Tribuna

El pecado de poseer y dominar: una Cuaresma y Semana Santa entre graves desigualdades sociales

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La Cuaresma y Semana Santa constituyen una parte del año en el que las “desigualdades” se hacen tan notorias que a muchos les hacen pensar en las “hipocresías” de la sociedad.



Hay quienes el ritual social de ayuno y abstinencia, con su parte de no comer carne los viernes, se traduce en exquisitos y costosos manjares de pescado, langosta y camarones con buenos vinos. Hay aquellos que, como sacrificio de Cuaresma, durante la cena en restaurantes caros, se abstienen de comer postre como sacrificio cuaresmal.

Hay otros que tienen que dar a sus hijos lo que hay en la alacena o, hasta aquellos que comen lo que encuentren y ayunan, no como sacrificio ritual sino porque cuando no hay, no hay.

Como decía al profeta Isaías, el ayuno grato a Dios no es vestirse de saco y ni echarse ceniza sobre la cabeza. El ayuno grato al Señor es “romper las cadenas de la opresión”, es echar el resto en la lucha por la justicia.

Nefasto sistema

En términos sencillos, llamamos “diferencias” a las características que distinguen unas cosas de otras, sean objetos de la naturaleza o personas. Eso es distinto de lo que usualmente denominamos “desigualdades”. Es obvio que de lo que me interesa proponer como reflexión para esta cuaresma no es las diferencias, sino las desigualdades.

Según nuestro amado papa Francisco, el pecado de “poseer y dominar” ha generado un sistema económico, que el papa Pablo VI llamaba “nefasto sistema”, que descarrila el progreso de los pueblos en el que se privilegian las acumulaciones de riquezas en manos de los pudientes. Ese pecado propende además al dominio violento de los más débiles. Ese sistema de acumulación y violencia resulta en desigualdades sociales que se ahondan. En buena medida, este pensamiento puede ayudar a entender la profunda dimensión social de las tentaciones que enfrentó Jesús durante la primera Cuaresma.

Algunos dirán que la Cuaresma y Semana Santa nos debe llamar a la reflexión profunda de las cosas del alma y que los temas sociales solo tienen cabida si hablamos de actos de caridad individual, que es profanación hablar de temas sociales y políticos. No comparto esa opinión. Por el contrario, creo que, si leemos bien el relato del Evangelio sobre las tentaciones del demonio, veremos que le ofrece a Jesús todos los reinos de la tierra si se postra ante él y le adora. Es más, la culminación de las tentaciones fue precisamente esa oferta de riquezas y dominios si se sometía a la maldad.

¿Cuántos creen que, para triunfar en la política y los negocios, para lograr gran prestigio y respeto social, las reglas del juego son la corrupción y la maldad? ¿Cuántos dirán Padre Pedro eso está muy bonito, pero no es realista? O dirán, el que se mete a redentor termina crucificado.

Me parece que de eso precisamente es de lo que se trata la reflexión profunda a la que estamos invitados en esta Cuaresma. Hay un llamado a hablarnos a nosotros mismos en silencio para mirar los pecados y las tentaciones que nublan nuestra vista, con los que nos hacemos cómplices, que nos impiden escuchar la voz de nuestra conciencia. Es un llamado, además, a meditar sobre qué podemos hacer para ayudar en la construcción del Reino de Dios de justicia y paz.

Durante esta Cuaresma y Semana Santa marcadas por injusticias y desigualdades sociales, les invito para que intensifiquemos la lucha amorosa por la igualdad, paz y el amor. Porque… todo lo que está fuera del amor, no tiene autoridad.

Vivamos con la verdadera autoridad de Jesús para construir una sociedad nueva… el AMOR.