La reforma Wert, bajo la lupa de la universidad católica

alumnos de la Universidad Pontificia Comillas Madrid

alumno chico joven en la universidad biblioteca estudiando con el ordenador

La reforma Wert, bajo la lupa de la universidad católica [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | El bautizado como “3+2” (la posibilidad de que los grados universitarios queden reducidos a tres cursos y los másteres sean ampliables a dos), impulsado por el ministro Wert, ha dividido a la comunidad educativa. Un debate del que no son ajenas las universidades católicas. Vida Nueva ha constatado la opinión de 12 de ellas. Algunas lo ven como una oportunidad (más flexibilidad, más autonomía y más salidas para los alumnos) y otras temen que la reforma cierre la educación superior a las élites. La incertidumbre continúa.

Pese a las críticas casi unánimes de la oposición, el Gobierno aprobó el 30 de enero, a través de un real decreto, la reforma universitaria con la que el ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, pone el acelerador al Plan Bolonia. Así, tras una breve transición en la que las licenciaturas universitarias (en su mayoría de cinco años) dieron paso a los grados (de cuatro, pudiendo completarse con un máster de un curso), ahora se da vía libre a que las universidades que así lo deseen puedan impulsar desde el próximo curso el conocido como 3+2 (tres años de grado y dos de máster).

Para unos, favorece “el paso a una universidad de élites, donde solo los alumnos con más recursos podrán culminar su formación con más títulos de formación superior”. Para otros, “permite una mas rápida incorporación de los estudiantes al mercado laboral, ya con su grado terminado”.

Con el fin de pulsar su opinión, Vida Nueva se ha dirigido a los rectores de las 15 universidades católicas que hay en nuestro país (tanto las de derecho canónico como aquellas que incorporan el ideario cristiano a su identidad, siendo autónomas de la autoridad eclesial), plateándoles una pregunta para conocer su valoración. De las respuestas ofrecidas por los 12 que han respondido al mismo (11 rectores y un vicerrector) se extrae una gran conclusión: al igual que existe una división en la sociedad y en la comunidad académica, la reforma es vista con muchos claroscuros en la universidad católica.

Así, entre los argumentos más positivos para muchos rectores, está la constatación de que se favorece una mayor autonomía para las universidades, que, entienden, conllevará una mayor internacionalización, lo que hará que puedan venir aquí más estudiantes extranjeros y se facilite la movilidad de los nuestros fuera.

Entre los temores más extendidos, están la posible pérdida de conocimientos más estructurados y globales, que son los que se asegurarían con el paso por los grados universitarios. Igualmente, se observa que, en tiempos de crisis, no serán muchas las administraciones públicas que extiendan sus programas de becas a los másteres que se impartan más allá de los grados, por lo que el peso económico recaería en las familias, limitando así las opciones de aquellas que cuenten con menos recursos. También hay quien reclama que se conjuguen libertad y cohesión, pues no sería positivo que ciertos grados fueran en unas universidades de cuatro años y en otras de tres.

Pero si hay algo que une a todos, es la duda de que la reforma llegue en el tiempo adecuado: aún no ha calado el Plan Bolonia y ni siquiera se ha comprobado si funciona o no. La aceleración de esta reforma es vista por una mayoría como precipitación. Y hay quien incluso lamenta que puede haberse guiado por criterios electoralistas. Una inestabilidad que, independientemente de los cambios que pueden deparar las próximas llamadas a las urnas, se extenderá como mínimo hasta el curso 2017-2018. Por acuerdo de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ninguna universidad ofertará hasta entonces, pese a permitirlo la ley, grados de tres años.

Universidad Pontificia de Salamanca UPSA

Acto en el Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca

 

Ángel Galindo.

Rector de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA)

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- El sistema propuesto por el Ministerio es amplio y deja libertad de elección. Según dicha propuesta, habrá grados que obligatoriamente tendrán cuatro o más cursos y otros podrán ser configurados a elección de las universidades, siguiendo el esquema de 3+2 o 3+1 y +1. Hace tiempo que las universidades europeas adoptaron este tipo de formato. No se habla tanto de grados con tres o más cursos, sino de primer ciclo, segundo ciclo y tercer ciclo. Este es un lenguaje más adaptado al ámbito universitario que favorece la investigación. La opción que se tome debe estar libre de demagogias y de ideologización política, y ha de responder a la búsqueda del rigor científico y universitario. Visto esto y las razones que indico a continuación, considero que este nuevo sistema será posible y beneficioso. En todo caso, es preciso una moratoria para que cada universidad pueda hacer ofertas de calidad.

Son varias las razones que me impulsan a afirmar que es posible y beneficioso: primero, es más económico para la mayoría del alumnado, en concreto, para aquellos que aspiren a terminar el grado para encontrar un puesto de trabajo (se ahorrarían el pago de un curso). Segundo, se abre el mercado a numerosos alumnos de procedencia extranjera que en estos momentos eligen otros países europeos para terminar “la carrera” en tres años. En tercer lugar, si bien el 3+2 perjudica a las universidades privadas desde el punto de vista económico, es cierto que es importante hacer ofertas de postgrados que preparen a una profesionalización competitiva y de alto nivel. Y por último, es verdad que a los alumnos que opten por el postgrado les será mas caro (especialmente en las universidades públicas, ya que corre a cargo de los alumnos), aunque no más que con 4+1 (al menos en las universidades privadas y sin ánimo de lucro), pero beneficiará la calidad de su formación profesional.

 

Borja López-Jurado.

Vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad de Navarra

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Nosotros tenemos ya varios másteres de año y medio y de dos años. Esto no ha cambiado con el real decreto que se aprobó en febrero. Esa norma permite ofrecer grados cortos de tres años. Esto puede provocar equívocos, pues habrá grados de igual denominación, unos con tres años y otros con cuatro.

En la Universidad de Navarra pensamos que grados largos de cuatro años permiten adquirir mejor formación en la disciplina concreta que se estudia y formación general como universitarios. Por eso no nos planteamos reducir la duración de los grados que hoy se ofrecen. De hecho, estamos fortaleciendo algunas dimensiones importantes de nuestros grados: la internacionalidad, la solidaridad, el emprendimiento, la formación general y la empleabilidad. Reducir la duración de los grados de cuatro a tres años disminuiría sensiblemente las posibilidades de desarrollar ese objetivo marcado.

 

Gabriel Pérez Alcalá.

Rector de la Universidad Loyola Andalucía (ETEA)

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Sí en cuanto al fondo de la reforma, no en cuanto a la forma y la oportunidad.

Como regla general, creo que, si la formación universitaria debe ser de cinco cursos (podría ser de 6), divididos en dos ciclos, es mejor un sistema de 3+2 que uno de 4+1. La razón es que considero que el primer ciclo, el del grado, debe ser de formación genérica, y que con tres años puede ser suficiente si, a cambio, se consigue un año más en la formación específicamente profesional para la que capacita un máster. Un máster de dos años permite la internacionalización y la experiencia práctica, mientras que uno de un año es excesivamente condensado. Creo que es mejor, por ejemplo, dividir la experiencia internacional en dos semestres diferentes, en dos niveles diferentes, que concentrarla en un año del grado. Como creo que es mejor no tener dos años seguidos un trabajo de fin de ciclo.

El problema es que el debate no ha sido pedagógico o técnico, sino político, y se han dado argumentaciones ajenas a la cuestión. Con el 3+2 no se sigue necesariamente que tenga que ser más cara la formación en el cómputo de los cinco años, pues depende de los precios que se fijen. Como no se sigue necesariamente que dificulte el acceso de las personas de menor renta a los másteres, pues este problema se trata con un sistema generoso y justo de becas. La experiencia en el sistema francés (100% con 3+2), el alemán (70% con 3+2) y los escandinavos, así nos lo demuestra.

alumnos de comunicación en la Universidad CEU San Pablo

Prácticas de Comunicación Audiovisual en el CEU San Pablo

 

Juan Carlos Domínguez Nafría.

Rector de la Universidad CEU San Pablo de Madrid

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- La reforma introduce un cambio de calado en el Sistema Universitario Español, con el ánimo de equipararlo a la mayoría de los europeos, en los que el primer título universitario general se obtiene en tres años. La reforma permite que las universidades puedan diseñar con mayor flexibilidad los títulos oficiales que no son habilitantes para el ejercicio de profesiones reguladas, ya que puedan elegir, en uso de su autonomía, ofrecer títulos de 180 créditos (tres años) o, como hasta ahora, de 240 créditos (cuatro años). Considerando que en determinados ámbitos se puede adquirir una formación universitaria generalista sólida en tres cursos y que esa formación de base puede luego continuarse hacia distintas vías de especialización orientadas a algún campo específico en un máster de hasta 120 créditos (dos años), mi opinión sobre la reforma es favorable.

