Tribuna

El plan del papa Francisco y las claves de un pontificado, por Juan María Laboa

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La razón de un pontificado. No la humana, sino la providencial. La Iglesia se encuentra en una encrucijada dramática y trata de abrir horizontes, despertar la creatividad y renovar la fraternidad. Un plan para resucitar, la meditación del papa Francisco que publica Vida Nueva, es la clave para comprender la fe que mueve su pontificado. Algunos aspectos de su actuación, rechazados por ambientes eclesiales, sobre todo europeos y norteamericanos, nos han desconcertado en ocasiones por su aparente pasividad. Hoy sabemos que su opción profética de Iglesia, de comunidad creyente, de mundo, dirigida a la radicalidad evangélica, es su brújula, pero respetando ejemplarmente a los disidentes, desde su fe y confianza en el espíritu.



La presencia de Francisco en la Iglesia ha suscitado una regeneración de la confianza en la humanidad. No dicta reglas morales de comportamiento, no manipula la conciencia de los demás, pero anima incansablemente a la transformación personal y a la conversión. Tal vez no sea personalmente optimista en que se produzca un cambio inmediato, pero mantiene una inmensa esperanza en que el Señor renovará nuestros corazones para que comprendamos qué exige el Evangelio hoy.

Sin miedo a ir a contracorriente

A lo largo de los siete años de pontificado, el Papa no ha roto la caña quebrada ni ha apagado la mecha que arde débilmente, ha sido respetuoso con las conciencias no siempre limpias de algunos, pero a todos acompaña e incita incansablemente a que acojamos la vida nueva que el Señor nos ofrece, animándonos a no tener miedo de ir a contracorriente y a superar tantas reliquias averiadas que arruinan nuestra vida y nos quitan la esperanza.

Su recomendación repetida es la de Jesús, la del Vaticano II, la de Juan XXIII: mantengámonos atentos al signo de los tiempos, a la presencia siempre activa y renovadora del Espíritu en este momento de la historia. Este es el verdadero tema: invocamos al Espíritu, pero no lo escuchamos, porque nuestra rutina y soberbia nos paralizan en un pasado que nos impide atenderle. Francisco nos llama a estar abiertos a la creatividad, a la novedad, a las exigencias y urgencias de las personas que nos rodean.

El Papa, ante el Cristo de San Marcelo, el pasado Jueves Santo

Este canto de confianza en el Espíritu y de amor al género humano proclama, con Pablo VI, la exigencia de la civilización del amor, de la justicia, la caridad y la solidaridad. No se comprenderá hoy ni mañana este pontificado sin su identificación con tantos hermanos que no viven una vida digna. No olvidemos su exigencia de no escribir nuestra historia de espaldas al sufrimiento humano.

No olvidemos tampoco, para mejor comprenderle, sus palabras de Jueves Santo: los sacerdotes, hombres de la misericordia, debemos siempre perdonar porque permanentemente somos perdonados.

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