Turismo religioso, una clave para llegar a los más alejados

dos personas delante de un cuadro de temática religiosa

Los expertos consideran que la profesionalización es fundamental para delimitar una realidad en auge

(Marina de Miguel) Es innegable la importancia que tiene el turismo en un mundo como el actual. Una de sus vertientes, la religiosa, está adquiriendo con los años tal trascendencia que hace necesario detenerse a reflexionar sobre sus peculiaridades y, así, despojarla de otros productos y experiencias vacías que obedecen a modas. Así lo considera, Josep-Enric Parellada, director del Departamento de Pastoral de Turismo, Santuarios y Peregrinaciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE), quien anima a llamar a las cosas por su nombre.

De todo lo dicho hasta este momento y recogiendo el pensar y el sentir de colegas y expertos, lo definiría como: aquel tipo de turismo que tiene como motivación la visita de lugares sagrados (santuarios, conventos, monasterios, iglesias, ermitas, catedrales…) o participación en celebraciones religiosas (Semana Santa de Sevilla, por ejemplo) para descubrir el genius loci, es decir, la esencia religiosa, el mensaje que transmiten, el valor histórico, la belleza artística”, afirma, al tiempo que señala que no excluye, sino que comprende, en muchas ocasiones, la oración o celebración de los sacramentos. 

Formada por dos entidades con valor por sí solas, turismo y religión, es una experiencia en continua evolución que se viene llevando a cabo desde la Antigüedad, aunque, según precisa, no se formula hasta la modernidad. Para esta labor, y de cara a fijar retos futuros, la CEE promovió del 11 al 13 de noviembre las Jornadas Nacionales de Pastoral de Turismo que, con el lema Turismo religioso. Su necesaria conceptualización, convirtieron a Ávila en un espacio de reflexión y diálogo abierto a los responsables de santuarios y rectores de ermitas, así como a todos los agentes relacionados.

No es una invención más o menos interesada de nuestros días, fruto de una coyuntura religiosa, social y económica. Tiene plena carta de ciudadanía, es decir, no es un producto genérico llamado turismo o peregrinación”.

Como punto de partida de este necesario análisis, ve importante diferenciarlo de otras realidades hermanas. Éste es el caso de las peregrinaciones que, explica, comportan unas motivaciones que tienen que ver con la necesidad y el cumplimiento (una petición de curación, perdón o cumplimiento de un voto) y mueven a salir del lugar habitual. Igualmente, recalca que implican realizar un camino de ida y vuelta, pues “no es un acto que concluye en sí mismo, sino que se abre en el horizonte de la vida personal y echa sus raíces en la vivencia temporal”.

De igual modo, conmina a diferenciarlo del turismo meramente cultural, pues “no se reduce a ser simplemente un propagador de bienes patrimoniales, en su sentido más amplio, de carácter religioso”, ya que “presenta una originalidad que va descrita, comprendida y cualificada en su identidad prevalente: lo religioso”. En ello cobra relevancia el sujeto de acción, el turista y sus propósitos o, como prefiere llamarlo, el visitante. A la hora de acogerlo, los responsables deben tener en cuenta que es plural, multirracial, multicultural, internacional, de otras confesiones o ser cristiano que vive alejado de la fe. Todas estas facetas determinarán la forma de transmitir el mensaje evangélico, ya sea a través de las catequesis, presentación del patrimonio o las celebraciones. “Es muy importante que los responsables de las diócesis y del patrimonio religioso se planteen cómo hacer llegar un mensaje evangelizador a partir de lo que atesoran. Con ello podemos hacer llegar un mensaje a los que están alejados”, asevera.

Por eso se hace necesario una profesionalización, que quienes guardan y guíen conozcan la iconografía cristiana y su simbología, la fe que expresan y confiesan las obras de arte. Esta exigencia -subraya- “vale tanto para los responsables de la pastoral de turismo y de las peregrinaciones, como para los entes institucionales y agentes de viaje”, pues es conveniente que cuenten con el asesoramiento de expertos a nivel pastoral. Sólo así se conseguirá que lo que se promociona como turismo religioso reúna todas las señas de identidad propias y, lo más importante, sea fiel a la finalidad del lugar, el patrimonio o la celebración, de tal manera que se transmita el contenido del hecho religioso que encierra.

La colaboración con las instituciones o entidades civiles y sociales implicadas en este campo resulta crucial. Ya en el documento del Pontificio Consejo para la Pastoral de Emigrantes e Itinerantes titulado Orientaciones para la Pastoral del Turismo, se llamaba a “mantener el diálogo con las autoridades políticas y otros organismos interesados, a fin de establecer las formas de colaboración adecuadas en las iniciativas de programación y de supervisión de la actividad turística, velando en especial por la defensa de la identidad cultural de las comunidades locales, los derechos laborales de los empleados en el sector, el correcto uso del patrimonio artístico religioso y el respeto con que deben ser acogidos los visitantes”.

Fuente de ingresos

Junto a la acogida y difusión del mensaje evangélico, la pastoral ha de preparar a la comunidad para la visita. “Es preciso llevar a cabo una preparación ca- tequética previa en la que se vea la magnitud de la salida que se va a realizar”, afirma indicando que así se integrará en la vida de cada uno, revitalizando su fe.

El turismo, dentro del que ocupa un lugar relevante el religioso, es una de las mayores fuentes de la economía española”, asegura Rafael Esteve, profesor titular del departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Con objeto de demostrar su repercusión económica, expone, a partir diversos estudios consultados, que las visitas a los santuarios de Lourdes y Fátima suponen, cada uno, 600 millones de euros al año. Asimismo, en El Rocío, sólo en la semana de Pentecostés, se recaudan más de 200 millones de euros, y la peregrinación a Santiago de Compostela supondría 450 millones de euros al año.

En este aspecto, Parellada introduce un aspecto clave derivado de la propia presencia de los visitantes: la conservación. “Es clave para que este patrimonio pueda hablar a los hombres de hoy. No son fósiles que se visitan, sino espacios con una vitalidad”.

LUGARES CON ATRACTIVO

El director del Departamento distingue entre tres tipos de lugares con atractivo religioso: los santuarios de peregrinación, los espacios religiosos con carácter histórico-artístico significativo, y, finalmente, los grandes encuentros de grupos religiosos y las celebraciones de carácter también religioso. 

En este sentido, cita como ejemplos dentro del territorio nacional, el itinerario espiritual de santa Teresa en Ávila; el programa de la Junta de Castilla y León para asegurar que estén abiertas y acojan a los visitantes las numerosas iglesias y ermitas que tiene en su haber; o el programa Tres templos, un viaje interior, un itinerario por Guipúzcoa para visitar el santuario de san Ignacio de Loyola, en Azpeitia, la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, en Zumárraga y el santuario de Nuestra Señora de Aránzazu (Oñate). En la misma línea está el proyecto Hay otra Sevilla, organizado por la Diputación de Sevilla para difundir la Semana Santa.

Fuera de España cita la región del Trentino, en Italia, donde se celebra Sentieri del cielo, un recorrido a través de los lugares sagrados que se encuentran entre el valle del Non y la Venosta (ya en territorio suizo); el viaje a Turquía para descubrir la fecunda historia de la Iglesia, o las visitas que se hacen a los monasterios de Francia.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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