Comentario a la constitución apostólica ‘Vultum Dei quaerere’ para la vida contemplativa femenina

Para entender lo que el papa Francisco quiere hoy de las religiosas de clausura

portada Pliego Comentario a la constitución apostólica sobre la vida contemplativa femenina 3008 octubre 2016

GEMA JUAN Y MARÍA JOSÉ PÉREZ, Carmelitas Descalzas de Puzol (Valencia) | En julio de este año, el papa Francisco dio a conocer la constitución apostólica Vultum Dei quaerere, dedicada a las más de 40.000 monjas contemplativas que hay en el mundo. Se nos invita a entablar un diálogo con la sociedad contemporánea, salvaguardando a la vez los valores fundamentales de la vida contemplativa. En fechas próximas, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVSVA) va a promulgar instrucciones con normas de aplicación para los temas fundamentales del documento: formación, clausura y autonomía. Se antoja un buen momento, pues, para acercarnos a dicha constitución y escuchar lo que el Papa quiere decir a las contemplativas.

“Estase ardiendo el mundo… No es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”. Así se expresaba Teresa de Jesús al comienzo de su Camino de perfección. Y así lo entiende también el papa Francisco cuando nos advierte a las contemplativas que nuestra oración no puede centrarse en nuestros pequeños o grandes quebraderos de cabeza (el Papa lo llama “repliegue” sobre nosotras mismas). Somos urgidas, por el contrario, a “ensanchar el corazón para abrazar a toda la humanidad, y en especial a aquella que sufre”: presos, emigrantes, refugiados y perseguidos, familias heridas, personas en paro, pobres, enfermos, víctimas de dependencias… y tantos otros.

El claustro abierto

La nueva constitución apostólica Vultum Dei quaerere (La búsqueda del rostro de Dios) nos recuerda que el claustro ha de ser un espacio abierto al clamor del mundo, cuyos gozos y esperanzas, cuyas tristezas y angustias compartimos. Firmada por el papa el 29 de junio de este año, y presentada el 22 de julio, fiesta de María Magdalena, está dirigida a las cerca de 44.000 monjas contemplativas de todo el mundo.

Actualización conciliar

Publicada a los cincuenta años del Concilio Vaticano II, sustituye a la constitución anterior, Sponsa Christi, de Pío XII, que databa de 1950. Se hacía imprescindible actualizar tanto el lenguaje como la doctrina, enriqueciéndola con las aportaciones conciliares y teniendo presentes los cambios que el mundo ha experimentado en este tiempo. Entre estos, no podemos olvidar la mayor conciencia del papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Paradójicamente, el documento se dirige solo a las monjas, ejerciendo sobre nosotras una tutela que, al parecer, no necesitan los varones, aunque la vida contemplativa es tanto masculina como femenina.

Con todo, sabemos que esta constitución no es un texto redactado por el Papa aisladamente, sino que, en un gesto sin precedentes, ha sido elaborado tras una amplia consulta, enviada a todos los monasterios femeninos federados.

Tres temas principales

En ella, se nos preguntaba sobre tres temas-eje: la autonomía del monasterio (donde se incluía también la cuestión de la “autonomía vital”), la formación de las religiosas y la significatividad de la vida contemplativa (aquí figuraba también la cuestión de la clausura).

Además, monseñor José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), informó de que en la elaboración del borrador habían colaborado también contemplativas de diferentes órdenes. Por primera vez, en un documento como este, se ha escuchado y tenido en cuenta la voz de las propias interesadas. Todo un signo de apertura que el texto deja traslucir.

Nuevas aportaciones

Como es lógico, una constitución que nace tras un período tan largo desde la anterior contiene bastantes novedades. Indudablemente, hay continuidad, puesto que reafirma elementos esenciales de una larga experiencia de vida. Pero, al mismo tiempo, constatamos algunos cambios profundos y nuevas aportaciones que nacen de la actualización teológica, las nuevas sensibilidades y la atención a la realidad.

El cardenal Schönborn se ha referido a las exhortaciones apostólicas del papa Francisco como “acontecimientos lingüísticos”, y algo así podríamos decir de esta constitución, porque hay en ella un importante cambio de lenguaje: en los términos que se utilizan, en el modo de dirigirse a las monjas y en la forma de abordar los temas. Un lenguaje profundo, pero refrescante, directo y claro, a la vez que sencillo.

Eclesiológicamente, también hay cambios. Se percibe la apuesta por la “Iglesia sinodal” a la que Francisco hacía referencia en su discurso con motivo de la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos. Allí decía que “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar ‘es más que oír’. Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”.

A lo largo de todo el documento, se repite la llamada al “discernimiento personal y comunitario”. Es otra novedad: una nueva forma de ver y de tratar a las monjas. Somos sujetos activos y responsables que, en comunión con la Iglesia, estamos llamadas a dar razón de nuestra vida y a confrontarla críticamente con la Palabra de Dios y las necesidades del mundo.

I. Formación

II. Oración

III. Centralidad de la Palabra de Dios

IV. Sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación

V. Vida fraterna en comunidad

VI. La autonomía de los monasterios

VII. Las federaciones

VIII. La clausura

IX. Trabajo

X. Silencio

XI. Medios de comunicación

XII. Ascesis

Conclusión

Publicado en el número 3.008 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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