La sorprendente carta de Francisco


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El sobre que llegó a las manos del periodista escritor Antonio Socci estaba escrito a mano, una F en el remitente, y la dirección de la casa Santa Marta. La carta no había pasado por ninguna oficina y contenía un inesperado mensaje. “He comenzado a leer su libro y estoy seguro de que tantas de las cosas que están allí me harán bien”.

Socci es famoso en Italia por su posición contra Francisco expresada en su último libro, La profecía final, Carta al Papa Francisco sobre la Iglesia en tiempos de guerra, que le había hecho llegar al Papa. A diferencia de los otros críticos, Socci da la cara. Ha acusado a Francisco de ser un Papa ilegítimo, “más preocupado por sus aduladores que por guiar a la Iglesia”.

No sin asombro, al romper el sobre, Socci leyó: “En realidad también las críticas ayudan a caminar sobre la recta vía del Señor. Le agradezco mucho por su oración y la de su familia. Le prometo que rezaré por todos ustedes”.

Antonio había pensado, como es común a todos los que  hacen críticas y se sitúan en la otra orilla, que son enemigos, y miran como enemigos a los de la orilla de enfrente.

Discutir, discrepar, sostener ideas que no coinciden con las del otro, expresar críticas, son  actos que sitúan como enemigo a quien así se manifiesta. Según esto, lo normal sería el unanimismo, la parálisis del pensamiento que propicia la intolerancia e incapacita para el encuentro con los demás, retrasa las tareas del conocimiento y frena el progreso.

El gesto del Papa  abría puertas que estaban cerradas y respondía a los opositores, anónimos por su temor a la “ira del Papa”.

Entre las puertas que Francisco se ha esmerado en abrir está la que franquea el paso a otras formas de pensamiento, que había cerrado el Syllabus, esa lista de libros prohibidos que fue de consulta obligada en universidades, colegios, seminarios, casas de religiosos, obligados a aceptar esa forma de represión en nombre de la pureza de la fe.

Francisco abre una era nueva en que dogmas y doctrinas salen de los museos y entran a los gabinetes de investigación de los teólogos

Fue tarea de los teólogos remover las talanqueras mentales que impedían al pensamiento cumplir su función natural de dudar, preguntar y obtener respuestas. Al teólogo Karl Rahner, consultor del Vaticano II, se deben pensamientos como estos, que habrían alertado a cualquier inquisidor, sobre esa necesaria evolución y dinamismo de la teología:

“El esquema teológico en uso debe ser mejorado, matizado,  ampliado. Todas las proposiciones humanas, aun aquellas en que la fe es expresión de la verdad divina, nunca son una expresión total de la realidad”. “Considerar las proposiciones de la fe como totalmente verdaderas sería elevar falsamente la verdad humana a la altura del saber simple y exhaustivo de Dios”.

Aún más explícito es el teólogo cuando afirma: “toda fórmula en que la fe se exprese puede ser superada; puede ser sustituida por otra que diga lo mismo y añada algo más, o sea la misma realidad desde un punto de vista y en una perspectiva desde la que no había sido considerada” (Cf. Escritos de Teología, Taurus, Vol. 1. pp. 55, 56, 57).

Las respuestas de Francisco que revelan su apertura al cambio, y en las que no duda en aceptar que los temas más polémicos deben ser estudiados, están abriendo una era nueva en la que se reducen las prohibiciones y anatemas y se multiplican los estímulos y las bendiciones, en que dogmas y doctrinas salen de los museos y entran en los gabinetes de investigación.

Socci no disimuló  su admiración al recibir la carta. Vio en ella: “un signo de familiaridad, un gesto paterno de afecto y de comunión. Son palabras que no te dejan indiferente. Hay cosas de este Papa que me conmueven profundamente. Me entusiasma su libertad evangélica, su sencillez, su estar fuera de los esquemas clericales. Es emocionante cuando recuerda que nuestro Salvador no quería perder a nadie y se pone a cada uno de nosotros sobre sus hombros”.