Silencio navideño

Silencio-navideño(Vida Nueva) Con el título de Silencio navideño, Vida Nueva ofrece a sus lectores un original relato del nacimiento de Jesús narrado por el buey, a modo de cuento,  con motivo de su número especial. El autor es José Serna, licenciado en Ciencias de la información y en Teología. Trabaja como profesor de instituto en Bilbao, y colabora en distintas publicaciones vascas, además de ser coautor de una decena de libros de texto de religión.

A modo de regalo navideño, ofrecemos a todos los que visitan nuestra web estos días el texto completo del cuento.

Vida Nueva les desea una FELIZ NAVIDAD.

(José Serna– Ilustraciones: J. I. Molano) No me lo puedo creer, sí, nos habían recogido, como todas las noches, en este establo, tú llevabas la carga, yo araba la tierra, y la dueña nos protegía aquí, nos traía la comida, nos resguardábamos, run, run, run, siempre la misma canción, sin aburrirnos, con ganas de descansar, sabiendo que quizá al día siguiente el trabajo iba a ser duro, pero eso no nos importaba, run, run, run, la paja unos días está más fresca, casi recién cortada, otros días está más dura, y se nota, al menos en el paladar, cuando va entrando en el estómago si no ha sido bien rumiada, run, run, run, así que no me extraña que aquella noche se quedase mi aliento en el aire, como petrificado, al igual que sucede con esas estrellas que parece que se clavan en el cielo y se ven allí, majestuosas, llenas de silencio, que te dan ganas de no entrar al establo, quedarse allí, mirando al cielo, pendiente de que algo se mueva, porque la verdad, algunos días parece que la luz renace en el mundo, que la luz reza, sí, ¿no has oído nunca esa expresión?, yo tampoco, pero tú eres una mula respetuosa, y aceptas todo, yo estoy comenzando a fijarme en cosas a las que nunca les había dado importancia, porque desde aquel día algo ha cambiado, no sé, como si quienes nunca hemos puesto atención en un reloj necesitásemos marcar una hora, y quienes habitualmente están pendientes de los relojes saben ya que eso no es lo importante en la vida, ¿que no lo entiendes?, yo tampoco, la verdad, pero es la forma en la que un buey se explica, vamos a ver, yo sólo sé andar donde el camino es ancho y el suelo bien prensado, pues tengo que explicarlo así, no puedo más, no te rías, no me digas que tú eres más torpe, porque sabes que nuestra presencia ha sido importante en estas circunstancias, eso ha dicho nuestra dueña, eso repiten en muchos hogares del mundo cuando nos colocan en el portal de Belén, en aquella escena que a mí me resulta inolvidable, porque yo nunca había visto nacer un niño, tampoco he visto nacer a un buey, ni a una mula, ¡otra vez te ríes!, que ahora hablo en serio, pero el nacimiento de aquel niño es el que me hace ver el cielo de forma diferente, tal y como te estaba explicando antes, ¿te acuerdas de cómo llegaron?, ella estaba muy nerviosa, él más todavía, les acompañaba la dueña, que puso agua caliente, y ellos comenzaron a dar vueltas por el establo, tú te quedabas quieta en ese rincón, movías las orejas como si alguien te fuese a echar del establo, pero no nos echaron, faltaría más, y yo me quedé en la otra esquina, observando lo que sucedía, porque es que me entraba un temblor aquí, debajo de la barriga, un temblor que no había sentido nunca, ¿y a ti un cosquilleo?, no te creo, tú nunca te emocionas, bueno, no vamos a discutir ahora, el caso es que le vi a él cómo la trataba a ella, ponía su mano sobre el vientre con delicadeza, ¿que yo no sé lo que es la delicadeza, pedazo de animal?, ¿y lo sabes tú, que en estos cuatro años que llevamos viniendo por aquí no has sido capaz siquiera de quitarme un piojo?, lo que hay que oír, no