Editorial

Elecciones generales 28-A: cada voto cuenta…

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Cada voto cuenta. No es una frase hecha. Con el pistoletazo de salida oficial de la campaña electoral, los españoles están llamados a las urnas el 28 de abril. Entre ellos, los católicos que, como un ciudadano más, depositarán su papeleta en los comicios con más indecisos de la democracia. El sondeo realizado por NC Report para Vida Nueva refleja un voto fragmentado en todo el arco parlamentario, que no es ajeno a la tendencia general que certifica el fin del bipartidismo ni a las crecientes corrientes populistas y mesiánicas.



No hay un perfil único del votante cristiano, como tampoco hay un único partido católico. Sería impensable, mal que les pese todavía a algunos nostálgicos, que apuestan por una errada pureza electoral sometida a criterios aislados que, por sí solos, se erigen sesgados y, por tanto, ideologizados. En las últimas décadas no se supo reconocer esta riqueza en la diversidad que significa hacerse presente en todo el arco parlamentario, y no se alentó al laicado a comprometerse en política para impregnar de humanismo cristiano a cada partido. No solo se dio la espalda a promover este activismo, sino que se aupó a unos y se condenó al resto.

Algo ha cambiado de un tiempo a esta parte. Ahí están las orientaciones dadas por el secretario general de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, que van desde la defensa de la vida, la familia o la libertad de educación, pasando por los pilares que constituyen la Doctrina Social de la Iglesia: la acogida al extranjero, el acceso a una vivienda digna, la apuesta por un pacto social…

Pero esta melodía polifónica llega con retraso. Porque, más allá de la intención de voto, el sondeo pone de manifiesto la escasa influencia de la Iglesia en sus fieles. Seis de cada diez católicos niegan que su fe, sus creencias o sus principios morales vayan a determinar su voto. Además, el 70% de los encuestados reconocen que los pronunciamientos públicos de las autoridades eclesiales no condicionarán su papeleta. Estos datos se presentan como una invitación a reflexionar sobre qué mensajes ha lanzado y está lanzando la Iglesia en voz alta, si conectan o no con las dos preocupaciones cotidianas que los cristianos de a pie exponen en la encuesta de Vida Nueva: la economía y las políticas sociales.

Con este humus se acercarán los católicos a las urnas. Con la invitación a ser conscientes de que, en su voto, no está en juego la salvación, pero sí sentirse corresponsables del futuro del país, superando la tentación de la abstención, de la desgana del mal menor y analizando quién es merecedor de su confianza entre los candidatos que se comprometan a construir una sociedad más fraterna y más humana. Y, por lo tanto, más cristiana. Por eso, el voto de cada católico cuenta.

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