Antonio José de Almeida. Pastoralista

“Los sacerdotes no lo tienen que hacer todo”

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En el desarrollo de su ministerio, los sacerdotes ya no lo tienen que hacer todo. Lo dice uno de ellos, con tres décadas dedicado a la pastoral directa (párroco, asesor y coordinador diocesano de acción evangelizadora) y al estudio y reflexión sobre ella. Antonio José de Almeida (Marapoama, Brasil, 1949), profesor en la Pontificia Universidade Católica de Paraná y en el Instituto Teológico-Pastoral para América Latina, en Colombia, es un profundo conocedor de numerosas fórmulas surgidas en las últimas décadas en América Latina, en donde algunos servicios evangélicos son asumidos por personas que no son sacerdotes. Experiencia que desgrana en Nuevos ministerios, vocación, servicio y carisma en la comunidad (Herder).

Dice usted que la Iglesia tiene que desarrollar con urgencia nuevos ministerios… ¿A qué se refiere?

A la real y necesaria “explosión de ministerios”, en expresión de Carlos Mester, donde ya no son los curas los que lo hacen todo. No es solo celebrar la Eucaristía y administrar sacramentos. Hay cantidad de tareas pastorales, litúrgicas, de compromisos evangélicos con la realidad. Estos servicios pueden ser atendidos por personas diversas, de las propias comunidades, con carismas específicos. Ya el Sínodo de 1974 sobre la Evangelización y, un año después, Pablo VI en la encíclica Evangelii nuntiandi, evaluaron positivamente e impulsaron este proceso como algo prometedor para la Iglesia.

¿Algunos ejemplos de esos servicios?

En las más de 100.000 comunidades de base en Brasil se pueden desarrollar y reconocer ya nuevos ministerios. Lo mismo diría de la experiencia de los Delegados de la Palabra, en Honduras, que son ya cerca de 40.000, una propuesta iniciada por el obispo Marcelo Guerin e impulsada por el obispo Raúl Corriveau; y la del diaconado casado, que trabajan en pareja, en la diócesis mexicana de San Cristóbal de las Casas, por citar solo algunos…

¿Son estas propuestas excluyentes o podrían coexistir entre ellas?

No se oponen ni se excluyen. Son complementarias, las vincula una eclesiología compartida y, al mismo tiempo, satisfacen distintas necesidades de las comunidades, como compartir la Palabra, atender a grupos específicos, catequesis, celebración de la Eucaristía… Contribuyen a que se desarrollen distintos carismas que ya existen en las comunidades.

¿Cuál es el hilo conductor eclesiológico que vincula estas propuestas?

Fundamentalmente, la eclesiología del Pueblo de Dios en el sentido que le dio el Vaticano II. En todas estas experiencias, las comunidades tienen necesidades pastorales y de desarrollo humano y cristiano, unas específicas y otras que pueden ser comunes. En todas se reconocen los dones y carismas del Espíritu repartidos ‘en la propia comunidad’. Son acogidos y reconocidos también por el obispo, quien los presenta a Roma, para que se aprecie que lo que es bueno a nivel local también enriquece a la Iglesia universal.

Todo eso en el hemisferio Sur. ¿Y en el Norte?

Hay que estar atentos a lo que puede ir surgiendo también en el Norte. He visto que, en España, José Antonio Pagola está motivando e impulsando, con excelentes argumentos, algo muy parecido a lo que hacemos en Brasil hace años. Pienso, por ejemplo, en su libro Volver a Jesús. Hacia la renovación de las parroquias y comunidades (PPC). Es muy importante que desde todas las Iglesias locales se puedan hacer propuestas ministeriales inculturadas y que se vea su interés para toda la Iglesia.

El propio Papa ha resaltado, en su conversación con el obispo brasileño Erwin Krautler, la propuesta ministerial del obispo Fritz Lobinger de un doble presbiterado trabajando en colaboración…

Fritz Lobinger propone en Equipos de ministros ordenados. El Altar vacío (Herder) recuperar algo esencial de la Iglesia primitiva, adaptado a las realidades de hoy: comunidades de dimensiones humanas, animadas por ministros y ministras propios, con formación adaptada y continua; con el acompañamiento de presbíteros destacados para eso por la diócesis. Propone que los nuevos ministros-presbíteros (generalmente casados, con familia e insertos en la vida civil) formen un pequeño equipo y que trabajen a tiempo parcial colaborando con los curas diocesanos, que pasarían a ser, sobre todo, formadores.

¿En qué medida tienen que ver los viri probati con estas nuevas propuestas? 