repitas tanto lo que haces por mí todos los días, que ni tú te lo crees, bueno, a lo que vamos, él la miraba como a un frasco de esencias, la trataba como si se fuese a romper de un momento a otro y ponía su máxima atención, y ella, tan nerviosa, tan confiada, aguantaba las llamadas del niño como si se tratase de algo doloroso y feliz, ¿que yo no sé lo que es esto?, ¡ya estamos, pedazo de mula!, yo sé lo que es el dolor, y tú también, aunque eso de la felicidad…, bueno, prosigamos, porque si no… nunca acabo, que esta noche no sabemos qué va a suceder, ¡ha cambiado tanto el mundo desde ese instante…!, el caso es que nuestra dueña calentó el agua, y ayudó a que saliese el niño, nadie nos hacía caso, es verdad, pero aquel pedacito de carne, con su cordón umbilical roto, ¡déjame en paz!, ya te explicaré luego dónde he aprendido lo del cordón umbilical, mulita, eso es, desde que aquel cordón umbilical se cortó y el niño lloró y abrió los ojos, ví ahí, fundidos, el dolor y la felicidad, porque dicen, atiende bien, dicen que Dios ha entrado en la humanidad, y por eso los relojes, como ya te he dicho antes, tienen distinto sentido, tanto para los que los usan como para los que no, yo, por ejemplo, nunca he usado un reloj, pero yo no soy más que un buey, un buey un poco bruto que lo entiende todo al revés, pero sí sé que desde aquella noche no hemos salido del establo, que nuestra dueña dice que lo importante es lo importante, que cuando el niño mamó por primera vez la madre durmió varias horas seguidas y el padre la seguía mirando, descubrí la felicidad en sus caras, y el estremecimiento de la primera vez se convirtió en emoción, a continuación en una lágrima, y después en un silencio, como de alabanza, ¡yo qué sé!, y tú no te hagas la tontita, pues me entiendes, porque al día siguiente sucedieron también cosas ciertamente extrañas en este lugar desconocido, porque empezaron a venir unos pastores, gente que trabaja en el campo, y dicen que van a venir unos sabios ricos que proceden de muy lejanas tierras, sí, sí, ya lo sabes, las cosas están cambiando mucho, nadie nos echa, no nos han vuelto a pegar con el látigo, nos dan de comer bien, pero algún día esta familia se marchará, y entonces todo se olvidará y tendremos que volver a hacer lo mismo que hasta ahora, sin que tenga importancia nuestro cansancio, sin que nadie se preocupe de nuestra felicidad, ¡no llores, mulita, que todavía no hemos ido a trabajar…!, ¿que no lloras por eso?, vaya, vaya, y yo que pensaba que no tenías sensibilidad…, bueno, no quieres que se vayan, que a ti también te ha afectado todo esto, que te entra algo por dentro y ves las cosas de forma distinta, que ya lo sé yo, sí, como si todo se hubiese vuelto limpio, como si esta cuadra hubiese estado siempre ordenada, como si el sonido de las palabras nos contagiase y se pudiese vivir de manera diferente, yo escuchándote, tú escuchándome, las personas más amables y con regalos, como si algo más grande que todo lo que podemos ver y oír se hubiese metido en ese niño, míralo, sí, hasta cuando cierra los ojos parece que le entra algo de luz por dentro, y su madre, que lo acepta todo, que lo vive todo como quien ha tenido que tomar una gran decisión y, una vez que ha dicho sí, no se vuelve atrás, con ese compañero que tiene, tan despistado y cariñoso, tan duro y preciso, tan especial, ¡vaya familia!, ¡lo que daría yo por algo así!, pero se marcharán, esos lloros y esas risas quedarán grabados en mis orejas, ya no me las voy a volver a lavar, ¿que no me las he lavado nunca?, ¡tú qué sabes!, y hablando de orejas, bueno, es el colmo, si no hay orejas más feas que las de una mula, ¡sí, una mula buena!, claro, princesa, tiene usted razón, ¿lo ves cómo me he contagiado?, ya no soy capaz de hablarte para hacerte daño, dicen que algo así es la palabra de Dios, y las personas que están viniendo por aquí no sólo traen regalos, sino que se hacen regalos, que la vida se hace regalo, y que todo ello se envuelve con miradas nuevas, no sé por qué digo todas estas palabras, quizá porque no quiero perder ninguno de estos instantes, antes de que se vayan, quizá porque me ha tocado algo en el corazón y ya no se va, pues aunque todo vuelva a ser lo mismo, ya no será igual, al menos ésa es la impresión que yo tengo después de lo que he visto, mírala a ella, ha vuelto a traer agua fresca de la fuente, aquí todo va quedando limpio, con ese orden y olor a frescura, a novedad, ¡nunca lo había sentido así, y el hombre, dicen que se llama José, no para de trabajar, primero unos bancos, después una mesa, los pesebres, la puerta, como siga así va a venir a vivir aquí la dueña, pero tengo entendido que se van a ir pronto, no me mires así, yo también quiero que se queden más días, pero han encontrado ya una casa en el pueblo, para vivir como hacen las personas, ¿que tú también eres persona?, venga, no me digas, además no te gustaría, pues se empeñan en hacer guerras, peleas, robos, y eso tú no lo sabes hacer, que un poco animales ya somos, pero no hacemos las animaladas Silencio-navideño-3que hacen las personas, y hemos oído eso de paz en la tierra a las personas de buena voluntad, ¿cómo podrá traer la paz?, quizá lo maten, quizá se arrepienta de haberse marchado, pero quizá también muchas personas sepan lo que eso significa, porque el niño éste, Jesús, creo que se llama, tiene que ser algo especial, y no estoy hablando de alguien que ha caído de una estrella, sino de quien ha puesto las estrellas, ¡ah, sí, pedazo de mula!, tú me estás diciendo ahora que las estrellas no están puestas en el cielo, que las estrellas son como soles mucho más grandes que habitan el universo y que la Tierra vive alrededor de una pequeña estrella, el Sol, ¡serás animal!, ¿y que además han pasado trece mil millones de años desde que comenzó a formarse el universo en que vivimos?, pues no se hable más, pedazo de mula, yo no tengo argumentos para rebatirte, lo que tú digas, pero pienso que lo que ha pasado aquí tiene mucho que ver con la primera señal del universo, ¡fíjate lo que te digo!, ¿que tú también estás de acuerdo?, no esperaba menos, estoy pensando que dentro de muchos años todo esto seguirá teniendo un sentido, que muchas personas habrán dejado que un acontecimiento así entre en su corazón, y que a ti y a mí nos pondrán en las casas, en fechas señaladas, recordando que dimos calor con nuestro aliento, que supimos comprender mejor que otros seres lo que estaba sucediendo, y tengo la impresión de que cuando nos coloquen en sus casas, con figuras más o menos adecuadas, estarán queriendo decir algo, quizá deseen manifestar que este niño les ha dejado huella por dentro, que no ha muerto, que sigue estando presente constantemente en quienes facilitan que su corazón se deje llevar al ritmo de Dios, ¿que por qué digo esto?, pues no lo sé, me sale de dentro, ¿no te ha sucedido en alguna ocasión que estabas deseando algo, sin saber muy bien qué, y entonces lo encuentras y te llenas de satisfacción?, bueno, eso es mucho para ti, claro, también es mucho para mí, pero me parece que también esa mujer, fíjate qué guapa, tiene que ver con el origen de la belleza, esa mujer… ¡sí, se llama María!, pues por lo visto tiene mucho que ver en todo esto, y no sólo por el orden, por el cariño, por la limpieza, ¡qué va!, es como si representase a alguien, como si parte de la humanidad estuviese esperando, preguntando, decidiendo, y va ella y, pudiendo