Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿La sotana hace al cura?


Compartir

La carta

El nuevo arzobispo de Toulouse en Francia, Guy de Kerimel, ha mandado una carta a sus seminaristas el pasado 2 de junio. Una misiva interna y personal que acabó enseguida en las redes sociales. Después de cenar con ellos, le comenta que les sorprendió el uso que algunos seminaristas hacían de la sotana y el roquete, por eso, ratifica por escrito que les señaló que “deseaba que los seminaristas se exhibieran de manera demasiado clerical”. Frente a la sotana, señala el arzobispo, que “el futuro sacerdote debe ser identificado y reconocido por su santidad, su espíritu de servicio y la calidad de su relación pastoral”.



De Kerimel les recuerda a los seminaristas que “la prioridad de un joven en formación para el sacerdocio ministerial es crecer y fortalecer su relación con Cristo en la humildad y la verdad, sin pretender entrar en un personaje” que aleje a la gente. Tanto es así que, explícitamente, ha prohibido el uso de la sotana negra tanto en las instalaciones del seminario como fuera de él, una prohibición que se extiende a los seminaristas y a los diáconos en formación.

Ahora bien, el obispo no se ha opuesto a que, tras la ordenación, los nuevos sacerdotes lleven como “signo distintivo” como el clériman o “una simple cruz”. Más allá de la normativa, el prelado invita a los formandos a que muestren su “identidad” en la vivencia de la caridad en su misión pastoral, según ha publicado una web tradicionalista francesa, que recoge las críticas de los fieles contra un arzobispo que intenta acabar con la tradición. Los mismos que bramaron contra el obispo cuando, estando al frente de la diócesis de Grenoble-Vienne, redujo al mínimo la misa tradicional tras la publicación de ‘Traditionis Custodes’.

La decisión

Más cosas están revueltas en algún otro seminario francés. En concreto el de la diócesis de Fréjus-Toulon y es que el Vaticano ha paralizado las ordenaciones de seis diáconos y cuatro seminaristas previstas para este año. La decisión, ha comunicado el obispo Dominique Rey, se produce tras una “visita fraterna” realizada “a petición de Roma” por el arzobispo de Marsella, el próximo cardenal Jean-Marc Aveline. El obispo ha aceptado la decisión “con dolor y confianza, conscientes de la prueba que representa sobre todo para quienes estaban a punto de recibir la ordenación”, según un comunicado oficial fechado el pasado 2 de junio.

La razón, leíamos en esta web, es que la Santa Sede tiene dudas sobre la restructuración de su seminario y su discernimiento a la hora de acoger a seminaristas, pues en él se forman jóvenes de comunidades tradicionalistas. Las razones que van trascendiendo hacen increíble que se haya llegado a esa situación. Por volver a la versión oficial, Rey explica que “junto a los muchos frutos hermosos que dan el anuncio del Evangelio y la misión de los cristianos comprometidos –clérigos, consagrados y laicos– en nuestra diócesis, se abordaron las preguntas que se hacían ciertos dicasterios romanos sobre la reestructuración del seminario y la política de acogida de la diócesis”. En concreto, el obispo destaca que “una entrevista sobre estos temas, incluso recientemente, con el cardenal Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, permitió aportar útiles complementos. A la espera del seguimiento de estos intercambios en curso con los dicasterios romanos, se ha solicitado posponer las ordenaciones diaconales y sacerdotales previstas para finales de junio”. La decisión es bastante inaudita y más tratándose de uno de los seminarios más llenos del país –solo por detrás de París y Saint-Martin– ya que acoge seminaristas de otros puntos del mundo, especialmente de Latinoamérica.

La tendencia

No es extraña la tendencia, en determinadas partes del mundo, a recuperar determinada ropa clerical. Frente a aquellos que vivieron en el inmediato posconcilio el abandono liberador de las sotanas, otros hacen aumentar las ventas de alzacuellos romanos, veraniegos polos de clériman o pecheras que se adaptan a la chaqueta y el chaleco. Las motivaciones para llevar la indumentaria clerical que tanto reclamó en su momento Juan Pablo II pueden ser muy variadas y más o menos legítimas. Desde lo más vocacional a lo más ministerial, como ascesis personal o como autoconciencia de la propia identidad (o dignidad) sacerdotal. Con razón el Derecho Canónico reclama que “los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar”, amén de los hábitos específicos para los religiosos –a los que se han sumado estrafalarios pseudohábitos de asociaciones de fieles que no reclaman la aprobación de la Santa Sede, pero este es otro debate–.

Ahora bien, aunque las motivaciones puedan ser más o menos legítimas, no se puede dejar de lado el debate sobre si un sacerdote con sotana aleja o acerca a quienes se encuentran en los márgenes, espanta o establece un entorno de confianza y seguridad. Hay mejores y peores curas más allá de que usen clériman o traje, vaqueros o ropa gastada… la cuestión principal que parece advertirse en los seminarios franceses es la eclesiología que se esconde detrás de esa opción por la sotana o determinados elementos tradicionalistas. La opción por la sotana o las mangas de camisa debe incluir un discernimiento basado en la eclesiología que transmite la vestimenta dentro del escenario evangelizador en el que uno se mueve y no depositar todos los argumentos en la dignidad presbiteral o en la diferencia del consagrado frente al laico. La nostalgia no siempre es la mejor aliada de la sana Tradición ni la huida al pasado –aunque sea a través de una sotana a medida que trasciende su uso litúrgico– lo que necesita una Iglesia que quiere ser “hospital de campaña”.