La madre tierra, una pobre que grita


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“Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella”, rezamos en el Salmo 24. Esto significa, para nosotros, que todo lo que tenemos pertenece al Señor Dios, y si pertenece a Él, entonces es para todos, y es de todos, ya que Dios así lo pensó y lo creó.



Según el mandato bíblico, Dios dio a todos la misma tierra para habitarla y trabajarla. Surge así una primera y gran preocupación: ¿Qué ha pasado? Constatamos que, a pesar de que todo es de Dios y, por tanto, “nuestro”, resulta que hay muchos que no tienen tierra, no tienen un lugar donde vivir; más aún, habiendo tanta tierra desocupada, no pueden ocuparla.

El papa Francisco, en su carta “Laudato Si’”, sobre el cuidado de la casa común, entre todos los aspectos que desarrolla, deja sentir en todo su escrito que el sistema económico de mercado tiene mucho que ver con el grito de la tierra, que sufre una explotación al máximo de sus recursos movidos por un apetito insaciable de poseer, de tener, de placer, tanto por parte del hombre como de la mujer

Desde hace unos años hay muchas voces individuales y colectivas de organizaciones en el mundo que vienen creando conciencia sobre la necesidad urgente de modificar nuestra forma de vida y posibilitar un sistema económico que no sea depredador de los recursos naturales, sino que, por el contrario, posibilite el respeto hacia la creación y donde el hombre intente vivir en modo más armónico con la naturaleza y sus riquezas.

Promoviendo una conciencia ecológica integral: hacia la justicia, la paz y el cuidado de la Creación

Se nos hace urgente hoy animar, formar, promover los valores de la justicia, de la paz y del cuidado de la creación, propiciando una conciencia ecológica de un modo integral, que pueda ser entendida y abordada desde lo ambiental, desde lo económico, social, político y cultural; de tal forma que estos aspectos, y entre otros como el respeto, la justicia social y la solidaridad, se constituyan para nosotros en una forma cotidiana de vivir.

La ‘Laudato si” nos invita a integrar en una nueva comprensión teológica, antropológica y eclesial una relación directa entre la opción por los pobres y la escucha atenta de sus gritos con los gritos de la tierra. En otras palabras, estamos invitados a vivir y suscitar una nueva conversión de la mente y el corazón que nos posibilite asumir con gran responsabilidad el encargo de Dios: ser sus administradores.

El administrador no es dueño, sino que cuida y vela por el encargo confiado; porque cuando no se respeta la tierra, faltamos gravemente a la humanidad. Por tanto, la Tierra, en este contexto, no solo es una pobre, una necesitada de respeto, sino una víctima; por eso grita, pero pocos la escuchan. Es la suerte de las víctimas inocentes. Por este motivo, antes de que sea demasiado tarde, necesitamos administrar los recursos naturales y ambientales de manera sostenible y justa.

El legado de san Francisco de Asís: fraternidad, desprendimiento y la responsabilidad ecológica en un mundo en transformación

San Francisco de Asís es un maestro que nos puede enseñar a vivir con alegría y autenticidad, especialmente desde un valor carismático suyo, como es la fraternidad y la desapropiación, que no significa no tener, sino ser desprendidos, libres, sin apegos que esclavizan al hombre, de tal manera que los valores de la justicia y de la paz puedan anidar en los corazones de los pueblos, de los Estados y de los poderosos de este mundo.

Hoy más que nunca, los procesos de evangelización, bajo la óptica de la sinodalidad, no pueden desentenderse de la creación, del cuidado de la tierra, para que sea posible generar lo que anuncia el salmista en el Salmo 104, 30: “…renovarás la Faz de la Tierra”.

El papa Francisco ha dicho de la política y de los políticos -y que podemos aplicarlo al tema que nos ocupa-, que las personas que desean empeñarse en servir al bien común, a entrar en la política, tienen que manifestar con claridad que tal compromiso responde a un movimiento de caridad. La buena política tiene como fuente la virtud teológica de la caridad. Por tanto, toda persona que no ama, o que tan solo se busca a sí misma, no puede estar en la política ni en encargos de representación.

Dígase lo mismo en relación con la creación: si no hay un compromiso caritativo en la búsqueda del cuidado de la tierra, de la creación, de la vida humana, que permitan escuchar los gritos de la madre Tierra, será muy difícil avanzar y tener una nueva conciencia ecológica integral.

Desde los años 80 hasta el presente, el compromiso por la defensa de la tierra y de los pobres ha provocado mártires, en su mayoría laicos, que en muchas partes del continente son un estímulo y fundamento de nuevos compromisos, pero creo que también hay que saber discernir y buscar otros modos para que nadie más tenga que morir.

Es motivo de alegría constatar la existencia de más organizaciones ecológicas nacionales e internacionales que ayudan e influyen ante los Estados y en las Naciones Unidas para que propicien políticas y acuerdos orientados a ello. Esperemos que todo lo que realizan en bien de la creación no sea en vano.


Por Isauro Covili Linfati, ofm. Obispo de Iquique-Chile y exalumno de la Academia Internacional de Líderes Católicos