Dos obras de Carlos Ros (San Pablo, 2011). La recensión es de Teodoro Polo.
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Teresa de Jesús, esa mujer
Autor: Carlos Ros
Editorial: San Pablo
Ciudad: Madrid
Páginas: 584
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Juan de la Cruz, celestial y divino
Autor: Carlos Ros
Editorial: San Pablo
Ciudad: Madrid
Páginas: 544
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TEODORO POLO | El sacerdote y periodista sevillano Carlos Ros se ha atrevido a contarnos la vida de los dos grandes místicos carmelitas, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. No son dos biografías científicas, pero su autor ha pretendido apoyarse, en la medida de lo posible, en documentos históricos que nos ofrecen una imagen real (y, por tanto, no falseada) de aquellos dos grandes personajes de la historia religiosa española. Las notas al final de cada uno de los escritos así lo certifican.
Conoce también las llamadas hagiografías barrocas, que ofrecieron, según los modelos culturales de entonces, una vida inventada de los santos; y, en el caso de san Juan de la Cruz, las utiliza, sin mucho discernimiento, como fuentes históricas. No desconoce tampoco las últimas investigaciones históricas. Con tal bagaje y su entusiasmo por los dos fundadores descalzos, ha escrito estas biografías, que se leen con gusto.
Otro dato que avala estos libros es la recurrencia a las propias obras de los santos (más en el caso de santa Teresa, dado que las suyas contienen más datos biográficos). El autor está familiarizado con estas obras de los místicos y las cita muy oportunamente.
Las biografías de los dos santos fundadores han venido precedidas por otras que el autor ha dedicado a otros personajes coetáneos de ambos, y que tuvieron un papel importante en los inicios de la empresa reformadora y fundadora del Carmen Descalzo: el carmelita Jerónimo Gracián y las carmelitas María de San José y Ana de Jesús.
Las biografías teresiana y sanjuanista son una buena culminación de su labor como historiador y divulgador de los primeros años del Carmelo Teresiano. Carlos Ros lo sabe hacer con soltura y agilidad. Da la impresión de que estamos metidos en una novela con personajes o actores que desarrollan una trama, con su planteamiento, nudo y desenlace.
Evidentemente, los protagonistas son los dos santos, pero a su alrededor abundan otros muchos personajes, y el autor sabe presentarnos tanto la historia de cada uno de ellos como la aventura emocionante –y muchas veces dramática– de la Reforma Descalza. Una Reforma plagada de dificultades y que no fue bien entendida por algunos grupos.
La dispar comprensión del carisma teresiano en sus orígenes y en el interior del carmelitanismo se presenta en estos libros como una historia de buenos y malos. El lado “bueno” estaría representado por los tres figuras citadas –Jerónimo Gracián, María de San José, Ana de Jesús, que continuarían la “herencia fundacional” de santa Teresa–.
El malo de la película –si se nos permite hablar así– sería el carmelita Nicolás Doria, calificado como “un maquiavelo”. Creemos que aquí el autor dedica demasiadas páginas a describir los enfrentamientos entre Gracián y Doria. Sin duda que este último es el representante del “rigorismo” y que Gracián estaría más en sintonía con el humanismo y la espiritualidad teresiana, pero esto no es excusa para salir tan malparado en las obras que nos ocupan.
El autor, que no es historiador oficial, ha optado al narrar aquellos años por una corriente historiográfica de la Orden concreta, que en algunos aspectos es sesgada y ha sido criticada.
‘Co-partícipes’
El aprecio de Ros por las tres figuras antes mencionadas es claro. Los hace “co-partícipes de la herencia fundadora de Teresa de Jesús”. A nuestro juicio, en ambas biografías, Juan de la Cruz, queda minusvalorado en ese papel de co-fundador del Carmelo Descalzo. O, al menos, no lo suficientemente realzado. El protagonismo parece caer siempre del lado de Gracián, “el hombre de Teresa de Jesús”.
Nos hubiera gustado que en la biografía sanjuanista el propio biografiado hubiera aparecido en primer plano y no tanto como telón de fondo de otras historias.
Si en la biografía de santa Teresa, esta sí que es resaltada, en la de Juan de la Cruz, él queda difuminado. Todavía no tenemos una biografía del santo. Podremos tener una externa, pero una que dé cuenta del “drama interior” (en expresión acertada de Jean Baruzi) vivido por el místico es, quizás, tarea imposible, y por ello tendremos que seguir esperándola. Ese drama interior lo tenemos en sus escritos, y tal vez el autor podría haberlos utilizado más para acercarnos al secreto de san Juan de la Cruz.
Las dos biografías se complementan y son una buena introducción para conocer a estos grandes místicos. La de santa Teresa aparece más lograda. Bajo el subtítulo de esa mujer, presenta las diferentes facetas de su figura: la mística, la fundadora, la “madre”, la mujer orante, la mujer de ternura y humor.
La de san Juan de la Cruz nos ha dejado una cierta insatisfación. Es el hombre celestial y divino, que se “mueve a su aire místico”. Cierto que el místico y poeta fue de difícil acomodo en los entresijos de entonces, pero no lo es menos que participó de lleno en el carisma fundacional de la Orden y no se mantuvo alejado de los dificultades de los comienzos.
Pese a estos reparos, recomendamos estas biografías de los santos carmelitas, que ayudarán a conocer a dos figuras capitales de la espiritualidad cristiana. Nada mejor que leer las propias obras de los místicos para comprenderlos, pero siempre es muy útil contar con biografías que nos ofrezcan datos que mejorarán tal comprensión.
En el nº 2.785 de Vida Nueva.