Clima de indiferencia en Alemania ante la visita del Papa
ANTONIO PELAYO. ROMA | “Wir sind Papst” (“Somos Papa”), titulaba a toda página el 20 de abril de 2005 el Bild Zeitung, el sensacionalista periódico alemán, después de la elección de Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II. Seis años después, la segunda cadena de la televisión estatal alemana, la ZDF, abría con la pregunta “Wir sind noch Papst?” (“¿Somos Papa todavía?”) uno de sus programas de debate, pocos días antes de que Benedicto XVI viaje por tercera vez a Alemania del 22 al 25 de septiembre.
Las dos anteriores ocasiones (Colonia en 2005 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, y en el 2006 para visitar su Baviera natal) no tuvieron carácter oficial, al no incluir en el itinerario la capital, Berlín. Esta vez, se trata de su primera visita de Estado, respondiendo a una invitación oficial del Presidente de la República Federal alemana, Christian Wulff.
Todos los observadores subrayan, sin embargo, que el clima precedente a su llegada no es de lo más entusiasta, y no escasean las protestas o la indiferencia ante esta visita papal.
En el Vaticano no dan demasiada importancia a estas voces discordantes ni a las manifestaciones ya anunciadas contra la llegada del Pontífice, y subrayan, por otra parte, que esta visita es “más oficial que las anteriores”, como ha destacado el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi.
Parlamentarios que no van a escuchar al Papa
En el programa, como ya es sabido, figura una intervención de Benedicto XVI ante el Parlamento federal en el histórico edificio del Reichstag el jueves 22 de septiembre por invitación del presidente Norbert Lammert (del CDU democristiano). “No es habitual que el Papa hable ante los parlamentos de las naciones que visita. Lo hizo solo en dos ocasiones Juan Pablo II, y es la primera vez que lo hará Benedicto XVI”, recalcó el padre Lombardi .
El jesuita quitó importancia al hecho anunciado de que varias decenas de parlamentarios alemanes se ausentarán del hemiciclo cuando Ratzinger tome la palabra (pertenecen al partido de izquierdas Die linke, a los verdes y la fracción laicista de la social-democracia, Laizisten in der SPD). “El Papa –dijo Lombardi- hablará a los que estén presentes y los que no acudan tendrán que explicar su decisión, mientras que los otros parlamentarios dirán lo que piensan sobre este comportamiento”.
Reacción de los obispos y la prensa
Los obispos alemanes, por su parte, ya han reaccionado ante este anunciado boicot. “En Alemania cada uno tiene derecho a sus propias necedades”, opinó el obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller. A su vez, el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, monseñor Robert Zollitsch, afirmó que “toca a cada uno acoger a un huésped con la debida amistad, respeto y nobleza”. El arzobispo de Colonia, cardenal Joachim Meisner, tampoco se ha mordido la lengua: “Es índice de de una tal estrechez mental que uno no sabe si llorar o reír”.
En la prensa, las reacciones a esta toma de posición de los parlamentarios anti-Papa son dispares, pero prevalecen las negativas. “Cuando alguien no quiere oír a otro –editorializaba el 15 de septiembre el nada clerical Suddeutsche Zeitung de Munich-, da síntomas de debilidad (…) Que casi un centenar de parlamentarios hayan manifestado su voluntad de no escuchar el discurso del Papa no es en ningún caso un signo de alta intelectualidad, de gran curiosidad o de mayor apertura de horizontes; tampoco es una prueba de respeto hacia la invitación de otras fracciones del Parlamento”.
“No hago turismo ni un ‘show'”
El mismo Joseph Ratzinger ha querido comentar su visita a Alemania interviniendo, el sábado 17 de septiembre, en el programa semanal “Das Wort zum Sonntag” (“La palabra dominical”), de la televisión federal ARD: “Todo esto no es turismo religioso y mucho menos un show. El lema del viaje, Donde está Dios, está el futuro, ya nos dice de qué se trata. Debería tratarse de que Dios vuelva a nuestro horizonte, este Dios tan frecuentemente ausente y del que sin embargo tenemos tanta necesidad”.
En el nº 2.769 de Vida Nueva.
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