Reconocer, acompañar y aprender del dolor, claves contra la pederastia en Chile

grupo de niños se tapan los ojos

El Episcopado celebra el III Encuentro Nacional de Prevención de Abusos a Menores de Edad

grupo de niños se tapan los ojos

Reconocer, acompañar y aprender del dolor, claves contra la pederastia en Chile [extracto]

ROBERTO URBINA A. (SANTIAGO DE CHILE) | “Ha sido uno de los temas más difíciles que nos ha tocado vivir como Iglesia”. La opinión es del obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, al inaugurar el III Encuentro Nacional de Prevención de Abusos a Menores de Edad, convocado por la Conferencia Episcopal de Chile (CECh).

Y agregó: “La prevención de abusos no ha sido un trabajo fácil, porque la hemos desarrollado en medio de las tensiones propias de un tema tan doloroso”.

A finales del pasado mes de septiembre, unos 50 participantes de la mayoría de las diócesis del país analizaron durante tres días el trabajo realizado por el Consejo Nacional para la Prevención de Abusos a Menores de Edad y Acompañamiento a Víctimas, organismo que la CECh creó en 2011 con dos objetivos: “Proponer, orientar, supervisar y evaluar las políticas de prevención de abusos sexuales de menores”, y ofrecer el necesario apoyo a las víctimas.

En la reunión también se revisó el modo en que las diócesis y las congregaciones han asumido el desafío pastoral de promover en la Iglesia y en toda la sociedad el respeto a la dignidad de los menores de edad, la valoración de espacios de confianza y la actitud de acogida y cercanía con quienes han sido vulnerados y sus familias.

Por su parte, el Centro del Buen Trato, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, aportó elementos para elaborar programas preventivos.

Al final de su mensaje en la apertura del encuentro, el obispo González afirmó que la Iglesia de Chile entendió algo más en su esfuerzo por reconocer el problema: “Hemos aprendido del dolor de las víctimas, a quienes hemos procurado siempre poner en el centro prioritario de nuestra preocupación; hemos aprendido a ser humildes, y también a trabajar en equipo”.

Hechos que estremecen

Hace ya más de una década que una cantidad no menor de denuncias de abuso sexual, algunas contra sacerdotes de gran prestigio e influencia, han estremecido a Chile y su Iglesia. Con una clara consecuencia en la opinión pública: varias encuestas indican que ha habido una creciente pérdida de confianza en la Iglesia y sus líderes.

Ya en 2003, la CECh había elaborado un protocolo para casos de abusos a menores de edad que involucran a clérigos. Ese documento se actualizó el 2011, después de que la Santa Sede hiciera lo propio. La nueva versión conservó los procedimientos de denuncia, profundizó criterios para hacer más rápida la investigación y reforzó el deber pastoral de recibir a los denunciantes y acompañarlos en su camino en lo que sea posible. Ese mismo año se constituyó el Consejo ad hoc y se apoyó la creación de organismos similares en cada diócesis y en todas las congregaciones religiosas. El año pasado, la CECh dio a conocer una serie de normas actualizadas para tratar casos de abusos cometidos por clérigos en Chile, entre las que aparece el acompañamiento a las víctimas y la prevención.

De este modo, la Iglesia chilena ha venido reaccionando a las denuncias por abusos de clérigos contra menores. A julio pasado, había 12 sacerdotes (ocho diocesanos y cuatro de congregaciones) y un diácono con sentencias civiles condenatorias por delitos contra menores de edad. Al mismo tiempo, otros nueve sacerdotes (cinco diocesanos y cuatro de órdenes religiosas) tenían sentencias canónicas por los mismos delitos.

Los diez integrantes del Consejo de Prevención de Abusos a Menores, con diversas especialidades, ponen su trabajo y servicio a disposición de los obispos diocesanos, superiores mayores de congregaciones religiosas y otras instancias de la Iglesia y de la sociedad civil. Se busca así consolidar el servicio de los organismos locales y apoyar sus criterios y objetivos. Al organismo no le corresponde recibir denuncias ni intervenir en las investigaciones o procesos que resulten de las denuncias de abuso, ya que esas instancias conciernen, según el caso, a cada obispo diocesano de Chile o al superior mayor en el país de cada congregación.

En relación a casos específicos de denuncias por abusos sexuales contra menores de edad atribuidos a sacerdotes, el Consejo recibe la información indispensable acerca de los hechos –que no incluye la identidad de las personas involucradas–, con el objetivo de discernir planes y programas preventivos y de atención a víctimas.Alejandro Goic, obispo de Rancagua, Chile, y presidente del Consejo Nacional para la Prevención de Abusos a Menores de Edad y Acompañamiento a las Víctimas

 

Alejandro Goic: “Aún nos falta para llegar a una plena empatía con las víctimas”

El obispo de Rancagua, Alejandro Goic, es también presidente del Consejo Nacional para la Prevención de Abusos a Menores de Edad y Acompañamiento a las Víctimas. El pastor respondió a las preguntas de Vida Nueva sobre los esfuerzos de la Iglesia de Chile para evitar los abusos sexuales.

PREGUNTA.- ¿Se han hecho esfuerzos concretos para combatir la pedofilia en el país?

RESPUESTA.- Cada vez hay mayor conciencia de la extrema gravedad, tanto para la sociedad como para la misma Iglesia, que tiene el abuso a menores de edad. Hemos dado pasos importantes, en las diócesis y en el Consejo Nacional, creando unidades de acompañamiento a las víctimas y de prevención, además de un organismo encargado de trabajar profesionalmente en este tema en todas las diócesis del país. Sin embargo, me parece que aún nos falta para llegar a una plena empatía con las víctimas.

P.- ¿Qué pasa en las órdenes de religiosos?

R.- En nuestras comunidades hay una conciencia cada vez más compartida de la necesidad de evaluar y transformar nuestro modo de relacionarnos, favoreciendo procesos participativos y erradicando prácticas abusivas en un mal entendido ejercicio de la autoridad. Este es un desafío crucial ante este doloroso flagelo. El papa Francisco, con el testimonio de su estilo de vida, nos está estimulando a entrar en relaciones más humildes y respetuosas. Es indispensable abandonar actitudes descalificadoras que tan solo agravan el daño.

P.- ¿Cuál es su experiencia como presidente del Consejo?

R.- Sin duda, se trata de un tema muy complejo, donde asoman heridas de distinta naturaleza muy difíciles de sanar. Es un trabajo hermoso y gratificante por su impacto social, pero muy doloroso y lleno de situaciones límite que estremecen. Aunque los consejeros no reciben denuncias ni evalúan casos particulares, han profundizado junto a los obispos, sacerdotes, agentes pastorales y equipos diocesanos en el duro ejercicio de conocer el proceso del abuso y, especialmente, de identificar el rol de los terceros involucrados, con el objetivo de prevenir nuevos casos. Hemos podido desarrollar manuales, procedimientos y apoyos útiles para nuestras comunidades, con los que estamos contribuyendo a generar esas nuevas formas de relación, ese nuevo estilo de vida eclesial que nos muestra el Papa y que necesitamos imponer en la vida de toda la Iglesia.

En el nº 2.867 de Vida Nueva.

 

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