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¿Es tiempo de cristianismo?


Una obra de Jean-Marie Ploux (PPC, 2008). La recensión es de Manuel Lázaro Pulido.

 

¿Es tiempo de cristianismo?

Autor: Jean-Marie Ploux

Editorial: PPC

Ciudad: Madrid

Páginas: 320

 

(Manuel Lázaro Pulido) El diálogo con la cultura actual es una exigencia que nace de la inquietud humana por las preguntas y de la propia fe, pues la fe también se entiende como “creadora de cultura y fuente inspiradora de ciencias, letras y artes” (Inde a Pontificatus, 1). Ahora bien, no cabe duda de que esta legítima y justa afirmación se convierte en reivindicación hoy día. En este sentido, el Pontificio Consejo de la Cultura realizaba en 2004 un análisis de la situación en el que ese diálogo ha de tomar forma en el siglo XXI en los siguientes términos: “Los sueños de un futuro mejor para la humanidad, característicos del cientificismo y del movimiento de la Ilustración, del marxismo y de la revolución del ‘68, han desaparecido, y en su lugar ha aparecido un mundo desencantado y pragmático (…) Las esperanzas de un futuro mejor han desaparecido para muchos hombres y mujeres, que se repliegan desencantados sobre un presente que con frecuencia se presenta oscuro, ante el temor de un futuro todavía más incierto. La rapidez y la profundidad de las mutaciones culturales que han tenido lugar en los últimos decenios son como el trasfondo de una gigantesca transformación en numerosas culturas de nuestro tiempo” (¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa). 

Esta afirmación es una puesta al día que nace de la inquietud expresada en Gaudium et Spes, donde ya se veía con nitidez que “muchos de nuestros contemporáneos no perciben de ninguna manera esta unión íntima y vital con Dios o la rechazan explícitamente” (GS, 19). Sin embargo, las situaciones expresadas en el Concilio Vaticano II y las del Pontificio Consejo de la Cultura expresaban una misma preocupación y un desarrollo diferenciado. El momento intelectual conciliar reflejaba una situación extrema de las consecuencias del hombre moderno, aquél que estaba ya siendo sustituido por otro tipo de hombre, que es el que sustenta el análisis del 2004, un hombre que ya vivencia, existencialmente y de manera fragmentada, aquello que en la década de los 60 no era sino casi un juego racional. 

Cara a cara con este desafío intelectual, cultural, social y vital, en una época en la que el diagnóstico se ha complicado, y en la que el hombre contemporáneo ha sobrepasado la modernidad, el autor del libro que presentamos, Jean-Marie Ploux, sacerdote de la Mission de France, nos presenta un análisis en el que, precisamente, intenta dar respuesta interpretativa a aquello que en el Concilio fue una intuición y que el siglo XXI vive como una experiencia cotidiana: la situación de cambio en la que vive el hombre, con lo que ello supone de pérdida de seguridades, o lo que es lo mismo, en sus palabras: la era de la Relatividad.

Un encuentro, un reto

Efectivamente, nuestro autor ha constatado en sus estudios y en su labor pastoral, que le ha llevado por diferentes países como Argelia o Egipto, que el hombre no sólo piensa sin un logos fuerte -más allá de una óptica omnicomprensiva-, sino que vive en permanente encuentro con otras culturas. Esto supone un reto para el hombre creyente y para la misión de la Iglesia. “¿Cómo vivir, comprender y explicar la fe cristiana cuando la misión de la Iglesia nos conduce a realizarla en culturas e ideologías que le son extrañas?”, se preguntaba el autor en Le Christ aventuré (Desclée, 1985). Catorce años más tarde (ed. original: Les Éd. de l’Atelier, 1999) da respuesta bajo la forma de ensayo a esta pregunta, de una manera fiel a la realidad, pero no descarnada; realista en la exposición, a la par que esperanzada en la intención. Si es cierto que el hombre de hoy vive una situación de relativismo, no es menos cierto que ello no debe condicionar la esperanza de la Iglesia. Y si el cambio y la transición es una condición de la historia humana, también lo es la actual.

Ploux nos presenta en este libro un panorama amplio, ambicioso, pero expuesto de forma sintética y sencilla -que no simple- de lo que podríamos denominar la memoria del hombre de Occidente. El carácter esquemático del mismo le lleva a tipificar la historia occidental en tres respuestas culturales que se han ido sustituyendo (cf. un esquema sintético en pp. 34-35). Épocas que vertebran la obra, dividida en tres partes. La primera época está caracterizada por la Tradición. La segunda, nacida en el Renacimiento y bajo el espíritu de la Reforma, expresa en su denominación su propio carácter: la Modernidad. El tiempo actual intuido en la doctrina conciliar y vivido en el presente se caracteriza por ser el tiempo de la Relatividad. Con esta denominación expresa lo que conocemos normalmente por postmodernidad, en el carácter crítico de la modernidad, y desde la vertiente epistemológica como complejidad (Edgar Morin). De la mano de Michel Serres, expresa la necesidad que este tiempo ha demandado de una razón que traspase la razón científica e instrumental, una “segunda razón” que dé cuenta de la primera, no en sus presupuestos racionales sino en sus experiencias culturales. El autor encuentra así una oportunidad, de forma cristianamente esperanzada, de realizar un encuentro cultural, y aquí propone el cristianismo como tiempo propio de existencia. No se trata de un cristianismo que pasó, sino que pasea por la vida constantemente. El tiempo de la Relatividad puede ser desastroso, generar inseguridad, incertidumbre…, pero también es oportunidad de mirar con “una nueva lucidez”, lugar de diálogo, ya que “a lo largo de toda la historia cristiana el diálogo con las culturas y los otros caminos humanos será el lugar, abierto o no, de la revelación (p. 291). PPC nos regala con este libro un bello análisis, lleno de esperanza y sentido de la realidad, escrito con lenguaje asequible, que merece ser leído.

Pero… ¿y si no reinara ya Protágoras, sino Gorgias?, ¿y si la situación se expresa mejor en términos de nihilismo que de relativismo, como dice el autor?, entonces ¿cómo afrontar el diálogo relacional cuando la palabra no vale nada? Quizás debamos fundamentar la palabra y el logos humano con el logos y la Palabra de Dios, pero eso ya supondría otro ensayo.

En el nº 2.645 de Vida Nueva.

Actualizado
23/01/2009 | 12:02
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