Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

La huella del Papa en la Jornada Mundial de la Juventud


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Las Jornadas Mundiales de la Juventud, sin duda alguna, son uno de los acontecimientos eclesiales más importantes de la contemporaneidad, ya sea por la cantidad de sus participantes, o por el frescor que se siente al ver que la Iglesia es joven, está viva, y puede seguir siendo un testimonio alegre y edificante, desde sus protagonistas, los jóvenes.



La gran intuición de Juan Pablo II se concretó en un proyecto de gran alcance para la iglesia particular que la acoge, y para la iglesia universal que es convocada, congregada y reunida, en torno a la figura de Pedro.

Por ello, ante la nueva experiencia de Lisboa, con la Jornada Mundial de la Juventud 2023 que presidirá el papa Francisco en los próximos días, un balance sobre la huella dejada por cada pontificado, en la fiesta de la juventud, y cómo estas, en la continuidad – discontinua, siguen traspasando el testigo de la fe, de generación en generación.

Juan Pablo II, el papa de los laicos y la juventud

Los baby boomers nacidos en la década de los 70 fueron los testigos del nacimiento de la fiesta de la juventud, aunque hubo encuentros en los pontificados anteriores, la celebración del Jubileo del Año de la Redención (1983 – 1984) fue el caldo de cultivo para que germinara la idea de una reunión internacional con los jóvenes.

La fecha, por estar enmarcada en la redención, fue las vísperas del Domingo de Ramos, por lo que el cardenal argentino, Eduardo Pironio, sugirió a Juan Pablo II, en 1984, un festival para los jóvenes. Sumado a esto, la ONU declaraba, en 1985, el Año Internacional de la Juventud.

Fue así como en 1986, el papa convocaba a los jóvenes del mundo para la I Jornada Mundial de la Juventud, y con ello, la entrega de la cruz, y las palabras que no solo están talladas en la madera del inmenso leño de 3.8 metros de alto, sino en la vocación humanista y cristiana, de la cita: «Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús».

Dentro de las curiosidades de la época del papa Wojtyła es que, las JMJ eran durante el inicio de la Semana Santa, y aunque suene totalmente improbable, Juan Pablo II viajó en 1987 para Buenos Aires, para celebrar el Domingo de Ramos, con los jóvenes del continente de la esperanza.

El ritmo de convocatoria fue adaptándose, y en época del papa polaco, se celebraban cada dos años, y anualmente, en la vida diocesana, desde la iglesia local. En 2003, el mismo papa incorporó a la cruz, un icono de la Virgen María, de la Salus Populi Romani, que peregrina por los países para cada encuentro anual.

Benedicto XVI puso en el centro a Jesús

El papa alemán heredó la tarea de la Jornada, que coincidía providencialmente en su tierra natal. La espléndida cita de la juventud fue en Colonia, Alemania, e introdujo un momento de adoración eucarística en la Vigilia con los jóvenes, un testimonio silente para los que han estado en un evento de este tipo, ver cómo una multitud de millones de personas, en completo silencio, adoran a Jesús sacramentado.

La razón de la nueva modalidad de adoración fue producto de la sensibilidad de Ratzinger por la oración, que coincidía con el tema de la JMJ, en el 2005, la llamada de ir y adorar, con el ejemplo de los Reyes Magos, tradición custodiada en Alemania.

Sin embargo, no fue el único cambio, en la JMJ de Madrid, en el año 2011, fue la primera vez que un papa presidía la celebración del Vía Crucis con los jóvenes, aunque en otras ediciones se contemplaba la devoción popular de las estaciones, los españoles con sus policromías centenarias, marcaron un precedente.

De igual manera, España propuso un campo para las confesiones, experiencia emulada en las celebraciones futuras.

Francisco con un nuevo lenguaje

El papa Francisco continuó con el legado de acompañar y caminar junto a los jóvenes. Su primer viaje, fuera de Italia a Río de Janeiro, fue muestra de querer mantener la tradición de las JMJ, con sus formas peculiares de construir una narrativa que llega a todos.

En 2019, el encuentro de Panamá fue un cierre al Sínodo de los Jóvenes, una manera particular de apostar por el presente, en el futuro de la iglesia, con la conclusión de la Exhortación Apostólica Christus Vivit.

El año 2020 y las condiciones sociales que imponía la pandemia, retrasaron el encuentro en Lisboa, sin embargo, los trabajo no se paralizaron, y el papa modificó el día de las celebraciones diocesanas, trasladando del Domingo de Ramos, en el inicio de la Semana Santa, al cierre del año litúrgico, en la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

Dicha decisión influye en el traspasó de la cruz a los jóvenes que serán anfitriones en la nueva jornada, porque la peregrinación de los símbolos de la JMJ parte desde Roma, de la mano y bajo la sombra de Pedro, para confirmar a los chicos en la fe.

Sobre el nuevo lenguaje de Francisco, vale la pena mencionar los símiles y alegorías de sus discursos, desde el partido de fútbol en Brasil, en la que hay que jugarse la vida para ser delantero; o que la memoria de Dios no es como un disco duro de computadoras, en Polonia; hasta que María es la influencers de Dios para atraer a todos a Jesús, son la forma con la que el papa argentino sigue conectando con los jóvenes.


Por Rixio Gerardo Portillo Ríos. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey