les imposibilita realizar sus faenas diarias de agricultura, pesca y minería.

Se ha presentado un desplazamiento masivo de tres comunidades (San Agustín, Las Juntas y Balsitas) al casco urbano de Guapi. La Pastoral Social del Vicariato Apostólico registra que está prestando atención humanitaria de emergencia a 110 familias, 463 personas.

Es probable que aumente el número de personas desplazadas ya que algunas familias de otras comunidades están considerando salir de sus territorios, dada la angustia, zozobra, el confinamiento, los constantes sobrevuelos y el temor a las retaliaciones que los grupos armados puedan realizar.

El casco urbano de Guapi no se encuentra preparado para atender a la población desplazada. Se evidencian dificultades para atender de forma adecuada a la población ya que no existen albergues, son precarias las condiciones de los centros de salud y el sistema educativo ha visto interrumpida el normal desarrollo de las actividades académicas. La administración municipal, el Vicariato Apostólico y fuerzas vivas de la cabecera municipal están realizando acciones conjuntas para atender la crisis.

Una gran porción de la población desplazada se encuentra en casas de familiares y amigos por la desconfianza en la institucionalidad del Estado para realizar las respectivas declaraciones como víctimas, esto ha limitado contar con un censo real y efectivo de la población afectada.

La esperanza de la paz

“Nuestra esperanza es grande. A pesar del dolor por la adversidad, reafirmamos nuestro continuo respaldo y apoyo el proceso de Paz y a un inmediato cese bilateral del fuego. Las balas que disparan uno y otro bando, y las bombas que destruyen la vida son fabricadas por los mismos empresarios y países mensajeros de muerte. Pedimos a la comunidad internacional seguir apoyando y respaldando todas las iniciativas de paz, incluidas las iniciativas regionales y locales que los pueblos del Pacífico impulsamos desde hace varios años. Que realicen un mayor seguimiento a la problemática de violación de Derechos Humanos que se está presentando en la región del Pacífico. La población de Guapi no quiere ni una víctima más: declara su territorio como un espacio de paz”.

 

 

La crisis humanitaria

Al ser el Pacifico escenario de confrontación y disputa, su población es víctima constante de violaciones a los derechos humanos. Se evidencia por el alto número de acciones violentas que siguen impidiendo a los pobladores vivir en tranquilidad, gozando efectivamente de sus derechos en su territorio.

El Gobierno colombiano ha emprendido acciones militares, pero no así en la materialización de los derechos de los pobladores, de manera que la situación en salud, educación, ingresos y vivienda de los pobladores afros e indígenas del Pacífico colombiano siguen ocupando los niveles más bajos comparados con las demás regiones del país.

La Coordinación Regional del Pacífico Colombiano -red de organizaciones étnico-territoriales y de Iglesia católica del Pacífico- se solidariza con el pueblo de Guapi, con el Vicarito Apostólico, con las organizaciones sociales y de manera especial con las víctimas que dejan estos actos de violencia. Expresamos nuestro rechazo total a cualquier acción que atenta contra la vida de los colombianos.

Los ruidos de la muerte roncan en nuestro Pacífico con los disparos de los fusiles, las detonaciones de bombas, ametrallamientos indiscriminados en distintos municipios nos han arrebatado a nuestros seres queridos, han saqueado nuestras tierras, nos han desplazado, nos han torturado… Nuestra gente ya no puede habitar en sus casas, se duerme con desconfianza y se espera la muerte, pues muchos prefieren no desplazarse para no perder la dignidad que les arrebata un Estado miserable, que los pone a mendigar migajas en largas filas, pues le ha apostado a la guerra pero no a la convivencia pacífica y a la justicia social.

Texto y foto: CRPC

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