¿Habría concedido san Pablo ruedas de prensa?


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En apenas ocho días, el presidente del Gobierno ha escrito –que sepamos– dos cartas: una a la ciudadanía y otra a la militancia del PSOE. Es sabida la poca afición de Pedro Sánchez a ruedas de prensa o entrevistas, salvo con periodistas o medios seleccionados por su afinidad. Pero las dos cartas me han recordado inevitablemente –a mí y a otros muchos– a san Pablo, conocido precisamente por su actividad epistolar.



Lo primero que hay que decir es que algunas de esas cartas son justamente los primeros escritos cristianos que se conservan. Anteriores incluso a los evangelios; quizá su situación en el canon –después de los cuatro evangelios canónicos– ha hecho pensar que también eran posteriores, cronológicamente hablando.

“Escritos ocasionales”

Esos textos paulinos se pueden calificar de “escritos ocasionales”, habida cuenta de que fueron compuestos para salir al paso de problemas concretos. Eso ocurrió con 1 Tesalonicenses, dirigida, en parte, para tranquilizar a los cristianos de Tesalónica sobre el destino de los difuntos y su relación con la ‘parusía’; 1-2 Corintios tratan de resolver algunas dificultades surgidas en Corinto, como el orden en las asambleas, el estado de vida e incluso la resurrección; y Gálatas, que trata de hacer valer la original predicación paulina frente al mensaje transmitido, probablemente, por predicadores judeocristianos procedentes de Jerusalén.

Otra carta, como la dirigida a los Romanos, era en realidad una carta de presentación para una comunidad que no conocía al Apóstol. La carta a Filemón es una carta de recomendación, semejante a otras que conocemos en el mundo romano, como una de Plinio el Joven: “Plinio a su querido Sabiniano: salud. Tu liberto, con quien te muestras furioso, ha venido y se ha postrado a mis pies como se habría postrado a los tuyos, diciendo que no se quiere alejar de mí…” (‘Cartas’ IX,21).

Finalmente, la carta a los Filipenses estaría redactada sencillamente para hacerse presente en una comunidad a la que Pablo aprecia mucho. En este sentido, cumpliría con el propósito epistolar según Cicerón: “Las cartas son diálogos de amigos en ausencia” (‘Filípicas’ 2,4,7), o Séneca: “Si nosotros tenemos como agradables los retratos de los amigos ausentes, que renuevan el recuerdo y alivian la añoranza de la ausencia con un falso y vacío consuelo, ¡cuánto más agradables son las cartas que nos traen los verdaderos pasos del amigo ausente, sus auténticos rasgos! Pues lo que es más grato en presencia del amigo, eso, el reconocerlo, lo proporciona su mano que graba las letras” (‘Epístolas’ 40,1).

Yo no tengo dudas de que san Pablo, de haber podido, habría tenido mucho gusto en responder a cuantas preguntas cualquier periodista hubiera tenido a bien hacerle.