Huir de los números, receta del Papa para las contemplativas en la nueva constitución apostólica

carmelitas descalzas en un monasterio en Estados Unidos

Francisco publica Vultum Dei quaerere, primera Constitución en 66 años para esta forma de vida religiosa

carmelitas descalzas en un monasterio en Estados Unidos

Carmelitas descalzas en un monasterio en Estados Unidos

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Son una de las cajas fuertes de la Iglesia y Francisco quiere que no se malgasten o dilapiden sus fondos. Me refiero a las 43.546 monjas contemplativas que viven en 4.000 monasterios repartidos en los cinco continentes, la mitad de los cuales se encuentran en Europa (en España son 850). A ellas va dirigida la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere (La búsqueda del rostro de Dios), que lleva fecha del 29 de junio y que fue hecha pública el 22 de julio. La presentó en la Sala de Prensa de la Santa Sede el franciscano José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (por cierto, ¿no hubiera sido oportuno que le hubiese acompañado en este acto alguna religiosa que habría podido aportar su visión personal?).

El documento se había hecho en cierto modo imprescindible, puesto que se han cumplido nada menos que 66 años de la precedente Constitución que regulaba la vida monástica femenina, la Sponsa Christi, publicada en 1950 por Pío XII. Este retraso legislativo –incomprensible tras el Concilio Vaticano II y la publicación de su decreto sobre la renovación de la vida religiosa, Perfectae caritatis– no debe ser interpretado como un menor aprecio a este sector de la vida eclesial.

“La Iglesia –se escribe en el n. 6– os necesita. (…) Como el marinero en alta mar tiene necesidad del faro que indica la ruta para llegar al puerto, de la misma manera, el mundo os necesita. Sed faros para los cercanos y sobre todo para los lejanos. Sed antorchas que acompañan el camino de los hombres y de las mujeres en la noche oscura de los tiempos. Sed centinelas de la mañana que anuncian la salida del sol. Con vuestra vida transfigurada y con palabras sencillas, rumiadas en el silencio, indicadnos a Aquel que es camino, verdad y vida, el único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia”.

La formación, mejor en el monasterio

La Constitución –38 páginas en su versión italiana, la única disponible al cierre de estas páginas– se abre con una amplia reflexión sobre la importancia de las monjas contemplativas para la Iglesia y para el mundo e indica 12 temas de reflexión y discernimiento para la vida consagrada en general, concluyendo con 14 artículos dispositivos.

El primer punto puesto en evidencia es la formación de las religiosas. A este propósito se recuerda que “el lugar ordinario para la formación de una comunidad contemplativa debe ser el monasterio”, lo cual no excluye la colaboración entre varios monasterios ni que las hermanas encargadas de la misma no puedan asistir a “cursos específicos de formación fuera del propio monasterio”. En declaraciones a L’Osservatore Romano, el propio Rodríguez Carballo aborda así el asunto: “Un reto importante es el discernimiento vocacional de las candidatas a la vida monástica. El criterio para acoger nuevas vocaciones no puede ser la necesidad de un número suficiente para mantener abierto el monasterio. Hay que evitar la tentación del número y de la eficiencia”.

No a la “trata de novicias

También es destacable el párrafo sexto del artículo tres de las disposiciones: “No obstante la constitución de las comunidades internacionales y multiculturales manifieste la universalidad del carisma, hay que evitar el reclutamiento de candidatas de otros países con el único fin de salvaguardar la supervivencia del monasterio”. Con palabras más claras ya se refirió a este tema Bergoglio cuando habló de la “trata de novicias” o de la “inseminación artificial” de algunos monasterios (discurso de clausura del Año de la Vida Religiosa).

Acceso a Internet y redes sociales

Otro punto interesante es el acceso y uso de los medios de comunicación, especialmente Internet y las redes: “La cultura digital influye de modo decisivo en la formación del pensamiento y en el modo de relacionarse con el mundo y particularmente con las personas. Este clima cultural no deja inmunes a las comunidades contemplativas. Ciertamente, estos medios pueden ser instrumento útil para la formación y la comunicación, pero os exhorto a un prudente discernimiento a fin de que estén al servicio de la formación de la vida contemplativa y de las comunicaciones necesarias y no sean ocasión de disipación o de evasión de la vida fraterna en comunidad, ni daño para vuestra vocación ni obstáculo para vuestra vida enteramente dedicada a la contemplación”.

Como era de esperar, este último aspecto ha llamado la atención y los medios lo recogen en sus titulares como si fuera el objeto de la Constitución. En unas declaraciones al Corriere della Sera, Rosa Lupoli, una monja capuchina de Nápoles muy activa en las redes, explica el sentido que da a esta presencia: “Debemos llevar la fuerza de la Palabra de Dios allí donde están los hombres. Y hoy sus soledades se manifiestan en el ágora virtual”.

Por otro lado, en una de sus últimas intervenciones como portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi ha puntualizado algunas informaciones sobre la petición al Vaticano para que intervenga en el diálogo entre el Gobierno venezolano y la oposición: “En el momento actual, no ha llegado ninguna comunicación formal a la Nunciatura o a la Secretaría de Estado que presente y especifique el contenido y los detalles de una solicitud de este tipo”.

En el nº 2.999 de Vida Nueva

 


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