La veo positiva porque puede favorecer una mejor formación de nuestros estudiantes, aunque dependerá, lógicamente, de cómo lo hagamos en las universidades. Porque la buena enseñanza universitaria no depende de que haya más o menos cursos (lo que, según dirían los escolásticos, no cambiaría la especie), sino de la claridad de ideas en lo referente a los fines y a los medios que debemos utilizar para conseguirlos, para poder así ofrecer una formación integral de la persona. El hecho de que no haya homogeneidad en el sistema español debe ser entendido como una oportunidad para una universidad privada como la CEU San Pablo, de inspiración católica, a la hora de aportar un valor añadido a la oferta universitaria. Somos conscientes de que debemos atenernos a la legislación común y somos por ello sumamente cumplidores con las exigencias legales y de calidad; pero también, en razón de la autonomía universitaria, pedimos un margen de libertad para poder atender nuestros fines fundacionales, que nacen del ideario y la experiencia de la Asociación Católica de Propagandistas. Para ser una universidad abierta al progreso de la sociedad.

 

José Alfredo Peris Cancio.

Rector de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Creo que no conviene responder con monosílabos. Como toda reforma, posee múltiples dimensiones a considerar. El Ministerio considera que esta reforma tiene dos puntos fuertes: ayuda a una mejor convergencia con el resto de la universidad europea y no obliga a nadie, solo amplía las posibilidades de oferta académica al permitir grados de tres años que complementarían mejor con másteres de dos. La mayoría de las universidades, a través de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), plantean cuestiones de oportunidad, sintéticamente dos: se propone una reforma cuando todavía no ha dado tiempo a evaluar la anterior y se considera que la autonomía universitaria debe ejercerse en el marco del sistema universitario español, por lo que las decisiones de unas universidades deben armonizarse con las de otras, para no generar una heterogeneidad en la oferta universitaria que atente contra la calidad de los títulos o, incluso, contra los derechos de los estudiantes y sus familias como consumidores que pueden exigir que los poderes públicos establezcan los mínimos de definición común de estudios análogos.

Lo más correcto es orientar la reforma hacia el bien de los estudiantes y garantizar que tanto una fórmula de 3+2, como una fórmula de 4+1 cumplan del mismo modo los criterios de accesibilidad, inclusividad y no discriminación que una formación como la universitaria debe revestir en un estado social de derecho.

También creo hay que advertir de un error que con frecuencia se desliza entre los que juzgan estos asuntos: que las titulaciones que se dedican a la educación y el cuidado de las personas pueden acortarse sin merma. Al contrario, son estas las que más necesitan de la preparación humanista y científica que suministra la Universidad para que su desarrollo profesional se realice con más altura moral, dedicación, eficiencia, sentido de la dignidad moral de todo ser humano y servicio al bien común, especialmente representado en los más débiles y vulnerables.

alumnos de la Universidad Pontificia Comillas Madrid

Universidad Pontificia Comillas de Madrid

 

Julio L. Martínez, sj.

Rector de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE de Madrid

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Varios elementos del contexto del sistema universitario español actual hacen cuestionable la necesidad de la adopción de esta medida en el momento presente. Es cierto que la posibilidad de que los títulos universitarios puedan tener una duración de tres o cuatro años no es una medida que, en sí misma, pueda calificarse de negativa, pues la duración óptima de un título puede variar en función de sus objetivos formativos y del perfil profesional perseguido. Pero, en las actuales circunstancias, esta modificación puede constituir más un factor de perturbación que de solidez del sistema, por varias razones.

