Tribuna

Dios Amor, respondamos siendo amor

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Escribió Chiara Lubich en un bello texto llamado ‘El sueño de aquel niño’ (1985) que “si Dios ha bajado a la tierra por nosotros, no es posible dudar de que Él nos ama. Y si alguien nos ama, todo es más fácil en la tierra para nosotros, todo es más comprensible”. Desde el principio de los tiempos, Dios comunica al corazón de todos los hombres el don de la fe en Él como la expresión fidedigna del amor: Dios es Amor. Por ello, Lubich insistió durante toda su vida en manifestar vivamente que todos y cada uno de nosotros somos amados infinitamente por Él.



¿Cómo es esta fe en el amor que es Dios?, responde Chiara Lubich que “es una fe exultante que fortifica, que entusiasma de alegría. Y, esta fe en el amor de Dios hacia nosotras, hacia cada uno, hacia todos, hacia la humanidad entera, iluminó, desde entonces, nuestras existencia”. Resalta Lubich que no se trata de una verdad destinada a unos pocos, sino a todos, sin excepción de ningún tipo, de ninguna naturaleza. Su Amor no está condicionado por nombres o formas. Lo abraza todo y a todos, puesto que, todo aquello, en la medida que es, es el Sí-mismo, es digno de amor. “Dios es el Yo que habla y cada uno de nosotros es el ‘tú’ expresado por Dios […]. Somos el ‘tú’ de Dios y solo en esta misma medida tenemos el ser”, escribe Raimon Panikkar.

Dios es Amor

“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1Jn 4,8). Por esta razón, Dios sigue al hombre con atención amorosa. Si hacemos una lectura detenida y reposada del relato de la creación notaremos con facilidad que ella no se agota con el indiscutible hecho de que Dios nos creó y nos dio vida. Su acción divina prosigue. Su benevolencia nos rodea de cuidados y atenciones; nos hizo “brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer” (Gn 2,9). Su a nosotros continúa, pues no deja de mirarnos, de visitarnos, de conocernos, de recordarnos, a pesar de lo que somos frente a Él.

El colmo del Amor de Dios hacia los hombres queda encapsulado en la carne de Jesucristo que explota llenando al mundo de su luz cuando pende enamorado en la Cruz del Gólgota. El actuar de Dios como amor va a adquirir en Jesucristo su forma más dramática y radical, puesto que, “en Jesucristo, escribe Benedicto XVI en ‘Deus Caritas Est’, el propio Dios va tras la oveja perdida, la humanidad doliente y extraviada”. En Cristo se perpetúa ese amor como acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía (cf. Jn 6, 31-33) para transformarnos, por medio de su Iglesia, en una comunidad de amor. Ese amor lo hace más que personal y por ello nos incita a responder siendo amor.

Responder siendo amor

Para Paul Tilich, Dios es solo “el símbolo de Dios”; la realidad divina transciende todos los símbolos. Dios no es solo el Dios de nuestra oración, no “el Dios de la gente religiosa”, es “mayor que las iglesias y sus miembros”, y está vivo tanto en la esfera religiosa como en la secular. No podemos decir que “conocemos su nombre”, porque Dios, verdaderamente, “está más allá del Dios de los teístas y del no-dios de los ateos”. Nosotros, si pretendemos responder siendo amor, debemos tener esto claro, ya que, muchas veces, nos aferramos a conceptos para establecer fronteras y límites con los demás.

El hombre es amor, ya que, como resalta San Agustín, “si somos hechos hijos de Dios, somos hechos de dioses”. Si somos su imagen y semejanza, entonces, inexorablemente somos también amor que puede darse, entregarse hasta la última gota. Cuando nos alejamos de Dios, nos alejamos de nosotros, de lo que somos: amor. El hombre es amor que es Dios “y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en Él” (1Jn 4,16). Estando en Él, el hombre puede responder siendo amor, ya que no puede ser otra cosa si está en Dios. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela