Los demonios de Mateo

Joven-lee-de-espaldas(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) Por fin, entre reuniones, trabajo para comisiones y documentos… Mateo encontró tiempo para sí. Hemos tenido una tarde de acompañamiento con silencios, alguna lágrima y pocos reproches. Hemos celebrado la Eucaristía y pedido orden y luz… ¡A ver si aparece la “moneda”, como en la parábola! Mateo se está tomando en serio el momento que vive. No quiere tener la respuesta hecha ni la decisión tomada… Quiere ser, no sólo quedarse…

Dice que puede quedarse sin más preguntas. Nadie se las va a hacer. Pero él quiere dar razón de la fe que vive. Y así, desempolva un demonio “rampante” con dos cabezas. Se pueden “hacer cosas” sin saber desde dónde y se puede estar sin ser. Convertir la vida consagrada en un estilo cómodo, sin preocupaciones, con orden externo y necesidades cubiertas… sencillamente, es matar la opción. Felicité a Mateo por su fidelidad.

“Hacía mucho que no hablaba de Dios”. En realidad, se puede vivir esto nuestro casi sin aludirlo… Al menos, hay un demonio que nos dice que es posible, es un demonio con agenda repleta. Mateo está un tanto desencantado de la “misión” de los últimos años. Quemó mucho tiempo pensando el bien para los demás, pero dejando crecer su yo, de manera que no ve más allá que lo que le pasa, siente o puede… Oyéndolo me recuerda al egoísmo autorreferencial que corre en paralelo con una creciente sensibilidad ante la miseria humana, como bien apunta Zygmunt Bauman.

Cuando acabamos la celebración de la Eucaristía, Mateo me reveló que también se pasó un demonio por su corazón. El que representa la celebración a medias, el cumplimiento o los días sin misa… Un demonio pagano que le pregunta sólo por el trabajo, por los aciertos, por la urgencia de cambiar las cosas… Un demonio que, poco a poco, va vaciando el sentido último de ofrenda y acontecimiento diario en la Fracción del Pan.

Fue una tarde intensa. Tuvimos oportunidad de traer a la familia a nuestro acompañamiento. Mateo me indica que experimenta sentimientos contrapuestos. Dice que hay un demonio nuevo para él… y es el que le invita a leerse desde lo que sus próximos quieren ver en él: “Más que hombre de Dios, quiero que me vean como triunfador…”. “Me faltó tiempo para llamar a mi hermana y contarle que era el director…”. Mateo es muy sincero y me impresionó la sencillez con la que definió el demonio de los cargos. Yo le dije que este demonio no está muy extendido. Mateo se quedó en silencio… (El acompañamiento no es para hablar de los demás, sino de uno mismo). “Yo vine a la vida consagrada porque estaba absolutamente enamorado de Cristo… Y he ido cambiando ese amor por una pasión desmedida por afirmarme, ser yo y triunfar… Dime si eso es consagración”. Ahora fui yo quien guardó silencio. Ciertamente, el demonio de la función está crecido y muy extendido.

Preguntas sin respuesta

La tarde iba cayendo y convenía tomar aire. Mateo y yo emprendimos un paseo casi en silencio. A nuestro alrededor, la gente en sus cosas. Nosotros, en las nuestras… y viene a nuestra conversación el demonio del efectismo. La necesidad de ser espectaculares. Mateo me hablaba de su página web, de sus proyectos, y yo pensaba en el demonio de las preguntas sin respuesta, el demonio del monólogo… Pensé si habrá consagrados que estén encerrados en monólogos sobre sí mismos… También pensé si el significado de nuestra vida tiene que venir del reconocimiento social, si estamos preparados para encajar el anonimato y la confianza sólo en Dios…

Mateo, que no descansa, me habló del corazón, del suyo… Y me reconoció que había aprendido a no sufrir, y lo había logrado porque lo que se dice querer, no quería. No permitía que nadie entrase en su corazón. Era la única manera que había descubierto, estos años, para salir adelante. Por más que rebusqué, no encontré palabras que decir, le vi “bajo las garras” del demonio del escepticismo.

Nos despedimos con un “hasta pronto”, con valor renovado para plantar cara a esos demonios. De uno en uno, pero sin ceder un paso.

MIRADA CON LUPA

El drama es no atinar dónde tenemos que poner los esfuerzos. La vida consagrada está inmersa en una tarea ingente de adaptación institucional. Las estructuras necesitan una transformación, pero ésta no llegará sin un profundo cambio en las personas. Estar sin ser, escepticismo y pura funcionalidad son lacras que, sin acabar de matarnos, nos quitan aliento y desvirtúan lo que somos. Pregunta y respuesta para este tiempo es una: comunidad.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.679 de Vida Nueva.

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