Rouco invita a los jóvenes al compromiso de vida y a evangelizar “con palabras y obras”

Miles de jóvenes participan en la misa inaugural de la JMJ Madrid 2011

Miles de jóvenes participantes en la Misa de apertura de la JMJ, en Cibeles

JOSÉ LORENZO | Radiante de sol y del color que le prestó el ambiente juvenil y desenfadado que crearon los miles de peregrinos llegados hasta la capital de España. Así vivió Madrid el 16 de agosto el primer día de la Jornada Mundial de la Juventud 2011 (JMJ), en su 26ª edición, cuyo acto central se ha desarrollado en la céntrica y emblemática Plaza de Cibeles, con una eucaristía presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y concelebrada por unos 800 obispos, arzobispos y cardenales y unos 8.000 sacerdotes llegados de los cincos continentes. [Homilía íntegra]

Dedicada litúrgicamente al beato Juan Pablo II, promotor de estos encuentros, él fue, con el permiso de los jóvenes, lógicamente, el gran protagonista de la homilía del cardenal gallego, quien demostró la gran veneración que siente por el que llamó “el Papa de los jóvenes”.

El cardenal Rouco en la misa de apertura de la JMJ

“Con Juan Pablo II -señaló- se inicia un período histórico nuevo, ¡inédito!, en la relación del Sucesor de Pedro con la juventud, y, consecuentemente, una hasta entonces desconocida relación de la Iglesia con sus jóvenes: relación directa, inmediata, de corazón a corazón, impregnada de una fe en el Señor, en Jesucristo, entusiasta, esperanzada, alegre, contagiosa”.

Rouco recorrió brevemente los hitos biográficos y pastorales de Juan Pablo II, destacando por encima de todo, su “amor apasionado a Jesucristo”, algo que, según él, era “lo que fascinaba y cautivaba a los jóvenes. Comprendían que de este modo ellos eran queridos y amados por el Papa de verdad: sin halagos, ni disimulos; ni interesada, engañosa o superficialmente; sino con toda la autenticidad del que sólo buscaba su bien, el bien de sus vidas: ¡su felicidad!, ¡su salvación! Y lo buscaba entregando, sin reservase nada, la propia vida. Lo intuían con el corazón más que lo razonaban con la cabeza”.

Expectantes desde primera hora

Los otros protagonistas destacados, como se ha dicho, fueron los miles de jóvenes que se agolpaban en la Plaza de Cibeles, algunos esperando desde las primeras horas de la mañana a que diese comienzo la ceremonia, fijada a las 20:00 horas, cuando el sol empezaba a mostrarse algo más misericordioso.

A ellos les dio palabras sentidas de gratitud por su presencia y de bienvenida a un país que, como recordara el propio Juan Pablo II ocho años antes en la cercana Plaza de Colón, no puede olvidar sus hondas raíces cristianas.

“¡Bienvenidos a España! –dijo cálidamente el purpurado gallego-. Muchos de vosotros habéis experimentado y apreciado ya en los días de la semana previa en vuestro recorrido por las Diócesis españolas la cordial acogida y el amor fraterno de vuestros hermanos los jóvenes de España, de sus familias, de sus comunidades y de sus Pastores. Habéis podido comprobar que esa actitud de brazos abiertos y de cálida simpatía tiene que ver profundamente con el hecho vivo de un viejo país formado por una comunidad de pueblos: ¡España!, cuya principal seña de identidad histórica, ¡de su cultura y modo de ser!, es la profesión de la fe cristiana de sus hijas e hijos en la comunión de la Iglesia Católica”.

“La personalidad histórica de España se forja con rasgos inconfundibles en torno a la visión cristiana del hombre y de la vida desde los albores mismos de su historia -continuó Rouco-, iniciada en gran medida con la primera andadura de la predicación apostólica en suelo español hace casi dos mil años”.

Y en lo que podría interpretarse como una sutil alusión a la campaña puesta en marcha en las últimas semanas contra la visita de Benedicto XVI para participar en los actos centrales de estas Jornadas, Rouco quiso recordar que ni esas mismas raíces cristianas ni el sentido hospitalario le eran ajenas a la ciudad que las alberga.

“Y así como España no es inteligible sin su bimilenaria tradición católica -apuntó-, Madrid, residencia real y su Capital desde la segunda mitad del siglo XVI, en plena irrupción de la Modernidad, tampoco. Las raíces cristianas de esta ciudad, muy antiguas, bien identificadas al iniciarse el segundo milenio del cristianismo, siguen vivas y vigorosas influyendo en la configuración de su fisonomía social, cultural y humana, pero, sobre todo, de su alma: ¡el alma de sus hijos e hijas! ¡Madrid es una ciudad acogedora y cordial de todos los que la visitan, vengan de donde vengan!”.

