OBITUARIO: Faustino Sainz Muñoz: nuncio de la paz en época de conflictos

Faustino Sainz Muñoz nuncio emérito fallecido en octubre 2012

Faustino Sainz Muñoz nuncio emérito fallecido en octubre 2012

ANTONIO PELAYO. ROMA | Monseñor Faustino Sainz Muñoz –el nuncio Faustino, para sus amigos– fue enterrado el 2 de noviembre en la cripta de la parroquia de la Concepción (Madrid), como había deseado, al final de un funeral multitudinario presidido por el cardenal Antonio Mª Rouco.

Fallecido el 31 de octubre en la capital española, el entierro era una forma de volver a sus orígenes, él, que nació el 5 de junio de 1937 en Almadén (Ciudad Real), pero que vivió buena parte de su niñez y juventud en el madrileño barrio de Salamanca, en un piso muy cercano a dicha iglesia.

Allí se forjó también su vocación, que le llevó, después de haber obtenido la licenciatura en Derecho en la Universidad Complutense, al que entonces se llamaba “seminario de vocaciones tardías” de Salamanca, en cuya Universidad Pontificia obtuvo la licenciatura en Teología.

Fue ordenado sacerdote en Madrid en diciembre de 1964, siendo arzobispo monseñor Casimiro Morcillo, que le destinó como párroco a la Sierra y después como capellán a la Ciudad Universitaria. Pocos años después le envió a la Academia Pontificia de Roma, donde, tras alcanzar el doctorado en Derecho Canónico, entró en el servicio diplomático de la Santa Sede, para el que trabajó durante 40 años.

Su recorrido “profesional” comenzó en la Nunciatura de Dakar (Senegal), a la que siguió la de Escandinavia, para ser llamado pocos años después al Consejo para Asuntos Públicos de la Iglesia, en el que ya trabajaban como secretario y subsecretario los monseñores Agostino Casaroli y Achille Silvestrini, respectivamente, dos eclesiásticos a los que monseñor Sainz estuvo siempre muy unido.

A sus órdenes trabajó en la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Uno de los frutos obtenidos por la delegación vaticana en la misma fue que en el llamado “tercer cesto” de los Acuerdos de Helsinki se incluyera el derecho a la libertad religiosa, que permitió a la Iglesia reclamar su respeto ante los gobiernos comunistas de la Europa del Este.

Mediación en el Beagle

En diciembre de 1978, Sainz fue incorporado a la Comisión que iba a tratar la mediación pontificia en el diferendo austral que enfrentaba a Chile y Argentina por la posesión del canal de Beagle; una negociación guiada primero por el cardenal Antonio Samoré y después por el ya cardenal Casaroli, secretario de Estado, que se prolongó durante varios años y que culminó con la firma de un tratado de paz entre ambas naciones latinoamericanas.

Como dijo en Santiago de Chile al celebrar los 25 años del tratado, para monseñor Sainz esta fue “la tarea más importante desarrollada en mis 40 años de servicio a la Santa Sede”.

Méritos que, sin duda, motivaron la decisión de Juan Pablo II de nombrarle, en 1988, pro-nuncio apostólico en Cuba. En diciembre de ese año fue consagrado obispo por el cardenal Casaroli, el arzobispo madrileño Ángel Suquía y monseñor Maximino Romero de Lema. Sainz permaneció cuatro años en La Habana, donde se esforzó por robustecer la presencia de la Iglesia y de los católicos en la vida pública.

Su siguiente destino fue el entonces Zaire, hoy República Democrática del Congo, y allí fue testigo de la caída de Mobutu y de la guerra civil, afrontando muchos peligros para defender la vida de los misioneros y fieles de la Iglesia.

En el país africano permaneció hasta enero de 1999, año en que se hizo cargo de la Nunciatura de la Santa Sede ante la Unión Europea en Bruselas, que, con su llegada, se independizó de la Nunciatura ante el reino de Bélgica. Eran los años en que se discutía el borrador de la Constitución Europea, en cuyo preámbulo, a pesar de los esfuerzos vaticanos y de otras Iglesias y confesiones cristianas, no se logró incluir una mención a las raíces cristianas del continente.

En el 2004, en diciembre –mes con especial significado en su vida–, el Papa le designó nuncio ante el Reino Unido, y presentó sus cartas credenciales a la reina Isabel II en junio de 2005.

Gran parte de sus energías se centraron en la renovación de la Conferencia Episcopal y en la preparación del viaje de Benedicto XVI a Inglaterra, Escocia y Gales (septiembre de 2010). Meses antes de que este comenzase, se le declaró la enfermedad que le llevaría a la muerte, pero tuvo la satisfacción de poder acompañar al Santo Padre en su visita pastoral, que tanto eco suscitó en todo el mundo.

Consciente de la gravedad de su estado de salud, monseñor Sainz presentó su dimisión ese diciembre y se retiró a Madrid, donde, a pesar de la dureza de la prueba, no perdió en ningún momento la esperanza ni la serenidad. “Ha sido una verdadera purificación, un ejemplo de fe viva en el Señor Resucitado”, declaró una persona de su círculo familiar.

La noticia de su muerte ha sido acompañada con testimonios de gratitud por parte de las conferencias episcopales de Gran Bretaña, Argentina y Chile, que le recuerdan como un nuncio que en su misión había hecho suyo el lema del cardenal Casaroli: “Hacer visible el corazón pastoral del Papa”. Al servicio de ese ministerio puso su inteligencia, sus energías, su buen carácter y su corazón, siempre abierto a la escucha y pronto a la ayuda.

En el nº 2.823 de Vida Nueva.

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