Construimos verdad

 

El perdón es un acto heroico, un salto evolucionario significativo y un posicionamiento político de gran valor. La travesía hacia la reconciliación implica recorrer cinco pasos que demandan igual o más esfuerzo: construir verdad, garantizar justicia, realizar reparación, acordar un pacto de no repetición y celebrar la nueva relación que nace.

Se recomienda que estos pasos tengan la mediación de una tercera persona que facilite a los participantes asumir valores guía que inspiren todo el ejercicio de la reconciliación. De lo contrario, la reconciliación se vuelve demasiado penosa, si no imposible. Esta etapa comienza entrenando a los participantes en pequeños grupos para ejercitar formas de comunicación asertiva.

Luego se les acompaña para que trabajen en perspectivas de aproximación a la construcción de verdades. Una vez que hemos entendido que la verdad se construye colectivamente, los participantes, reunidos en grupos de tres personas, hacen el esfuerzo de enmarcar en tres perspectivas la ofensa que vienen trabajando: primero, la lógica de los acontecimientos, o sea, en estricto sentido, contar los hechos como sucedieron; segundo, la del sentido, que invita a los participantes a preguntarse y responder por las razones que explican por qué sucedió la ofensa; y tercero, la de la necesidad o de la existencia, que plantea los imperativos del cuidado, del respeto de la vida, pero, sobre todo, la necesidad de emprender el camino del descongelamiento; teniendo en cuenta que la ofensa es profundamente conservadora y la vida precisa continuar. Descongelarse es aquí sinónimo de liberación, de construcción de condiciones éticas para el proceso de reconciliación, de elaboración de pactos de convivencia.

Se busca así trascender el imperio de los acontecimientos, desentrañar la lógica del sentido, la explicación de las razones de los eventos agresivos, para promover una existencia afianzada en la valoración de la vida y de la no violencia. Se dialoga sobre la verdad de los tribunales que sirve para inculpar o disculpar, y sobre la verdad de la compasión y de la bondad que libera. Es así como se facilita la comprensión de las circunstancias históricas en las que la ofensa se inscribe en narrativas más complejas, en las que la atribución de la culpa a un ofensor sea señalamiento, a la vez, de las circunstancias, del contexto y de la responsabilidad ampliada. La historia tanto del ofensor como de la víctima se hace menos personal, más periférica y ligada a su entorno y biografía, con el fin de favorecer la comprensión del fenómeno singular en el contexto de las pluralidades que lo generan. Sin negar, las excepciones que ello tiene, cuando las partes logran aceptar corresponsabilidad en lo ocurrido, en este momento se da el quiebre que promueve la reconciliación.

Como ritual de cierre, se ofrece a los participantes pinceles y colores y se les invita a que cada uno pinte lo que le parezca conveniente en las paredes de una vasija de barro. Cuando todos han dado sus aportes y se muestran orgullosos de la esplendorosa vasija que han pintado, el facilitador la deja caer y se rompe en pedazos. Ante la mirada atónita de los participantes, el animador les recuerda que la fragilidad es propia de la realidad humana: se rompe y es necesario rehacerla y pegarla. Entre todos construimos la verdad y reparamos las condiciones de vivir en dignidad, cuando se ha fragmentado y violado el pacto social como consecuencia de la ofensa. 

Leonel Narváez
Presidente De La Fundación Para La Reconciliación

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