En primer lugar, aún no se encuentra desarrollada por entero la ordenación de las enseñanzas derivada de Bolonia. Por tanto, no es posible emitir un juicio fundado sobre la duración conveniente de los títulos universitarios basado en la comparación con los resultados del sistema anterior.
En segundo término, la medida incrementa la inestabilidad en la oferta académica por parte de las universidades. Estas tendrán que volver a debatir su mapa de titulaciones, lo que constituye un proceso complejo en el seno de un sistema enormemente burocratizado, y tendrán que destinar sus recursos limitados, en lugar de a otros fines provechosos, a la modificación de unos planes de estudio que ya se han renovado muy recientemente.

Por otro lado, aunque la duración de tres años puede ser adecuada para la configuración de algunos títulos de corte muy generalista, orientados a la inserción profesional en ámbitos que no requieran de una gran especialización, en la mayoría de los casos, la reducción a tres años puede comprometer, especialmente en algunas disciplinas, la garantía de una formación idónea (con el grado de especificidad suficiente para el acceso a una profesión) y plural (que permita la adquisición de todas las competencias que se presumen a un graduado universitario), máxime en un contexto de debilidad del mercado laboral. Y, además, la menor extensión de los títulos puede suponer un retroceso en la internacionalización de los estudios, así como en la incorporación de prácticas al currículum de los estudiantes.

Finalmente, es muy probable que la medida aumente la confusión en estudiantes, familias y empleadores sobre el actual sistema universitario español, pues, en poco tiempo, van a conocer varias fórmulas diferentes de ordenación de las enseñanzas universitarias.

 

Carlos Pérez del Valle.

Rector de la Abat Oliba CEU de Barcelona

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- La reforma es, en principio, opcional. Por tanto, una valoración global del cambio de modelo resulta difícil, porque no se trata, en sentido estricto, de un trasformación total: ya existía la posibilidad de másteres de más de un año (y algunos casi de forma reglada, como el de acceso a la abogacía y el de psicología general clínica); y existen grados que, por referirse a profesiones reguladas, no modificarán su duración.

Desde luego, el sistema de grados de tres años facilita, en principio, la convergencia con otras universidades europeas que han promovido este plan, y eso supone un marco con mayores facilidades en la internacionalización. Además, el cambio implica una posibilidad de reflexión sobre el rumbo que ha de tomar la formación universitaria, que posiblemente es necesaria tanto en relación con los grados como con los postgrados. El momento es, en ese sentido, algo complejo, pues todavía no es posible efectuar una valoración real sobre el sistema en su situación actual y, por tanto, de la eficacia de los grados de cuatro años en todos o en algunos casos en particular. Pero presenta un reto indiscutible en el plano de la formación de postgrado y, ante todo, en una oferta internacional de másteres que pueda consolidarse en el futuro.

alumnos en la Universidad Ramon Llull

Laboratorios de la Ramon Llull

 

Josep Maria Garrell.

Rector de la Ramon Llull de Barcelona

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- El cambio propuesto por el Ministerio, que se concreta en el decreto de flexibilización, contribuye a la armonización de la estructura de estudios de las universidades de España con el resto de Europa. De hecho, la mayoría de países europeos cuenta ya con esta flexibilización en la duración de sus estudios. Sin embargo, defendemos que este decreto no llega en el mejor momento porque llevamos pocos años con el esquema de grados de cuatro años y, precisamente, ahora se está empezando a evaluar su implementación.

Si nos creemos el propio sistema de evaluación, debemos esperar a tener el resultado de los primeros estudios evaluados. No se puede publicar hoy un decreto de suma importancia y aplicarlo mañana. No se pueden tomar decisiones precipitadas. Hace falta tiempo para decidir qué estudios se deben mantener a cuatro años y cuáles ir a tres. Y es necesario tener en cuenta tres pilares básicos: la calidad de la formación, la ocupabilidad y la internacionalización; siempre fomentando el diálogo entre los agentes implicados que, además de las propias universidades, deben ser los estudiantes, los colectivos profesionales y los empleadores.

Con todo, si bien es cierto que este decreto fomenta la autonomía universitaria, lo cual favorece el encaje europeo, es fundamental la variable tiempo para poder concretar su implementación práctica. La duración de los estudios es un tema de mucha trascendencia.

alumnos de la Universidad de Deusto

Universidad de Deusto

 

José María Guibert.

