Héctor Sampieri Rubach, director del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia en México
Director del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia en México

Primeras características del arte y oficio de acompañar (segunda parte)


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Tal como lo hicimos en nuestra entrada anterior, ponemos ahora atención en las últimas dos características iniciales, de la primera parte de la cita del papa Francisco que hemos revisado al inicio de este camino en conjunto.



Únicamente para recapitular, dejamos sentado que anteriormente, hablamos sobre “La prudencia”, como cimiento de la confianza del proceso de acompañamiento, y abordamos también algunas características sobre “La comprensión”, como base de la empatía, para favorecer la conexión con quien vivimos cada proceso de diálogo.

Ahora toca el turno  que nuestra mirada se dirija a explorar algunos detalles sobre “La Espera”  y “La Docilidad al Espíritu”.

La espera

Por ella entendemos de inmediato la actitud de no acelerar el proceso por así convenir a los intereses de quien acompaña.

La capacidad de respetar el paso de quien requiere recorrer el camino del desarrollo personal y espiritual es un detalle de distinción en un proceso de acompañamiento. El trayecto no es nuestro y la velocidad para recorrerlo debe ser marcada por quien es acompañado.

Caminar al lado de alguien, que busca un desarrollo, una transformación, siempre implicará reconocer el  ritmo y el momento propicio. La confianza entre quién acompaña y quien se deja acompañar, debe ir aumentando sesión a sesión, diálogo a diálogo. Entender el ritmo del acompañado es un misterio que quien acompaña debe esforzarse por esclarecer. Es necesario entonces desarrollar la habilidad gradual de reconocer cuándo se puede avanzar más rápido y cuando se necesita ir más despacio. Acompañamos también en el silencio, en la pausa, en el momento en que la reflexión reposa y el ánimo se “pasma”.

El acompañamiento produce aprendizajes; los aprendizajes requieren cierta temporalidad para asimilarse como propios desde la reflexión personal.

Saber esperar al otro, en un contexto de presión, ritmo intenso, urgencia y prisa como la que la vida actual instaura en nosotros, siempre provocará en el acompañamiento una sensación de remanso, de cierta paz aunque las personas tengan tormentas en el horizonte. Esto habrá de producir en quien es acompañado un pensamiento y una emoción particular:

“Todo mundo me presiona, pero hay alguien que incluso disfruta esperando mi propio ritmo y mis pasos, torpes de inicio, y ahora un poco más firmes al saber que no estoy aislado y solo enfrentando mis desafíos”.

La docilidad al Espíritu

Tenemos que aprender a acompañar tal como Dios nos acompaña a nosotros mismos. Dando juego a nuestra libertad y a nuestra reflexión, permitiendo nuestra decisión y, en cada paso, en la palabras muy propias del Papa, esperando la oportunidad de “primerearnos”.

Así debemos nosotros, quienes acompañamos, ser dóciles al Espíritu que nos lleva al servicio, no para la gloria personal, sino para el cumplimiento de la Voluntad Divina. Quien acompaña sabe reconocer que no se es el protagonista de la vida del otro, sino que asumiendo la propia vida podemos entonces entregarla al otro para que sea de utilidad a su crecimiento y desarrollo.

Entender que el servicio de acompañamiento, y esto es un reto en sí mismo, está al servicio de algo más grande. Que nuestros medios humanos, insuficientes y limitados, solo son útiles y provechosos cuando se insertan en una lógica superior que nos rebasa. Acompañamos a quienes hemos recibido a través de un servicio pastoral no como finalidad sino como medio de realización del Plan Divino al cual, nosotros desde nuestra libertad, mucho podemos aportar.

Una nota final. La pandemia que continua nos tiene a muchos recluidos en casa, aislados y sin oportunidad de continuar con la normalidad de la vida. En la entrega anterior decíamos que podía ser esta la ocasión de comenzar a poner en práctica estas características iniciales del servicio de acompañamiento en la pastoral. Hoy no puedo más que reiterar esta posibilidad. En la cuarentena voluntaria y/o obligatoria, dependiendo la latitud en la que nos encontremos, la espera, como actitud, y la docilidad al Espíritu, serán elementos de apoyo para situaciones y momentos difíciles. Sigamos rogando a Dios nos permita encontrar sentido a lo que se vive y compartir con las personas que acompañamos, en medio de la angustia y desolación, un mensaje de esperanza. Es el tiempo de volvernos más humanos, y en ello el acompañamiento es escuela de vida. Aprovechemos cada instante. ¡Dios nos bendiga a todos!