El Vaticano cierra la crisis de la Iglesia en Centroáfrica

papa Benedicto XVI en su visita a Benín en 2011

En julio se renueva la mitad del Episcopado con la toma de posesión de cuatro obispos

cuatro nuevos obispos de Centroáfrica

Los cuatro nuevos obispos: D. Nzapalainga, C.N. Yapaupa, N. Aziagbia y D. Agbenyadzi

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO. BANGUI. Fotos: SMA | En abril, Benedicto XVI nombró a cuatro nuevos obispos en la República Centroafricana. Nada de especial en la Iglesia de cualquier lugar, salvo porque aquí se trata de la mitad del episcopado del país y que durante los últimos años la situación eclesial ha atravesado una zona de turbulencias. [El Vaticano cierra la crisis de la Iglesia en Centroáfrica – Extracto]

Cuando el 22 de julio sean consagrados en una ceremonia en la capital, Bangui, quizá se dé con ello carpetazo a una de las crisis más preocupantes en la historia reciente de la Iglesia en África.

Durante las últimas décadas no han faltado tensiones entre el clero autóctono y los misioneros extranjeros en Centroáfrica, uno de los países más pobres del mundo, devastado por una sucesión de golpes, motines y una miríada de grupos rebeldes que surgen de la noche a la mañana.

En mayo de 2009, el problema estalló más allá de lo imaginable, al obligar el Vaticano a dimitir a los dos principales prelados del país: el obispo de Bossangoa, François Xavier Yombanje, entonces presidente de la Conferencia Episcopal; y el arzobispo de Bangui, Paulin Pomodino. En ambos casos se adujo como razón “falta grave” (léase tener mujer e hijos, una situación de doble vida que suele ir acompañada de desvío de fondos de la diócesis).

Ambos casos deben ser vistos en el contexto de una situación que no es exclusiva de Centroáfrica y que se venía arrastrando desde hacía décadas en muchas Iglesias de África.

Uno de los asuntos que ha preocupado siempre a Roma ha sido la ambigüedad con que bastantes sectores del clero han vivido el celibato, un estado de vida que en las culturas africanas suele aparecer como particularmente extraño. Si un cura africano vive como si estuviera casado (con una o varias mujeres) y tiene descendencia, lo más probable es que siga adelante con esa vida y ni se le pase por la mente pedir la secularización.

El aura de poder que suele rodear al clero en África es un gran obstáculo para que los feligreses cuestionen la vida de su párroco. Y si su propio obispo no es precisamente un ejemplo de castidad, en la diócesis se acabará por vivir según un acuerdo tácito de no molestarse los unos a los otros.

Huelga de misas y actividad pastoral

El conflicto eclesial de 2009 se agravó con la reacción de un buen número de sacerdotes, que decidieron convocar una huelga de misas y actividades pastorales, seguramente la primera en la historia de la Iglesia. En un comunicado emitido el 26 de mayo de 2009, los curas locales –molestos por las destituciones de los dos obispos– protestaron por “la mano oculta de algunos misioneros expatriados que acaparan todos los puestos de responsabilidad en la Iglesia centroafricana y que impiden que los donantes realicen sus aportaciones al clero autóctono”.

eucaristía en Bangui, Centroáfrica

Eucaristía en la capital centroafricana, Bangui

También mostraron su descontento por el nombramiento del sacerdote Dieudonné Nzapalainga como administrador apostólico de la Archidiócesis de Bangui. Los cristianos de a pie de esta comunidad vivieron esta situación con un gran malestar, ya que siempre tuvieron al P. Nzapalainga –párroco entonces de Notre Dame d’Afrique– en gran estima.

Aunque los curas rebeldes decidieron a última hora no llevar a cabo la huelga, durante bastante tiempo el blanco de sus iras fue el nuncio apostólico en Bangui, Judes Thaddeus Okolo. Una situación curiosa, ya que este es nigeriano.

Como parte de las medidas drásticas que tomó el nuncio, se llegó a cerrar el seminario nacional (que reabrió sus puertas en 2011) y se envió a los seminaristas mayores a concluir sus estudios a Camerún, una decisión que vivieron con bastante incomodidad. “En el seminario de Douala, a los centroafricanos nos colgaron desde el principio la etiqueta de seminaristas rebeldes. Y, sin embargo, estábamos allí como consecuencia de una situación que nosotros no habíamos creado”, cuenta un joven diácono que terminó sus estudios de Teología el año pasado.

Desde entonces, solo una de las nueve diócesis centroafricanas (Bambari) ha contado con un obispo natural del país, Manuel Mathos. El resto de las circunscripciones no vacantes ha tenido al frente a misioneros europeos, entre ellos el comboniano español Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, que durante los últimos años se ha esforzado en ayudar a una población muy castigada por los ataques indiscriminados de la guerrilla ugandesa del LRA y que ha sabido crear un ambiente más distendido entre sus sacerdotes y seminaristas.

Los nuevos obispos, todos africanos

Los nuevos obispos son todos ellos africanos, bastante jóvenes, puesto que apenas pasan de los 40 años, y tres de ellos son religiosos. Se trata del espiritano centroafricano Dieudonné Nzapalainga, hasta la fecha administrador apostólico de Bangui y que ahora se convierte en su arzobispo; el diocesano centroafricano Cyr Nestor Yapaupa, que reemplazará al polaco Peter Marzinkowski como obispo de Alindao; y dos sacerdotes de la Sociedad de Misiones Africanas (SMA): Nestor Desiré Aziagbia, como obispo de Bossangoa, y el ghanés Dennis Kofi Agbenyadzi, hasta ahora superior provincial de su congregación en Centroáfrica y que ha sido nombrado obispo de Berberati.

papa Benedicto XVI en su visita a Benín en 2011

El Papa, en su viaje a Benín en 2011

Las tensiones eclesiales de los últimos años pueden explicarse, entre otras razones, por la ausencia de una tradición de clero local, pese a que la primera prefectura apostólica data de 1909.

El primer sacerdote centroafricano fue Barthélemy Boganda, ordenado en 1938, quien colgó los hábitos en los años 50 para casarse y dedicarse a la política. Considerado como el padre de la patria y destinado a ser el primer presidente, murió en 1958, dos años antes de la independencia, en un misterioso accidente de avión.

En 1960, cuando otros países como Uganda y Tanzania contaban ya incluso con cardenales, en Centroáfrica solo había tres sacerdotes autóctonos. El primer seminario se abrió en 1983 (año en que el país contaba con 25 curas locales) y, a partir de entonces, las vocaciones fueron en aumento. Pero también subió de tono un conflicto soterrado entre clero misionero y local, que llegó a su punto álgido con la crisis de 2009.

A pesar de estas circunstancias, y de que el número de católicos no pasa del 35%, la Iglesia católica en la República Centroafricana goza de gran prestigio, y además de sus actividades pastorales, ofrece a la población recursos de salud y educación que alivian la escasez de servicios de un Estado a menudo muy ausente, sobre todo en las zonas más alejadas y deprimidas del país.

Durante los tres últimos años, el Vaticano ha obligado a dimitir a varios obispos de diócesis africanas. Los casos con más repercusión han sido los de algunas Iglesias locales de Benín, Burkina Faso, Nigeria y la República Centroafricana, y se inscriben dentro de la política de Benedicto XVI de “tolerancia cero” hacia comportamientos abusivos de pastores en materias como sexualidad y gestión de fondos. El documento Africae Munus, publicado por el Papa en noviembre del año pasado, insiste en que los obispos deben mostrar siempre “una vida ejemplar de santidad”.

En el nº 2.805 de Vida Nueva.

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