Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

Se ha terminado la JMJ de Panamá, ¿ahora qué?


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Ya está. La Jornada Mundial de la Juventud 2019 en Panamá ha llegado a su fin. Las iglesias centroamericanas han superado el desafío de llevar adelante logística y pastoralmente este acontecimiento que ha brillado por encima de los números, las fechas u otros elementos que han buscado distorsionar el foco que cada JMJ pone sobre los jóvenes y su pertenencia eclesial. Mientras llega la JMJ de Lisboa en 2022 toca hacer balance para que los mensajes y experiencias de esta semana no se enfríen, como ha repetido el Papa durante los actos de ayer.

Repasamos por ello hoy, en este blog, algunas de las claves que Francisco ha dejado para vivir “armando lío” y aterrizando la JMJ a toda la iglesia poniendo en marcha las claves del sínodo. Un repaso por la completa cobertura de la web nos descubrirá muchas otras vivencias y recados que quedan en el tintero.

Presente de futuro

El Papa concluía su homilía de la misa de clausura pidiendo a los jóvenes que viviesen el mensaje de Jesús en los momentos –una de las palabras claves de Bergoglio– ‘concretos’ de sus vidas. Esta tarea, convertida en misión para un cristiano, no puede esperar. Está muy extendida en la Iglesia –y también en la sociedad– que los jóvenes son simplemente unos inmaduros a los que hay que domesticar y ya el día de mañana…

Sin embargo, Francisco ha insuflado un espíritu de confianza casi sin límites cuando les ha dicho que ellos “no son el futuro sino el ahora de Dios. Él los convoca y los llama en sus comunidades y ciudades a ir en búsqueda de sus abuelos, de sus mayores; a ponerse de pie y junto a ellos tomar la palabra y poner en acto el sueño con el que el Señor los soñó”. Cambio de mentalidad y de sinodalidad aplicada al camino de nuestros tiempos.

Abundando en el tema, ha querido subrayar que “para Jesús no hay un ‘mientras tanto’ sino amor de misericordia que quiere anidar y conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro tesoro, porque no es un ‘mientras tanto’ en la vida o moda pasajera, es amor de entrega que invita a entregarse”. Y aterrizando en este “amor concreto, cercano, real” es “alegría festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación”.

Comprometerse y arriesgarse

No nos engañemos. A muchos elegir el tema de María como eje de una JMJ les pareció una estupenda excusa para hacer un encuentro neutro y lejos de los fangos políticos y sociales que embarran las actuales relaciones internacionales. Una forma para que la Iglesia se pusiera de perfil y disfrutase un poco más de la irrelevancia aparentemente cómoda al disfrazarla de espiritualismo desencarnado.

La vigilia con los jóvenes, especialmente a través de los testimonios, nos ha demostrado que María y tantos cristianos a lo largo de las historia son ejemplos de quienes quieren “comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa”, la del Señor de la Vida.

Decir ‘sí’ al Señor, como María, para Francisco es “abrazar nuestra patria, nuestras familias, nuestros amigos tal como son, también con sus fragilidades y pequeñeces. Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a todo lo que no es perfecto, puro o destilado, pero no por eso menos digno de amor”, señaló. Como vemos, nada de moralina pietista, nada de activismo descentrado. Con razón ha dicho que María sí que es una ‘influencer’ de verdad…

Las periferias

En el Via Crucis también han quedado muy patente como el mensaje del Evangelio puede iluminar las situaciones concretas que se viven en nuestro mundo. “El camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días”, decía abiertamente el pontífice. Una vía dolorosa que toma cuerpo “en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad que consume y se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos”, en Venezuela o en tantas partes del mundo.

Y tantos otros sufrimientos globalizados y deslocalizados. La cruz a cuestas de esta JMJ ha pasado junto a los niños sin derechos, a las mujeres maltratadas, a los jóvenes sin futuro, a quienes son víctimas de abusos o explotación, los que viven en contacto con la adicción, los desilusionados, los descartados… “en una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor”. Así de claro. Los elogios de Antonio Pelayo dan buena cuenta de la fuerza de este momento y de este mensaje.

La alianza de generaciones

Una constante de Francisco, que se ha acentuado en estos días es la insistencia de que los jóvenes se alíen con los más mayores para que ninguno de ellos sean los descartados de la sociedad. Los mensajes del Papa argentino para los jóvenes han sido estimulantes, pero no lo han sido menos cuando ha querido interpelar de forma directa a los más mayores y su responsabilidad para no frenar los cauces de participación y protagonismo eclesial de los más jóvenes.

Precisamente sus últimas palabras en Panamá, en el ya tradicional encuentro con los voluntarios, Bergoglio propuso una vez más llevar adelante la cultura del encuentro a través de una alianza intergeneracional, los más jóvenes y los más ancianos. En el encuentro y la confrontación (dialógica y experiencial) con los demás “experimentamos cómo la fe adquiere un sabor y una fuerza completamente nueva: se vuelve más viva, dinámica y real. Se experimenta una alegría diferente por haber tenido la oportunidad de trabajar codo a codo con otros para lograr un sueño común”, afirmó.

Parece que hay deberes hasta la próxima JMJ. La exhortación apostólica nos los pondrá por escrito esperemos que en breve.