La hipótesis de viri probati, barajada tímidamente en el Concilio para los diáconos, no cabe aquí. El enfoque es la comunidad eclesial, el camino comunitario, la legítima autonomía de las comunidades, la multiplicidad de ministerios para la vida y la misión de la Iglesia, la centralidad de la Eucaristía para la vida cristiana y la construcción de auténticas comunidades cristianas al servicio del Reino. El centro no es la escasez de clero ni la abolición del celibato; no es la ordenación de hombres casados probados solo en su familia, en su trabajo, a los que se envía a comunidades ajenas para que se reproduzca el sistema actual. Estas personas han de ser “probadas”, durante años, en la propia comunidad; y esta también debe ser una comunidad madura, también ella “probada” de alguna manera, y que llegue a ser “plena” porque pueda celebrar la Eucaristía con sus propios ministros.

Doble presbiterado

¿En qué aspectos pondría el énfasis sobre la necesidad y urgencia de dar un paso hacia adelante?

Hay un punto de llegada, que es la vida de docenas de miles de comunidades repartidas en varios países, con su dinamismo, sus servicios-ministerios, sus proyectos… Considero necesario reconocer, valorar e impulsar estas comunidades y a sus ministerios y, además, plenificarlas, dotándolas de ministros ordenados propios para su presidencia eclesial y eucarística. El vínculo entre ministro y comunidad es esencial. No hablo solo del vínculo sacramental y canónico, sino del existencial, de la vida compartida. Sería trágico que la Iglesia ordenara viri probati sin un fuerte sentido comunitario, sin un vínculo concreto con una comunidad concreta. Eso es eclesiológicamente equivocado y eclesialmente desastroso.

¿Qué riquezas aportaría a la Iglesia un doble presbiterado que trabajara en
colaboración?

En el nuevo modelo de Lobinger, los presbíteros célibes y formados en seminarios diocesanos no solo no serían devaluados, sino que pasarían a desempeñar una nueva función muy vinculada a los obispos, de motivación, animación, acompañamiento, formación continuada, asesoría y articulación entre las comunidades y entre estas y sus ministros. Los ministros ‘comunitarios’ (también presbíteros ordenados en equipo) tendrían una formación continua adaptada al medio en el que desarrollan su acción pastoral y podrían ser mucho más numerosos y cercanos a la propia cultura local.

¿Se han cultualizado excesivamente los ministerios y perdido de vista otras proyecciones y tareas pastorales?

Lamentablemente, sí. Y esto, que daña a las comunidades y las convierte en meras consumidoras de sacramentos, de forma ocasional también llega a “quemar” y a “funcionalizar” a muchos pastores, aunque les dé estatus; los sacramentos se quedan desprovistos de su sentido cristiano, aislados de procesos anteriores y, sobre todo, de continuidad en el camino de evangelización, de vinculación con Palabra y Vida.

¿Esta renovación de ministerios tiene proyección ecuménica? ¿Es inclusiva con las mujeres?

El papa Francisco ha dicho que la necesidad de incorporar más plenamente a la mujer necesita de una reflexión teológica en la que también las mujeres se impliquen y aporten; y de aquí pueden salir caminos nuevos. Esto ya nos acercaría a otras Iglesias. También la implementación de un doble presbiterado diocesano y comunitario, célibe o no, nos aproximaría y daría para profundizar con otras Iglesias, aprendiendo y revisando juntos. Hay mucho que aprender y compartir con otras confesiones cristianas que han desarrollado otros ministerios con mujeres y con varones, con célibes y con casados, sin tener por qué hacer exactamente lo mismo que ellos. Hay ministerios en la Iglesia católica sobre los que no se ha cerrado la puerta, sencillamente porque nunca se pensó en ellos. Ahora se trata de hacerlo con una eclesiología renovada y bien fundada.

ROMA ABRE LA PUERTA a nuevos ministerios

De Almeida, con un matrimonio que colabora con él en su parroquia

De Almeida, con un matrimonio que colabora con él en su parroquia

Los nuevos ministerios de los que habla Antonio José de Almeida son una realidad tangible en muchos países y comunidades cristianas. Pero, ¿qué opinan en Roma? ¿Es necesario que se cambien algunas normas? ¿Deben los obispos presentar las propuestas concretas a la Santa Sede? Para el teólogo, “Roma ya ha dicho que, para ciertas cuestiones en relación con nuevos modelos de ministerio presbiteral y otros ministerios, la puerta está abierta. Solo falta que se presenten esas propuestas locales valientes y, al mismo tiempo, buscando amplios consensos. Esto es lo que Francisco les pide ahora a los obispos”.

Emilia Robles

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