Tribuna

La renovación parroquial

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El tema es una de mis pasiones. Creo que hay un gran consenso, a veces velado, de que la parroquia debe cambiar, profesionalizarse, ser autosustentable. Se han escrito muchos artículos, libros, tenemos charlas con amigos o familiares, leemos encíclicas, pero no cambia.



La nueva época que estamos viviendo, cabalgando de una cultura industrializada a una del conocimiento, con todos sus pros y sus contras que aquí no mencionaré, impone sus exigencias; pero la parroquia, especialmente en América Latina, no ha acompañado este cambio, y eso significa que lo interno de la parroquia, sus contenidos, sus estructuras, siguen obsoletas, aunque estemos en redes sociales.

En el mundo, los grandes inventos fueron apareciendo por el avance del conocimiento. En el siglo antepasado fue tomando forma la ciencia positiva que formuló Newton, que concebía al mundo como un mecanismo muy estable con leyes universales; tanto así que a finales del siglo XIX muchos científicos estaban convencidos que todo ya se había descubierto. Hoy, en esta época de innovación el saber se ha revolucionado y democratizado y nos presenta la realidad de modo diferente.

Quiero mencionar tres hitos de la ciencia en el siglo pasado. En 1905 Einstein publica su teoría de la relatividad. En 1915 aparece la teoría cuántica. A mediados de siglo se desarrolla la teoría de los sistemas complejos no lineales… sistemas complejos no lineales… ¿Cómo? ¿No que el mundo era un sistema muy organizado con leyes permanentes?

Las parroquias, sin elementos para responder a las nuevas demandas

Parece que no. Ahora sabemos que el cosmos está en expansión y que existen leyes, pero que al contener cierto elemento de azar (teoría del caos), no son tan universales (como las leyes cósmicas que no se aplican a las cuánticas). Pero no existiría el internet, ni el GPS o la medicina nuclear si nos hubiéramos quedado con la física de Newton.

En la Iglesia, sin duda, el gran hito fue el Concilio Vaticano II (CV II), sin él no tendríamos los nuevos movimientos parroquiales, los ministerios laicales, ni el protagonismo de los laicos en la vida eclesial y social. Por supuesto que este cambio fenomenal ha exigido a las parroquias que cambien, pero ¿cómo hace una parroquia para cambiar? Cuando se experimentaron nuevas dinámicas en la iglesia a partir del CV II, por ejemplo en Francia con los sacerdotes obreros, se les exigió a las parroquias mayor apertura e inició una nueva exigencia de la sociedad.

El mandato social cambió, de tal manera que, las parroquias del siglo pasado, que fueron muy exitosas y cumplieron su cometido, hoy están hackeadas; no tienen los elementos para responder a las nuevas demandas, como si la base de sustentación social que las hacía un referente, se hubiera caído.

En varios lugares del mundo se están haciendo grandes esfuerzos por innovar, baste mencionar el movimiento de Amazing Parish en Estados Unidos o Alpha que nace en Inglaterra, pero debemos cuidarnos de una especie de Copy Page cuando no hemos podido resolver lo que en América Latina necesitamos.

Involucrarnos con un nuevo liderazgo

Primeramente no contamos con el presupuesto para financiar algunos de esos modelos, y también que la base cultural latinoamericana es heterogénea, lo que requiere soluciones más flexibles. Necesitamos acortar las brechas en nuestros pueblos, ponderar la calidad en la creación de contenidos profundos y significativos y echar a andar las competencias de todos en esta misión.

La buena noticia es que esto ya está pasando, Alpha implementa un sistema de enseñanza entre los participantes que los capacita a replicar, es decir, un sistema de mentorías sustentables, porque no hay mejor aprendizaje que lo que se aprende cuando se enseña. Resulta barato, cierra las brechas de un viejo sistema catequético y promueve un cambio cultural. Pero si es tan bueno ¿por qué no se generaliza? Nos falta un cambio de conciencia. Debemos dejar de pensar que las soluciones heterodoxas son de segunda; debemos dejar de buscar sistemas automáticos y remotos, e involucrarnos con un nuevo liderazgo, un liderazgo compasivo que nos permita conectar con nosotros mismos y con los demás.

Los esfuerzos por renovar la parroquia deben tener objetivos concretos que ayuden a los tomadores de decisiones a enfrentar las dificultades que implica un cambio profundo. No tenemos tiempo. Iniciar un cambio cultural implica decisiones complejas que generan turbulencias e involucra a todos, pero si no lo hacemos no tendremos parroquias sustentables, si no lo hacemos, si no estamos dispuestos a escucharnos y ser más compasivos, dejaremos a las parroquias sin futuro.