Rector de la Universidad de Deusto (País Vasco)

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Es un cambio muy fuerte pasar de grados de cuatro años a grados de tres años. Se ha pedido hacer los cambios con cierta dosis de prudencia y con una evaluación más consensuada. El pasar de cinco años (licenciatura) a cuatro (grado) no ha resultado ser tan brusco como se pensaba. Pero pasar de cuatro a tres años sí parece un salto muy grande.

El Ministerio quiere dar libertad a las universidades, como ocurre en otros países, para que ofrezcan grados de cuatro o de tres años. Por el alto y creciente coste de la educación superior, aquí y en todo el mundo, y por el deseo de no seguir aumentando el déficit público, habrá gobiernos autónomos que no aumentarán su inversión en educación superior. Por eso pueden apoyar los grados de tres años, ya que las entidades públicas financian más los costes de los grados que los de los másteres. Pero esto supondrá cargar sobre los estudiantes y sus familias el pagar más por sus estudios si realizan un máster, a no ser que un sistema de becas lo compense.

En la Universidad de Deusto estamos estudiando qué es lo que más conviene hacer en cada área de conocimiento. No habrá un paso uniforme a grados de tres años. Para cada perfil profesional hay que analizar qué es lo mejor en cuanto a contenidos (en competencias, conocimientos y valores) y en cuanto a su distribución temporal (grado + máster).

 

Daniel Sada Castaño.

Rector de la Francisco de Vitoria de Madrid

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Aprobamos el planteamiento general de la reforma en tanto en cuanto concede a las universidades la posibilidad de que haya grados con tres años y másteres de dos años, aunque algunos términos de la misma podrían haberse formulado de otra manera y con otro calendario de implantación.

Considero positivo que con esta reforma se dé oportunidad a las universidades de valorar la conveniencia de que algunos grados, por razones pedagógicas, puedan reducirse a tres años y algunos másteres ampliarse a dos. Más complicado es determinar si se debe optar de modo general por un modelo de 3+2 o por un modelo de 4+1. Pero lo que debe ser objeto de especial atención es el mensaje que vayamos a transmitir a los futuros alumnos y a la sociedad en general. Creo que generaría mucha confusión el hecho de que determinados grados, como por ejemplo Derecho o Ingeniería Informática, pudieran cursarse en una universidad en tres años y en otra en cuatro años. Esto nos debe obligar a una reflexión conjunta que nos lleve a lograr el necesario equilibrio entre libertad y cohesión.

 

Rosa Visiedo Claverol.

Rector de la CEU Cardenal Herrera de Valencia

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Parece que se ha focalizado la atención en el 3+2, sin incorporar otras lecturas, especialmente las derivadas de los objetivos que la Ley busca. Así, la reforma trata de converger con la mayoría de los países europeos y este aspecto es clave para universidades como la nuestra, pero, sobre todo, para los profesionales del siglo XXI.

En el CEU cumplimos con nuestro compromiso de servicio preparando mejor a nuestros alumnos, que se van a enfrentar a un mundo que habla en términos de competencias y no de asignaturas, que valora la capacidad para mejorar el entorno y la vida de las personas, y cuyas fronteras geográficas son cada vez más flexibles.

Estamos a favor de todas las medidas que favorezcan la internacionalización de nuestras universidades porque aumentan su atractivo como destino de estudiantes extranjeros y facilitan la movilidad de los nacionales. Es pronto para valorar si el real decreto proyectado tendrá efectos positivos en este sentido, pero es de agradecer la sensibilidad del Gobierno hacia la internacionalización que forma parte de la globalización de nuestro tiempo.

Sin embargo, pensamos que, en cualquier caso, no es el “momento procesal” adecuado para modificar de nuevo la estructura de los estudios universitarios, puesto que la coexistencia de títulos antiguos en extinción con grados de cuatro años de reciente implantación –cuyos resultados no han sido aún evaluados– y nuevos grados de tres años, introduce un elemento más de confusión en un escenario que aún no ha sido suficientemente interiorizado, ni por el propio sistema universitario ni por la sociedad a la que este debe servir.

alumnos de Medicina de la Universidad Católica de Ávila

Alumnos de Medicina de la Católica de Ávila

 

Mª del Rosario Sáez Yuguero.

Rector de la Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila

PREGUNTA.- ¿Aprueba la reforma por la que los grados podrán quedar reducidos a tres años, siendo los másteres ampliables a dos?

