Arte y maravilla en el 450º aniversario de El Escorial

San Cristóbal, de Patinir

El Palacio Real recupera el extraordinario programa decorativo que Felipe II concibió para la basílica, baluarte de la Contrarreforma

Cristo coronado de espinas, de El Bosco

‘Cristo coronado de espinas’, de El Bosco

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | El monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial fue mandado construir por Felipe II en 1562, la primera piedra se colocó al año siguiente y apenas veinte después, en 1584, se dio por finalizado oficialmente.

“Un proceso semejante para un monumento de tan vastas dimensiones no se volvió a encontrar en toda Europa durante el siglo XVI, lo que posibilitó una unidad de lenguaje artístico, arquitectónico y decorativo sin igual, ya que detrás de este desarrollo se encontraba la voluntad férrea del rey y de un equipo coordinado de artífices encabezado por los arquitectos Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera”, sostiene Fernando Checa Cremades, comisario de De El Bosco a Tiziano. Arte y Maravilla en El Escorial, la gran muestra conmemorativa del inicio de las obras del gran edificio renacentista.

Esa extraordinaria aventura de “sabiduría, arte, poder, religión y conocimiento” –como señala el Rey Juan Carlos en el catálogo– se revive de nuevo en las diez salas del Palacio Real de Madrid que ocupan la exposición, hasta el próximo 12 de enero. Singular y extraordinaria, porque recrea el programa decorativo que Felipe II concibió personalmente para la basílica, perfectamente documentado según el Libro de entregas.

San Juan Bautista, de Tiziano

‘San Juan Bautista’, de Tiziano

La basílica, verdadero núcleo del conjunto renacentista –que junto al Panteón, el Palacio y la Biblioteca Real conforman el monasterio–, la concibió Felipe II como el baluarte máximo de la Contrarreforma contra el protestantismo. “Su contenido más esencial gira en torno a la exaltación de los dogmas más importantes, como son el culto de la Eucaristía y su adoración perpetua, así como la veneración a la Virgen y a todos los santos de la cristiandad, cuya existencia había sido negada por los protestantes”, según Carmen García-Frías Checa, conservadora de Pintura Antigua de Patrimonio Nacional.

Estética italianizante

Felipe II se ciñó a un riguroso planteamiento estético de marcada tendencia italianizante. “La muestra presenta una serie de obras de arte que ejemplifican el valor de la imagen artística como expresión de las relaciones entre poder y religión en la Europa de la Contrarreforma, vistas en uno de sus ambientes más privilegiados y mejor conservados como es El Escorial”, añade Checa Cremades, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid.

Felipe II contó con los grandes pintores del continente: Tiziano, El Bosco, Antonio Moro, Gerard David, Patinir o los españoles Navarrete el Mudo, Pantoja de la Cruz y Sánchez Coello, entre otros. “Fue, por tanto, gracias a estos artistas, y a los millares de joyas, ornamentos, miniaturas, grabados, lienzos, impresos y manuscritos allí depositados, el mejor conjunto ‘de arte y maravillas’ de la España del Renacimiento, con el que solo podía competir el Vaticano de los papas del siglo XVI”, explica el comisario de una exposición que exhibe 155 obras, en su mayoría procedente de las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional.

La gran protagonista es, en cualquier caso, la pintura religiosa de Tiziano y El Bosco. Al primero –que ocupa íntegra la Sala IX– le conoció Felipe II en Milán en 1548; desde entonces, y hasta la muerte del pintor en 1576, no dejó de trabajar para el Rey Prudente. “Hemos reconstruido el grandioso ‘tríptico’ ticianesco que el rey instaló en el Altar Mayor de la Iglesia Pequeña del monasterio: El martirio de San Lorenzo, La sepultura de Cristo y La adoración de los Reyes vuelven a estar juntos desde su disgregación en el siglo XIX”.

Checa Cremades destaca El Martirio de San Lorenzo (1564-1567) –el único que sigue siendo propiedad de Patrimonio Nacional– como el “más importante de entre las pinturas de Tiziano enviadas por Felipe II al Escorial”; los otros dos lienzos son préstamos del Museo del Prado y la National Gallery de Londres.

Entrada de los animales en el Arca de Noé, de Michel Coxcie

‘Entrada de los animales en el Arca de Noé’, de Michel Coxcie

Presente ya en El Escorial en 1571, el tríptico siguió a Felipe II cuando trasladó sus aposentos al nuevo Palacio en 1586. Fue otro tiziano el que el rey colgó de su oratorio privado, Cristo camino del Calvario (1560), que también puede verse ahora. Sin embargo, el comisario destaca el San Jerónimo (1575) que ocupó las Salas Capitulares del monasterio: “Siempre se consideró una de las más importantes del monasterio y en ella se resaltan tanto el valor de la oración como su importancia penitencial”. Igualmente, por primera vez se puede ver restaurado el Cristo Crucificado de la sacristía de la basílica de El Escorial.

Hyeronymus van Aeken Bosch, El Bosco, fallecido en 1516, fue uno de los pintores favoritos de Felipe II. Dos de sus grandes obras, Ecce Homo y Cristo camino del Calvario, culminan la última sala –la X– , donde se resalta cómo la pintura flamenca tuvo una “importancia pareja” a la italiana en El Escorial. Buena muestra es el gran cartón de Michel de Coxcie que representa la Entrada de los animales en el Arca de Noé –que también se expone por primera vez tras su restauración– o el extraordinario San Cristóbal de Patinir.

“Parafraseando una idea del cronista de la Corte de Felipe II, Ambrosio de Morales, podemos decir, además, que el rey pensó El Escorial como un auténtico Parnaso. Los mejores artistas de su época contribuyeron a su ornato”, explica Checa Cremades.

San Cristóbal, de Patinir

‘San Cristóbal’, de Patinir

El mejor Renacimiento

Desde el inicio de la construcción del monasterio, se preveía el carácter extraordinario y suntuoso de la basílica, en la que se celebró la primera misa el 10 de agosto de 1586. “No se puede hablar de un edificio sobrio, porque atesoró el mejor arte del Renacimiento del momento en Europa con un lujo y una riqueza alejados de la sobriedad”, puntualiza Checa.

El itinerario expositivo –salas I y II– comienza recreando el proyecto arquitectónico a partir de las célebres estampas realizadas por Perret sobre dibujos de Juan de Herrera. Junto a ellos, el gran retrato Felipe II en la jornada de San Quintín (1560), de Antonio Moro, batalla cuya victoria quiso “agradecerle a Dios” al erigir El Escorial.

La salas III a VII constatan la idea del monasterio como “un auténtico archivo de la Contarreforma”, por ejemplo, con las “anatomías sagradas”, las más de siete mil reliquias de santos expuestos en bustos-relicarios o en arquetas –como la conocida de Isabel Clara Eugenia– de oro y piedras preciosas. Formaban también parte de la “piedad privada de Felipe II”, junto a miniaturas o las obras “vaticanas” de Diego de Urbina o Juan Fernández Navarrete.

Hay, además, otro conjunto de obras que se reúnen bajo el epígrafe de “La ceremonia de la muerte”, vinculadas al Escorial como mausoleo de la Casa de los Austrias.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.864 de Vida Nueva

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