Volver a hacer historia

Rafael de Brigard Merchán, Pbro

Es fácil recordar que con ocasión de los 500 años del descubrimiento de América se acentuó un espíritu de juicio negativo de la historia sucedida a partir de entonces. A este continente no le benefició en nada la llegada de los europeos, sostuvieron y tal vez todavía sostienen esos jueces de la vida pretérita. Y, como era de suponer, tampoco la Iglesia escapó de esa visión ciertamente maniquea. Y, también, como usual es ahora, no faltaron dentro del cuerpo eclesial, los que azotaron a su propia madre en la fe porque la valentía en estos tiempos se mide precisamente por la capacidad de morder la mano que ha dado de comer. Y esto tuvo su efecto. El más visible quizás ha sido un repliegue en el espíritu misionero porque hasta Jesucristo resultó ser un metiche en la vida de los pueblos del continente americano, según los jueces de la historia.

Hay que empezar a sacudirse de estas flechas que fueron clavadas con deleite en el alma misionera de la Iglesia. Y el primer paso quizás no consista en otra cosa diferente a repasar esa historia que vista con honestidad ha sido en general una labor de progreso, aunque los jueces también crean que el progreso es un mito abominable. Un repaso somero de las realizaciones en organización política, en desarrollo económico, en el campo de la educación y también en el de la salud, en el del crecimiento espiritual, en el de la apertura a todo el globo terráqueo, en la atención de los más pobres y desposeídos y otros más, no puede menos que impresionar positivamente a un observador sincero y bien intencionado. Han de ser muy pocos, seguramente poquísimos, los que hoy estén dispuesto a devolver el reloj de la historia para retornar a unos paraísos que jamás han existido, pero que imaginados han servido para tener núcleos de población todavía en condiciones muy lamentables.

La mirada a esa historia de realizaciones, y reconocidos los errores allí dados, debe ser, como segundo paso, el mejor motivo para revitalizar el accionar misionero de la Iglesia. Es que hoy hay mucho apóstol de la Iglesia haciendo cosas muy insignificantes, sin ninguna trascendencia y casi que automarginándose de la vida de la mayoría del pueblo de Dios. Y de este “intrascendentalismo” seguramente provienen algunos tumores eclesiales como la falta de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, la ninguna presencia en los ámbitos de decisión de amplios sectores de la vida de las naciones, la carencia absoluta de voz en los temas que afectan el diario vivir de nuestras gentes, la ignorancia desbordada en temas de fe por parte de los mismos creyentes, etc. No se trata de caer en una especie de megalomanía para hacer atractiva a la Iglesia, pero sí de dar la talla que requieren tiempos complejos como son los actuales.

Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, laicos comprometidos, comunidades de bautizados, estamos en mora de volver a ofrecer a nuestros pueblos proyectos y grandes obras que realmente sean caminos de crecimiento en todo sentido. Pero hay como temor a hacer tareas de talla grande y estamos acomodados en la talla small. No es la grandeza por la grandeza, como vanidad de lo enorme, sino como medio para llegar de verdad eficazmente a más personas, de tal manera que ellas puedan sentir una acción más contundente y adherente de su propia Iglesia. Es urgente seguir haciendo historia con mayúscula, siempre sobre las huellas de Cristo Maestro, de modo que su obra de redención sea conocida de todos por los más variados medios de la acción misionera y apostólica.

A la base de esta posibilidad, la de volver a hacer obras realmente importantes y de amplio impacto, surge el tema de quiénes son los que encabezan las iglesias locales, las comunidades religiosas y también las parroquiales y las mismas obras de la Iglesia. ¿No se estará perdiendo acaso una generación de apóstoles y misioneros ocupados en ofrecer aguas que no apagan la sed? Y cabe también preguntar si los hombres y mujeres de Iglesia que hoy se están formando para tomar el arado en sus manos traen algo nuevo en sus corazones para realmente hacer historia o si simplemente verán languidecer la tarde sin ton ni son. Dios quiera que no. VNC

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