RESPUESTA.- Desde este escenario de libertad y autonomía dado a las universidades, en el que se posibilita la flexibilidad de las titulaciones universitarias, garantizando el tiempo que se necesite para el análisis y la reflexión que la reforma propone, diría que sí apruebo la reforma.

En el Proceso de Bolonia, en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior, siempre ha estado muy presente un sistema flexible que, garantizando la calidad de los grados y másteres, permitiera una fácil movilidad de los estudiantes por las universidades europeas. En el breve período que llevamos de aplicación del Plan Bolonia, hemos podido observar que las dificultades y trabas internas y externas en este aspecto y en otros están siendo mayores en las universidades españolas.

Otro de los aspectos prioritarios de Bolonia es poner en el centro a los alumnos, pensar en ellos y en su mejor preparación en estos momentos históricos y comprometidos que tenemos que afrontar. Como sostiene Guy Haug, “lo que importa no es lo que dura el título, sino lo que se ha aprendido”. Es así que España, en el momento de adaptación de sus sistemas de educación superior a Bolonia, optó por un modelo único para todas las universidades con grados de cuatro años y másteres de un año. Han sido suficientes estos años transcurridos en el proceso de adaptación para detectar que, con este modelo, en las universidades españolas no se han alcanzado los objetivos.

El debate de los cambios estructurales de las enseñanzas universitarias en la nueva reforma debe ser educativo, no tanto de números. La responsabilidad la debemos tomar las universidades, y es necesario garantizar esfuerzos reales que den sus beneficios en los estudiantes, en su formación personal, en las competencias adquiridas y, en definitiva, en que sea un bien para toda la sociedad.

La universidad católica tiene por misión la búsqueda de la verdad, el bien del estudiante, la excelencia universitaria, la calidad y la universalidad. Es, en esta búsqueda de la verdad, la oportunidad de pensar en grados y másteres que respondan a las exigencias y demandas de los estudiantes; asimismo, que se pueda mejorar la movilidad y la internacionalización con universidades de Europa y América.

Para una universidad católica puede ser el momento de potenciar “másteres fuertes” de 120 créditos que sean un reto para fomentar la movilidad y la formación excelente de los alumnos de postgrado. Hasta la fecha, con másteres de 60 créditos hemos tenido una debilidad notoria y dificultades en el reconocimiento de estos “másteres minimalistas” en los países de origen de los estudiantes. Si pensamos en ellos, habrá que revisar los planes de estudios y los programas que tenemos en nuestras universidades y establecer grados que sean mejores y les preparen como buenas personas con un competente futuro profesional.

La Universidad Católica de Ávila, en su misión de universalidad y de facilitar la educación superior al mayor número de alumnos, también establece un sistema de becas en grados y másteres que pueda garantizar la equidad en los estudiantes que desean estudiar en una universidad católica.

El caso especial de las eclesiásticas

Si en este reportaje han participado universidades de derecho canónico y otras privadas de inspiración cristiana, y no así propiamente eclesiásticas, es porque su situación es ciertamente diferente.

Nos lo explica Andrés Martínez Esteban, encargado de Relación con los Medios de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD): “Hay que tener en cuenta que la UESD es una Universidad exclusivamente dedicada a las ciencias eclesiásticas, erigida por la Santa Sede y que se integra en el Espacio Europeo de Educación Superior a través de la Santa Sede y de su propia Agencia de Evaluación de la Calidad (AVEPRO). Se rige por la constitución Sapientia Christiana y no por la Ex Corde Ecclesiae, como sucede con las universidades católicas presentes en España. De ahí que la legislación española en la materia de que se trata le afecte solo indirectamente. La regulación de los planes de estudio y titulaciones de la UESD depende del ordenamiento jurídico propio de la Iglesia, sin perjuicio de que en otras cuestiones de tipo general esté sometida a la legislación española. La Santa Sede adoptó en su día el modelo 3 + 2 y, por lo tanto, había algunas titulaciones propias de la Iglesia cuya homologación por parte del Estado español resultaba más difícil, dado que solo reconocía el grado de 240 créditos y no el de 180. En este sentido, la modificación de la legislación española previsiblemente hará más fácil la homologación de los grados de 180 créditos propios de la normativa académica de la Santa Sede”.

En el nº 2.937 de Vida Nueva

 

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