decir que no, dice que sí, con sus senos alimentando la esperanza de la humanidad, ¡sí, me he vuelto un buey filósofo!, ya te lo explicaré luego…, pero esa mujer tiene también parte en esta historia, no te diría yo que es como una araña que va tejiendo la tela porque a ti no te gustan las arañas, a pesar de lo bruta que eres, nunca te has llevado bien con ellas, pero estoy seguro de que tiene algo que ver con que esto sea posible, porque igual podía haber mirado hacia otra parte, y entonces yo no habría sentido que ha cambiado el tiempo, que un niño de pañales sea la encarnación de la ternura, ¡toma ya!, ¿a que me ha salido bien?, ¿que siga adelante?, ¿que te está gustando lo que digo?, no esperaba menos de ti, pero este niño, con esa apariencia tan normal, con esos movimientos siempre cercanos a su madre, con ese estar silencioso, en mi pesebre, ¡fíjate bien!, en mi pesebre…, donde yo he comido tantas veces, me da que pensar, como esta mañana, cuando se han levantado, y se han quedado a su lado los dos, María y José, observándolo, sonriendo, amasando sueños, sí, lo he visto en sus ojos, he sentido cómo latían sus corazones, he visto alrededor de sus ojos unas miradas que no veían solamente cosas, pues se dejaban caer suavemente, una y otra vez, como las hojas de color ocre que en otoño van deslizándose, muertas ya, por el aire, una a una, hasta el suelo, y después de alfombrar el suelo en torno a los árboles, se dejan llevar por el viento, o se quedan allí, mudas y llenas de vida, para alimentar el suelo, para dar nueva vida, para que nada se quede quieto y todo vuelva a surgir de nuevo, ¡esto sí que te ha gustado!, ¿cómo te lo diré de otra forma?, porque eso no se puede explicar, ni se puede plasmar, bueno, eso es otra historia, porque si te fijas bien en ese calendario dentro de unos cuantos años, cuando aparezcamos en las casas, en figuras de madera, de barro, de plastilina, de papel, de cartón, de plástico, de todo tipo de materiales, verás cómo hay una mujer, que no es María, marchando a la fuente, dos patitos en el río, tres pastores y un rebaño, el perro, el leñador, el soldado, las gallinas y todo lo que en cualquier pueblo tiene vida, porque me da a mí que el musgo, el corcho, las cortezas de árbol, los cartones y todos los materiales que se utilizan para colocar en las casas la reproducción del “belén” son también una manera sencilla y artística de hablar sobre todo esto que ha sucedido estos días, ¿que si tú y yo aparecemos también?, pues claro, faltaría más, lo que pasa es que en algunos sitios ponen demasiadas luces, demasiada música, y lo colocan en centros comerciales donde la gente se gasta mucho dinero, y entonces todo brilla tanto que el niño del portal no se ve, que José y María no aparecen, o si por casualidad aparece su imagen, lo hace en unas circunstancias extrañas, rodeados de personas que se gastan mucho dinero en objetos, y la empresa que lo organiza coloca el “belén” en el sitio más estratégico, como un reclamo para ganar más dinero, ¿que si se puede hacer algo?, pues claro, tú y yo lo sabemos, se trata de seguir viviendo y que se pueda decir de nuevo: “Paz a las personas de buena voluntad”, ¿que tú y yo no somos personas?, pues la misma pregunta pueden hacerse en otros lugares, porque a mí que no me digan si es persona quien organiza guerras, quien hace que muchos seres mueran de hambre, no me lo digas, pues la paz tiene que surgir de dentro, no, que no te voy a dar un sermón, mi terca mulita, que no voy a insistir de nuevo en esas cosas que ya sabes, ¡qué animal has dejado de ser!, y que cuando pienso en esas reproducciones artísticas de lo que aquí ha sucedido, me lleno de sensibilidad, que es una capacidad humana, y