Medios de comunicación y consagrados, hoy

navegando por Internet en un soporte móvil o tableta

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MAITE LÓPEZ MARTÍNEZ | La Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebra el 20 de mayo, merece una reflexión a vuela pluma sobre el fenómeno mediático al que asistimos desde hace unos años, sobre todo en lo referente a la llamada revolución digital. Pero es también una excelente ocasión para cuestionarse su importancia para la Iglesia y, más concretamente, para la Vida Religiosa.

Ya en 1994, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica se refería expresamente a esta dimensión de la vida comunitaria: “La comunidad, consciente del influjo de los medios de comunicación, se educa para utilizarlos en orden al crecimiento personal y comunitario con la claridad evangélica y la libertad interior de quien ha aprendido a conocer a Cristo” (Vida fraterna en comunidad, 34).

Posteriormente, en 2002, el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales también reconocía la necesidad de que las personas consagradas aprendieran a manejarse en Internet de cara a su trabajo, a su actualización teológica y pastoral.

La primera y clásica gran pregunta es: ¿cómo afectan los medios de comunicación social a los consagrados? La respuesta es compleja porque, ya en la misma cuestión, habría mucho que matizar. De hecho, lo que hace unos años resultaba conflictivo, como la presencia y uso de la televisión en las salas de comunidad, ha pasado a asumirse como parte del paisaje cultural y social en el que los religiosos tienen que desenvolverse.

Hoy en día, por ejemplo, nadie se cuestiona sobre si es oportuno o no, en un país como el nuestro, que los consagrados vayan al cine, lean tal o cual publicación o tengan teléfono móvil. Salvo raras excepciones, se vive con naturalidad este tipo de decisiones, que radican no tanto en la esencia misma de la consagración, sino que dependen más de cuestiones como la sensibilidad personal, el estilo congregacional o la responsabilidad de cara a la misión que cada uno haya recibido.

En el fondo, los llamados mass media han pasado a segundo plano, eclipsados totalmente por Internet y las redes sociales. Este medio ha roto el paradigma de la comunicación tradicional abriéndonos a un espacio de información, libertad de expresión y opinión que desconocíamos hasta hace pocos años. Y, como no podía ser de otra manera, hay mucho camino aún por hacer y no siempre está todo claro. Hay que hilar fino. Por eso, el discernimiento en cuestión de medios digitales, debe estar siempre vigente.

Sin miedo

La Vida Consagrada no muestra síntomas de temor a los medios de comunicación, ni siquiera a Internet o a las redes sociales. Incluso parece estar aprendiendo de su carácter especial de medio directo, inmediato, interactivo y participativo, no solo potenciando y utilizando estas características, sino dejándose modelar por ellas.

Nunca ha sido tan fácil como hoy día, y gracias a estos medios, encontrarse con religiosos y religiosas que responden de manera directa e inmediata o espacios compartidos de interacción y participación creados por ellos.

Es notable el cambio que se está produciendo en las congregaciones. La apertura y actualización de las páginas web institucionales es uno de los aspectos más llamativos. Pero algunos van más allá, iniciando planes de formación, proyectos de pastoral y poniendo en marcha oficinas de información o comunicación institucional a través de las redes. También se han creado plataformas de intranet para la formación y el crecimiento intercomunitario o intercongregacional.

Pero el gran cambio está llegando con las nuevas generaciones de jóvenes que van entrando a formar parte de los institutos y órdenes religiosas. El manejo de las nuevas tecnologías es ya una parte de su bagaje cultural, algo que, como los idiomas que saben hablar o los estudios que han adquirido, no pueden abandonar al entrar en la Vida Religiosa, porque lo llevan dentro de la piel.

LEVADURA

Somos muchos los que estamos convencidos de que, si Jesús se encarnara hoy, se haría presente en las redes sociales. Los religiosos, siempre en la frontera, tienen el compromiso –la obligación, dicen algunos– de conectar con las necesidades de la gente y de estar abiertos a los nuevos lenguajes, de vivir aquello de proclamar en las azoteas lo que Dios susurra en sus oídos. Este compromiso se convierte en una urgencia cuando se trata del mundo virtual, que aunque digital, es real como la vida misma.

mtlopez@vidanueva.es

En el nº 2.801 de Vida Nueva.

 

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