Un informe de la ONU destaca el importante papel de las escuelas cristianas en la región
Texto y fotos: CARMEN RENGEL. JERUSALÉN | Sin educación no hay futuro. Lo afirman la ONU, los políticos de izquierdas y de derechas, el sentido común. Dando por exacta esta máxima, hoy hay 10.000 menores palestinos, vecinos de Jerusalén Este, para los que las puertas del progreso están cerradas. Son los chavales que no pueden matricularse en el colegio, bien porque no hay plazas públicas suficientes, bien porque no tienen dinero para una matrícula privada.
Son el resultado de una política educativa discriminatoria por parte del Gobierno de Israel, de la escasez crónica de instalaciones y de la pobreza de las familias árabes, superior al 20%. Son chicos que deambulan por la ciudad vieja en horas de clase, sin haber tocado un libro en su vida, o que guardan recuerdo de pizarras y lápices, porque un día los usaron, pero que ahora, más crecidos, deben abandonar las aulas. No hay centros de Secundaria para ellos, o no hay con qué pagarlos.
Su situación, desesperada, ha sido denunciada en un reciente informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), un monográfico coordinado por Ray Dolphin sobre la situación en Jerusalén Oriental, que califica de “desesperada” e “insostenible” la rutina de los casi 270.000 palestinos que viven en la zona.
Sin embargo, cada año hay más futuro para estos pequeños. Aún son muchos los que quedan fuera de los centros, es cierto, pero también cada curso hay más oportunidades gracias, entre otras, a las escuelas cristianas, en las que estudian más de 14.000 pequeños de entre seis y 18 años. “El papel de las escuelas cristianas es esencial para garantizar la educación de estos menores”, resalta el autor del informe.
Su reflexión se sustenta en la estadística: actualmente hay 87.624 alumnos árabes matriculados en la capital triplemente santa, de los que solo 42.271 están en centros públicos. Otros 20.000 reciben formación en escuelas privadas o “no reconocidas oficialmente”, esto es, viviendas alquiladas allí donde no hay colegios –en la mayoría de los casos, “deficientes e inadecuadas”– y en las que se imparte el currículum oficial. En este grupo están los chicos formados en centros cristianos, casi el 70% del total.
28 escuelas cristianas en Jerusalén
Según el Centro de Información Cristiana de Jerusalén, actualmente hay 28 escuelas cristianas radicadas en la municipalidad, además de institutos religiosos en los que también se ofrece formación reglada según el modelo legal del Estado de Israel.
El impulso educativo llega de todas las confesiones: católica, ortodoxa, anglicana, luterana… Algunos centros son los que eligen los trabajadores extranjeros que temporalmente recalan en la ciudad (diplomáticos, cooperantes, docentes, periodistas…) y tienen cierto halo de elitismo, como el Anglicano, el AISJ, con matrículas más costosas.
Con una mano sobran dedos para contar los centros de este tipo. El resto tiene una clara vocación de servicio a los que más lo necesitan de la educación, y se mantienen a base de subvenciones y donaciones. Es el caso del Collège des Frères, fundado por los Hermanos de la Salle en 1876.
Ahora, arrancado el verano, el centro sigue vivo, alegre, rebosante de niños. Aquí se ha instalado el campamento de verano de las escuelas cristianas de la ciudad, así que los niños de toda la zona (especialmente de la parte vieja) acuden a su edificio, a un paso de la Puerta Nueva, para llenar sus días tras el final del curso.
El hermano Daoud Kasabry se encarga de estos seminarios veraniegos, a los que asisten 60 chavales. “Hay que atenderlos, porque en sus casas, minúsculas, hacinadas, con graves problemas económicos, no tienen ni espacio ni medios para jugar. Aquí hacen deporte, promovemos el compañerismo, compartimos experiencias, hasta les damos de comer. Es una ayuda para sus familias”, argumenta.
En el nº 2.760 de Vida Nueva (artículo íntegro para suscriptores)