entonces surge en mí la ternura, y dudo si soy buey o persona, ¡no te rías, que no estoy de broma!, aunque, bien pensado, quizá es mejor así, quizá hay que tomarse muchas cosas grandes a broma y saber ver las pequeñas, como hizo nuestro inventor, ¿no sabes que tenemos un inventor?, pues sí, fue un tal Francisco de Asís, que se preocupaba por todas las cosas sencillas de la naturaleza y veía la belleza del mundo en todas partes menos en la miseria, también hablaba con los animales, incluso con el lobo, que dicen que tiene malas pulgas, pues así es, ¡no me tomes el pelo!, claro que tuvo mulas, ¡y caballos!, pero después de haber tenido de todo, se quedó con las personas y las cosas más pobres, ¡que no se olvidó de los animales!, ¡ni de las plantas!, y valoró mucho a todos los seres, como si todos cantasen al unísono las maravillas de la creación, ¡que ahora te explico por qué hablo de él…!, pues porque hizo representaciones vivas del nacimiento, con Jesús, María, José, la mula y el buey… ¡sí, sí, tú también!, y terminó arraigando aquella costumbre, de tal manera que en gran parte de Occidente muchas familias cristianas reproducen la escena en sus hogares para que los días de Navidad se tenga presente, de una forma muy especial, lo que aquí ha sucedido, ¡sí, pesada, a ti y a mí también nos incluyen!, dicen que es una forma de valorar también la sencillez, de presentar la noticia de que Dios ha entrado en la humanidad por una puerta de ternura, ¡vaya, qué oportuna eres!, tienes que hablar de lo que ocurre muchos años, por estas fechas, en Belén, en este mismo pueblo, me tienes que recordar que aquí hay personas Silencio-navideño-4cristianas, musulmanas y judías, y que quizá sea ésa la causa de las bombas y del dolor que nos revuelve las entrañas cuando lo vemos junto al camino, ¡claro que tienes razón!, así es muy difícil hablar de la ternura de Dios, y de tararear canciones de paz y amor, yo tampoco lo entiendo muy bien, pero mira la sonrisa del niño, nos está escuchando, se da cuenta de lo que decimos, ¿que en qué lo noto?, pues no lo sé, hay cosas que uno no sabe decir con palabras, como las razones que me pides para demostrar que algo, o mucho, ha cambiado, no sé explicártelo muy bien, quizá tenga que ver con la libertad, ¿que no te hable otra vez así?, vale, es que tú y yo cada vez tenemos más características humanas, y ésa es una palabra humana, pero no me importa salirme del papel adjudicado, tal vez todo no consista sólo en una mejora de la vida, aunque es necesario avanzar en todos los aspectos, ¡observa cómo me tiembla la voz al mirar otra vez al niño y decirlo así, con tanta seguridad!, quizá tenga algo que ver con el misterio, ¿por qué las personas, que no saben apenas nada sobre las cuestiones importantes de la vida, que no se ayudan a ser felices, que tiran comida mientras en la acera de enfrente alguien se muere de hambre… te decía, por qué las personas quieren explicarlo todo tan clarito?, ¡ya lo sé, otra vez mis grandes preguntas…!, ¿que no parezco un buey?, ¡qué más me da!, pero quizá otra forma de preguntar por el misterio es quedarse delante, en silencio, dejando los ojos planos, como ahora hacemos tú y yo ante esta escena, con Jesús, María y José, y quedarse mirando, dejando que el agua del manantial llene nuestro cántaro, como hace María cada vez que va a la fuente, como hace José cada vez que arregla todo lo que encuentra a su alcance, como hace ese niño, que, a pesar de su corta edad, me produce un escalofrío, una sensación de paz, no sé, algo que con palabras ya no sé expresar.

Así que me callo.
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En el nº 2.688 de Vida Nueva.

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