Un momento de la Eucaristía en Cibeles

La Generación de Benedicto XVI

Rouco señaló que “la ingente multitud de jóvenes” presentes en esta JMJ, “son la esperanza y futuro de nuestras Iglesias particulares, de nuestros pueblos y naciones, ¡de la Iglesia entera!”, como lo han sido también las tres generaciones anteriores que han participado en ellas desde que dieron comienzo en el año 1984.

Pero estos jóvenes, indicó, ya no es aquella juventud de Juan Pablo II. “Sois las de Benedicto XVI”, les dijo, antes de explicar que “vuestro ‘sitio en la vida’ tiene sus peculiaridades. Vuestros problemas y circunstancias vitales se han modificado. La globalización, las nuevas tecnologías de la comunicación, la crisis económica, etc., os condicionan para bien y, en muchas ocasiones, para mal”.

“A los jóvenes de hoy -siguió-, con raíces existenciales debilitadas por un rampante relativismo espiritual y moral, ‘encerrados por el poder dominante’ (Benedicto XVI, Mensaje para la JMJ 2011, 1), y sin hallar sólidos fundamentos para vuestras vidas en la cultura y la sociedad actuales, incluso, no rara vez, en la propia familia…, se os tienta poderosamente hasta los límites de haceros perder la orientación en el camino de la vida: ¿cómo no va a vacilar a veces vuestra fe? “.

“La juventud del siglo XXI necesita, tanto o más que las generaciones precedentes -añadió-, encontrar al Señor por la única vía que se ha demostrado espiritualmente eficaz: la del  peregrino humilde y sencillo que busca su rostro”.

“Respondedle que sí”

Al igual que en anteriores ediciones, de las que salieron vocaciones para el sacerdocio, la vida religiosa o la familia cristiana, Rouco les recordó que también en esta JMJ, “Jesús os busca para enraizarse en vuestro corazón de jóvenes del Tercer Milenio”, por lo que los invitó al compromiso activo.

“Tened presente estos días que el Señor, por medio del Papa, os va a preguntar: ¿aceptáis el formidable y hermoso reto de ‘a nueva evangelización’de vuestros jóvenes coetáneos? Respondedle que sí, recordando aquella vibrante y valiente llamada de Juan Pablo II en la Homilía del Monte del Gozo el 20 de agosto de 1989: ¡’No tengáis miedo a ser santos’! ¡’dejad que Cristo reine en vuestros corazones’! Respondedle que sí con toda la capacidad de ilusión y apertura generosa a los grandes ideales de la vida que os es tan propia. ¡Responded a la renovada llamada de Benedicto XVI con un claro y coherente compromiso de vida! Se evangeliza con las palabras y con las obras, hoy más que nunca”.

La imagen de la Virgen de la Almudena, patrona de Madrid, en el altar de Cibeles

Rylko: “¡Sí, la fe es posible!”

El primer gran acto de esta JMJ terminó con unas palabras de bienvenida y de ánimo del cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, el organismo vaticano del que depende la organización de las JMJ.

“Habéis traído a esta cita con el Santo Padre Benedicto XVI vuestros proyectos, vuestras esperanzas y también vuestras inquietudes, la preocupación por las decisiones que os esperan… Serán días inolvidables de importantes descubrimientos y de decisiones determinantes para vuestra vida…”, aseguró el cardenal.

Remitiendo al lema de la Jornada (Arraigados en Cristo, firmes en la fe), Rylko aseguró: “En estos días la fe estará en el centro de nuestra reflexión; porque la fe es un factor decisivo en la vida de cada hombre. ¡Si Dios existe o no existe, todo cambia! La fe es la raíz que nos nutre (…) Sin embargo, muchos hoy se preguntan: en nuestro mundo, que tan a menudo rechaza a Dios y vive como si Dios no existiera, ¿es aún posible la fe?…”.

“¡Queridísimos jóvenes! -exhortó-. Os habéis reunido aquí, en Madrid, desde los rincones más remotos del planeta, para decir en voz alta a todo el mundo, y en particular a esta Europa que está dando signos de profunda desorientación, para decir vuestro firme ‘sí’! ‘Sí!, ¡la fe es posible!”.

Homilía íntegra del cardenal Rouco.

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