El futuro de la ignorancia

Como decía Unamuno en sus cartas a Giovanni Boine, la estupidez está prohibida al cristiano

Miguel de Unamuno

(Pedro Aliaga– Trinitario, historiador) Bajo el sugestivo e inquietante título de La santa ignorancia (La sainte ignorance, Seuil), el sociólogo de la Religión Olivier Roy afirma que “la ignorancia tiene un gran futuro”. El autor ha explicado que el porvenir de la ignorancia correrá paralelo con el del fundamentalismo religioso. En el mejor de los casos, ciertas formas de religiosidad que se abren paso no muestran interés alguno por el saber; en el peor, consideran que la demasiada cultura es algo nocivo para el hombre de fe.

Los motivos hay que buscarlos en el moderno proceso de secularización, que ha aislado a las religiones de la cultura dominante, haciéndolas más visibles. Mientras que, tradicionalmente, creyentes y no creyentes han compartido la misma cultura, este espacio común tiende a ir desapareciendo. Los creyentes tienden a mirar a los no creyentes como adversarios y a comprender la cultura como un obstáculo, existiendo una autocomprensión cada vez mayor de minoría asediada por una cultura profana, atea, pornográfica y materialista.

La búsqueda de espiritualidades, que más que corderos pretenden formar borregos, con voluntades rendidas a líderes aplaudidos para cuya canonización no se espera al requisito de la muerte, encontrándose con “milagros” inesperados que los hacen bajar de las peanas, con proyectos en que el Evangelio es motivo de consumo y el compromiso obedece no tanto a motivos de conciencia inteligente de la fe cuanto a consignas que son como la hierba del tejado, ¿dónde dejan a los letrados que nunca engañaron a quienes buscaron en la noche la huella del Amado?

En la radioescucha hacia el infinito, que nos transmite el acuerdo entre bondad e inteligencia, es cosa saludable oír la voz de don Miguel de Unamuno. Recientemente se ha descubierto su correspondencia con Giovanni Boine, en torno a la idea de que la estupidez está prohibida al cristiano, en base a Mateo, 5, 22. Dejemos la voz de Unamuno para ser leída en los maitines que desasosieguen las almas dormidas: “Es muy frecuente oír, cuando se quiere defender a los tontos, aquello de que serán bienaventurados los pobres de espíritu, y sin embargo, pobre de espíritu no es lo mismo que tonto”.

Más información en el nº 2.715 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el artículo completo aquí.

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