El Humanismo de la Verbum Domini

GABRIEL NARANJO SALAZAR, CM

Esta reciente Exhortación de Benedicto XVI sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, tiene en su tercera parte un aterrizaje cautivante gracias al humanismo que la caracteriza. Después del teocentrismo y el eclesiocentrismo, de las dos anteriores, aquí escribe no solo el Papa teólogo y pastor sino sobre todo el humanista, más cercano esta vez a Pablo VI que a Juan Pablo II.
Antropocentrismo no ajeno al contenido de los bloques precedentes, por su apertura a Dios: “Toda auténtica cultura, si quiere ser realmente para el hombre, ha de estar abierta a la trascendencia, en último término, a Dios” (109); y a los hermanos: “quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre” (103).
Esta corriente que oxigena la proyección de la Palabra de Dios en el mundo se cruza, por supuesto, con aquella de la Biblia, reconocida como “un gran códice para las culturas”, y centrada, más que en la Iglesia, en el Reino de Dios; y con aquella latinoamericana que se ha ido fortaleciendo en las Conferencias de Medellín con su opción por los pobres, de Puebla con su insistencia en la comunión y la participación eclesiales, de Santo Domingo con la inculturación del Evangelio y de Aparecida con su invitación a una Misión Continental  orientada no solo a los más lejanos, missio ad gentes, sino también y sobre todo a los más alejados, missio inter gentes.
Se trata de una propuesta no solo “católica”, sino también civil y universal, entre otros motivos por su focalización en la dignidad de la persona humana y en el interés por los más apremiantes problemas de la humanidad hoy, como: la justicia, la paz, la caridad efectiva, los jóvenes, los migrantes, los que sufren física, psíquica o espiritualmente, los pobres y la creación.

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