La causa de la reconciliación

Juan María Uriarte y Rosa Lluch en la presentación del libro La reconciliación

Uriarte: “Es preciso hablar ahora, con serena sensibilidad y la máxima objetividad posible”

abrazo entre dos mujeres miembros de Gesto por la Paz tras el anuncio de ETA de dejar las armas

JUAN MARÍA URIARTE, obispo emérito de San Sebastián, y ROSA LLUCH BRAMON, Universidad de Barcelona | El pasado 16 de diciembre, el Colegio de Periodistas de Cataluña, en Barcelona, acogía la presentación del libro La reconciliación (Sal Terrae), de Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián. Unas páginas que, según su autor, nacen con “la convicción de que es preciso hablar ya ahora, con serena sensibilidad y con la máxima objetividad posible, de la reconciliación”.

Y así lo hicieron el prelado vasco y la profesora Rosa Lluch, hija del ex ministro socialista Ernest Lluch, asesinado por ETA, durante el acto celebrado en la capital catalana. Dado el interés y actualidad del tema, recogemos en este Pliego sus intervenciones y una reseña de la obra.

Por qué he escrito un libro sobre la reconciliación

JUAN MARÍA URIARTE | Esta intervención se va a ceñir a explicar, en primer lugar, por qué he creído conveniente publicar este libro y asumir la conflictividad que pudiera surgir en torno a él. En segundo lugar, a mostrar cuáles son, a mi juicio, las aportaciones de esta publicación a la causa de la reconciliación en un pueblo como el mío, bien necesitado de ella, y en ámbitos más amplios. Y, en fin, a pronosticar, sin aires de profeta, cuál es la suerte que va a correr la propuesta reconciliadora que el libro contiene.

Varios factores han confluido para estimularme a la redacción de este libro. El primero es mi pertenencia vivida y sentida a mi pueblo. Ella me ha hecho muy sensible a su condición de comunidad plural, enfrentada, marcada durante tanto tiempo por la violencia y necesitada de reconciliación.

El segundo es mi pasada responsabilidad episcopal, ejercida primero en Bilbao y después en San Sebastián, epicentros de muchos atentados terroristas. Me tocó aprender y sufrir mucho.

El tercero es la viva conciencia de que contribuir a la reconciliación pertenece de lleno a la vocación de la Iglesia, de toda la comunidad cristiana. El cuarto es el papel que, a petición de ETA y del Gobierno español, tuve que jugar en un momento determinado. El quinto es la amable insistencia de la editorial Sal Terrae y de su director literario, Ramón Alfonso Díez.

Estos factores han estimulado mi reflexión, mis lecturas respecto de otros procesos de paz en el ancho mundo, mi trato con los diferentes actores de la confrontación, la redacción de cartas pastorales y las conferencias sobre la paz, el trato frecuente y empático con víctimas de signo diferente. Me han hecho comprender que una sociedad reconciliada se construye desde abajo, en la familia y en la escuela, y se consolida por unos aprendizajes que jóvenes y adultos hemos de asimilar.

Sentía necesidad de expresar y articular, condensándolo en un libro, la experiencia acumulada, la reflexión formulada, las dificultades y posibilidades descubiertas. Comprobaba, además, que circulaban versiones excesivamente idealistas o despectivas respecto de la reconciliación. Echaba de menos un libro que, sin ambiciones académicas pero con cierto rigor, expusiera al amplio público la estructura de una reconciliación auténtica. Sentía la necesidad de dejar claro ante el gran público que la reconciliación no es solamente un concepto religioso, sino un valor antropológico y social. Registraba en la ciudadanía –y, dentro de ella, en la comunidad eclesial– una conciencia afligida y preocupada, pero demasiado pasiva respecto de la parálisis del proceso de paz.

Este fenómeno me invitaba a señalar respetuosa pero nítidamente la tarea que correspondía, a mi entender, a los diferentes grupos sociales, entre ellos la Iglesia. Cada vez iba comprendiendo mejor que la plena pacificación y la auténtica reconciliación de nuestra sociedad requería unas actitudes bien arraigadas desde una temprana educación y cultivadas ulteriormente por un cuidadoso aprendizaje. Todos estos pensamientos y sentimientos bullían en mí. Necesitaba plasmarlos y comunicarlos. El fruto es este libro.

Juan María Uriarte y Rosa Lluch en la presentación del libro La reconciliación

El obispo Uriarte y Rosa Lluch, durante la presentación del libro

Luz en el camino hacia la paz

ROSA LLUCH BRAMON | Me gusta mucho cómo empieza el libro y, por ello, quiero iniciar mi intervención con sus primeras palabras: “Hablar de reconciliación en nuestro contexto actual resulta delicado y arriesgado”.

Cuando me propusieron hablar en el acto de presentación de esta obra de monseñor Uriarte, me sentí abrumada, y ese sentimiento se ha ido incrementando a medida que leía el libro, y –por qué no decirlo– más todavía cuando vi las reacciones que las declaraciones de monseñor Uriarte habían despertado entre determinados colectivos. Pensé: “¡Menuda responsabilidad me ha caído encima!”. Pero la asumo, asumo el riesgo, el honor y el orgullo que supone estar sentada a su lado, y agradezco que pensara en mí en un acto tan importante. Gracias monseñor, espero estar a su altura, y me gustaría que se respetaran e intentaran entenderse mis palabras, aunque no se compartan.

Para reconciliarse, tiene que valer la pena. Nadie puede obligarte a la reconciliación ni tampoco al entendimiento, aunque sí a la coexistencia. Antes incluso de plantear la posible reconciliación que, como dice el autor, “intentar ese objetivo no es sinónimo de lograrlo”, es necesaria mucha generosidad, pero, al mismo tiempo y de igual manera, la firme convicción de que es posible y necesaria y que merece todos los esfuerzos.

Ahora bien, ¿reconciliarse por reconciliarse? Yo creo que no, quizás es un mensaje negativo, o no el esperado en un día como hoy. Será que últimamente me siento pesimista, pero creo que derrochar esfuerzos en proyectos irrealizables o innecesarios no compensa. O quizás es que entenderse con algunas personas es imposible…, aunque debamos aprender a convivir sin molestarnos, sin imposiciones y desde el respeto.

Me gustaría, antes de seguir, volver a dejar muy claro que hablo por mí y solo por mí. A través de mis estudios, lecturas, circunstancias, vivencias, así como también mis propias investigaciones científicas sobre un conflicto que se alargó durante más de cien años entre campesinos y señores feudales, he llegado a pensar lo que pienso, a formarme una imagen, a enfrentarme a mis fantasmas y realidades.

Pliego íntegro publicado en el nº 2.886 de Vida Nueva. Del 15 al 21 de marzo de 2014.

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