Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

La maleta de los “por si acasos”


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No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que, en algún lugar del ADN, debe haber un gen escondido al que le tira viajar. Algo en la carga genética que provoca una querencia inevitable para conocer otras culturas, ver sitios nuevos y no tener pereza para utilizar los medios públicos de transporte, especialmente cuando se trata de un avión y hay que recurrir al pasaporte. No solo reconozco en carne propia la existencia de ese gen aún desconocido, sino que puedo intuir su presencia en mi hermana la mayor, que es la que le da más rienda suelta. En su currículum viajero hay países que tuve que buscar en el mapa porque no tenía demasiado clara su ubicación y otros a los que nunca se me hubiera ocurrido ir, especialmente por acabar en “…nistán”.



Esta vez he estado en Bilbao en los días previos de su partida, así que he podido ser testigo de cómo se puede disfrutar de algo desde antes de que suceda. Semanas antes de irse revisa guías, analiza qué hay que ver en cada sitio y lleva buena cuenta de qué es típico comer, hacer o visitar en ese lugar. En medio de estos preparativos, con lo que más se rompe la cabeza es cómo llevar todos los “por si acaso” posibles en el siempre limitado espacio de una maleta. Creo que en este punto concreto el gen familiar parece tener sus variantes, porque mi hermana es especialista en prever el mayor número de eventualidades que pueden acontecer para poder dar una respuesta ajustada en cada caso. En el fondo, se trata de esa necesidad que todos tenemos, más o menos acuciante según la forma de ser, de controlar la existencia, por mucho que esta se empeñe en escapar de nuestro dominio.

La permanente amenaza

Necesitamos saber el suelo que pisamos, porque la intemperie nos descoloca, y los imprevistos golpean esa seguridad básica que nos recuerda que la vida no es una permanente amenaza. La paradoja es que, en cualquier momento y de muchas formas muy distintas, podemos encontrarnos, de la noche a la mañana, sin piso bajo nuestros pies. No hay “por si acaso” posible que nos libre de esta permanente amenaza. De ahí el carácter subversivo, mucho más de lo que a veces creemos, de las palabras de Jesús cuando se pone poético y dice eso de: “No andéis preocupados por vuestra vida” o que las aves y los lirios están cuidados por el Padre (cf. Mt 6,25-34).

maleta aeropuerto

Confiar en que estamos en Buenas Manos y sabernos misteriosamente cuidados, incluso cuando las circunstancias parecen decir lo contrario, nos tendría que hacer renunciar a la ingenua pretensión de controlar la realidad, de tener una respuesta adecuada para cada situación y de no vernos abocados a la inseguridad de lo incierto. Sin prescindir de los “por si acasos”, pero sin llenar la maleta de la vida de todos ellos.