Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La limosna en los libros sapienciales


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Quizá el punto en el que las enseñanzas de los sabios se alejan más del paradigma dominante de la economía actual sea en el de la gratuidad en la economía. Mientras que el pensamiento económico al uso legitima sin ambages la búsqueda del bien propio o dicho de otra manera más tradicional el egoísmo, los sabios recomiendan encarecidamente el elemento gratuito en la economía a través de la limosna.



“El que da a los pobres no sufrirá la miseria, el que cierra sus ojos será maldito.” (Prov 28,27) Ante una sociedad en la que la pobreza se ve como una consecuencia de las malas opciones que ha tomado la persona que la sufre a lo largo de su vida, en la que esta parece ser la justa recompensa que recibe alguien por su comportamiento pasado, los sabios nos impulsan a no descuidar al necesitado, a ayudarle en sus tribulaciones.

“No entristezcas al hambriento, no exasperes a nadie en su necesidad. No irrites al corazón exasperado, no retardes tu don al menesteroso. No rechaces al suplicante atribulado, no apartes tu rostro del pobre”. (Eclo 4,2-4) Dar es parte de nuestro desempeño económico, la manera de atesorar tesoros donde estos son más importantes es estar dispuesto a perder dinero por acoger al que menos tiene. “Consiente en perder dinero por un hermano y un amigo, no lo dejes enmohecerse debajo de una piedra.” (Eclo 29,10).

¿Quién estaría dispuesto a perder dinero hoy para dárselo al menesteroso? Con demasiada frecuencia no solo no se le da dinero, sino que tampoco se le presta con unas condiciones justas. Los préstamos al consumo y muchas hipotecas de alto riesgo se conceden a los más desfavorecidos con unos intereses abusivos y muy superiores a los que tienen que pagar las personas más pudientes.

Si bien el razonamiento del riesgo asumido puede justificar esta discriminación, el razonamiento de la gratuidad, el mandamiento de la compasión hacia los más débiles y el amor a los más necesitados, va totalmente en contra de estos comportamientos. En la economía actual la gratuidad se ha dejado a un lado y muchas personas identifican la economía precisamente por lo contrario a la donación de modo que palabras como altruismo, gratuidad o limosna parecen estar en las antípodas de lo que entendemos por economía.

La familia, cuna de la gratuidad

Sin embargo, existen ámbitos en los que la gratuidad forma parte del día a día de nuestro comportamiento económico. La familia es el principal de ellos. No he conocido ningún padre que le haya pretendido cobrar a sus hijos por los años que ha estado dedicándose a ellos desde que nacieron. Los servicios económicos se realizan en el interior de la familia de una manera gratuita: no solemos pagar a nuestros padres por que nos lleven al colegio, a un hermano por que me ayude en los deberes o a mi cónyuge porque haya puesto la mesa (de hecho, la aparición de pagos por estos conceptos podría ser una clara señal del deterioro de la situación familiar). Los amigos o el ámbito del trabajo voluntario, son otros entornos en los que se pueden encontrar intercambios económicos efectuados de manera gratuita.