La Iglesia irlandesa pone en marcha un nuevo servicio de apoyo a las víctimas

El cardenal Brady (dcha.) y el arzobispo de Dublín, D. Martin

MARÍA GÓMEZ | Mientras continúa la visita apostólica a la Iglesia en Irlanda, ordenada por el Papa a raíz de los escándalos de pederastia clerical, los obispos acaban de publicar una carta pastoral que recoge la idea esencial con la que se está trabajando en esta dura etapa: Hacia la curación y la renovación. Con ese título (Towards Healing and Renewal), el documento episcopal se presenta como una “respuesta pastoral” cuyas prioridades son orar por las víctimas, escucharlas “con cuidado y sensibilidad” y prestarles apoyo espiritual. El Consejo Nacional para la Salvaguarda de los Niños, que ha elaborado una guía de procedimientos, revisará las 26 diócesis irlandesas y las congregaciones religiosas.

Además, el Episcopado ha anunciado la puesta en marcha de un nuevo servicio de escucha y apoyo a las víctimas, en colaboración con la Conferencia de Religiosos de Irlanda y la Unión Misionera Irlandesa. Ambas medidas son “dos signos tangibles de nuestro compromiso de trabajar con todas las personas de buena voluntad para garantizar lo mejor que podamos que todo niño de esta isla está atendido y a salvo de cualquier forma de abuso y daño”, asegura el cardenal de Armagh, Seán Brady.

Los obispos han hecho coincidir estos anuncios con el primer aniversario (19 de marzo) de la Carta a los Católicos de Irlanda de Benedicto XVI. Por recomendación de esta, desde entonces han tenido lugar sesiones de consulta con varios colectivos. Entre abril y noviembre de 2010, unos 3.000 irlandeses han participado en estas sesiones, informaba el diario francés La Croix el 16 de marzo.

En la síntesis de las reflexiones, presentadas a los obispos a principios de marzo, se aprecia bastante decepción. Los fieles echan de menos la ausencia de crítica sobre el papel del Vaticano y lamentan que la renovación de la Iglesia sea evocada fundamentalmente en términos espirituales, cuando les parece necesaria una reforma estructural, donde primen la colaboración entre laicos y clero, y más diálogo y transparencia.

En el nº 2.748 de Vida Nueva.

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