El Papa deja un mensaje de esperanza a la juventud en una de las zonas más violentas de México
ANTONIO PELAYO, enviado especial, CIUDAD DE MÉXICO | La ciudad de Morelia, donde Francisco pasó la jornada de ayer martes 16 de febrero, se llamó hasta 1828 Valladolid, y mis lectores comprenderán que mi fervorillo patriótico no me permite no citar este dato. El cambio fue para rendir homenaje a un héroe de la independencia llamado José María Morelos.
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El largo medio millón de habitantes de esta ciudad sufre desde hace años la plaga del narcotráfico y de las violencias que van unidas a este triste fenómeno. El número de víctimas es alto, y entre ellas se cuentan algunos sacerdotes que se han atrevido a denunciar un negocio tan sanguinario.
Su obispo, monseñor Alberto Suárez Inda, fue creado cardenal en 2015, cuando ya había cumplido los 75 años; el Papa quiso resaltar su valentía en la denuncia de los abusos, que contrasta con los silencios de algunos de sus colegas. Ha tenido el gesto de invitar al cardenal Ricardo Blázquez, arzobispo de la Valladolid española, a acompañarlo durante esta jornada de visita papal.
La nota dominante del día fue el encuentro con la juventud mexicana (unos 90.000 dentro y fuera del estadio), a los que les ha pedido que no renuncien a soñar, que no es lo mismo que ser dormilones. Desde Morelia se ha puesto en marcha una “misión joven” en la que estarán involucradas todas las diócesis de la país. Su lanzamiento ha sido uno de los espectáculos más cautivadores de este viaje.