Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Política sin moral


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Hace varios días, el directivo de un portal de noticias publicó un comentario que decía: “la política no es moral”, y más que el lamentable escenario del país en el que lo dijo, Venezuela, está el asunto de creer que hay aspectos de la vida social que no son éticos, ni morales.



El problema de la frase radica que la moral no es un asunto de gustos o preferencias, el individuo no puede creer que está fuera de la ética o la moral en ciertas cosas, las acciones siempre tienen consecuencias, y la persona cuando hace política también es moral o inmoral, porque incluso lo amoral es definido por la RAE como “la falta de preocupación por el sentido moral”, pero que no preocupe no quiere decir que no exista.

Si se sigue comprendiendo a la política sin moral, se seguirá en la espiral de la corrupción, de la astucia, de la audacia y del menosprecio al bien común, en síntesis, una caricatura de política que solo busca intereses personalísimos y particulares.

Sin moral no hay camino de solución

La preocupación está en el hecho de que, una política sin moral conlleva a un callejón sin salida, a entender la vida desde los cálculos de intereses, desde las cifras de beneficio, desde lo que conviene a uno y no a todos, en un juego perverso de devorarse unos a otros.

Una política sin moral es estéril, polariza, crea enemigos, divide, excluye, miente, manipula, y justifica todo el mal posible en nombre de esa supuesta neutralidad, porque una cosa es ser pragmático y otra cosa es no tener límite en los fines.

Una política sin moral pisotea la dignidad humana, no respeta los derechos humanos, taza quién merece respeto y quien no, limita la participación social, promueve la segregación y el sectarismo, y tiene una visión complaciente a corto plazo.

Lastimosamente sobran ejemplos de esta política sin moral; los personalismos absorbentes, los mesianismos populista de un único líder, los totalitarismos de un solo partido, las votaciones con los ganadores ya cantados, las prebendas para unos pocos, y la imposición sobre muchos.

La política moral con toda sus letras

La política con P mayúsculas es moral, es ética, es “la expresión más alta de la caridad”, porque busca hacer el bien, y no hacerse el bien así mismo o a los de la camarilla de partido.

La política que necesita Venezuela y América Latina es aquella que pone los intereses de todos como prioridades obligantes, eso que en el pensamiento del papa Francisco está descrito en la Evangelii Gaudium: “el todo sobre la parte”, y la “unidad prevalece sobre el conflicto”, con la objetividad (más aún en el periodismo), de que “la realidad es superior a la idea”.

Una política de puertas abiertas, transparente, con políticos honestos y responsables, no ángeles caídos del cielo oportunistas, sino conscientes de que trabajan por el bien.

El papa Francisco da las claves de la buena política, la mejor política, la política con moral, en la ética de la Fratelli Tutti:

“La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales” (n. 196).

Si, nuevas energías que brotan de la determinación libre y voluntaria de querer hacer el bien, pues siempre el mal es una opción, pero el bien, y aún más en la política, es una decisión.

¡Es hora entonces de hacer política moral y para el bien!


Por Rixio G Portillo Ríos. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey.