José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

La mano que lanzaba sueños entre los barrotes del CIE


Compartir

“Los CIE: triste almacén provisional que encierra seres humanos sin cometer delito alguno. Sus manos libres quedaron engrilletadas al entrar en él. Se borraron los rostros y las historias. Los sueños se adormecieron: volverán a despertar, aunque sea en el viaje de vuelta”. Así escribe respecto a los CIE, Julián Carlos Ríos Martín, abogado y profesor de Derecho Penal en la Universidad Pontificia Comillas.



Hermoso encabezamiento para su artículo en el Informe 2022 sobre los CIE del Servicio Jesuita al Migrante (SJM) que fui repasando mientras me dirigía a la vigilia de oración frente a los CIE en Aluche. Algunos adormecidos en el metro. También había unos jóvenes que hablaban de sus sueños. Me uní al grupo de los soñadores pensando el lugar donde me dirigía: convocatoria frente al CIE de Aluche el sábado 23 de septiembre convocado por varias asociaciones (Mesa de Hospitalidad de Archidiócesis de Madrid, Cáritas, SJM, Pueblos Unidos, San Carlos Borromeo, Karibú, Mundo en movimiento, etc.). Quería reforzar mis sueños en la víspera de la querida Jornada de las Migraciones. Siempre que puedo acudo a la convocatoria. Para alimentar mis sueños. Con otros. Y además este año al ritmo de batucada y contagiados por distintas performances. Juntos para ejercer la libertad de emigrar o la libertad de no emigrar. Alguna vez los sueños se harán realidad. Porque también los sueños de la desaparición de los CIE impulsan esta posibilidad. Y es que “el derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que la ONU proclamó en 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed”. Es una frase de Eduardo Galeano.

Oraciones y proclamas

Y ante el rotundo derecho a soñar, el cantautor Luis Eduardo Aute nos advertía que “quien no tenga sueños que se disponga a tener dueños”. Para eso estábamos allí. Unas oraciones y unas proclamas (¿no es lo mismo?) que alimentaran nuestra capacidad de soñar para construir alternativas. Porque vivir sin CIE es posible. Ni CIE grandes, ni CIE pequeños. Para pasar de la hostilidad a la Hospitalidad.

El cardenal José Cobo, durante el acto celebrado en Aluche

El cardenal José Cobo, durante el acto celebrado en Aluche

Miré hacia las ventanas del CIE cercano. Y releí lo que también escribe Julián Carlos: “La ley, sin compasión entre su articulado o en su aplicación, levanta muros y afila cuchillas. Se vuelve perversa y se trasforma en una concertina que hiere en ambos lados de la frontera. Allá, a los migrantes de ahora, acá, a los que lo fueron hace décadas y siglos. A los de allá, en sus cuerpos; a los de acá –o sea, nosotros– en la conciencia, mientras dormimos la borrachera del irreverente y descarnado consumismo. Vivimos drogados. Nos creemos despiertos. Y sangramos. Me incluyo. Esta sangre de quien se cree inocente porque aparentemente no daña, deja regueros y rastros más luctuosos que los que brotan de la piel de quien salta la frontera. Unas reflejan dignidad y coraje. Las otras, las de la inocencia temerosa de quien mira únicamente su cuenta bancaria, indecencia. La dignidad de quien busca sobrevivir insulta a nuestra autocomplacencia idealizada e ideologizada”.

Y pensé: los barrotes no pueden encerrar los sueños. Porque en realidad la razón de los sueños es que se conviertan en impulso para la utopía. A todos nos mueve el horizonte utópico de una sociedad acogedora e inclusiva, donde a nadie se le prive de libertad por carecer de documentación en regla.

Creemos que esto último está al alcance de nuestra mano. Y quizás tocar con ella, aquella otra que salía, sin los grilletes del comienzo, entre los barrotes de una ventana del CIE de Aluche en la mañana del día 23. Para lanzar los sueños.