Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

¿Israel-Hamás… o Palestina?


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Israel ha ganado ya una guerra informativa e ideológica. Ha conseguido que la palabra Palestina se borre del mapa. Y no solo la palabra: prácticamente la realidad de Palestina está en peligro de desaparición. En los medios se habla de guerra Israel-Hamás, como si la cosa no fuese con el pueblo palestino, sino contra esa facción terrorista llamada Hamás.



Teóricamente, Israel no combate a los palestinos, sino a los terroristas de Hamás, como respuesta a sus injustificables, gratuitas y tremendas agresiones. Razonamiento perfecto y cerrado.

Pero lo cierto es que quien sufre las consecuencias es todo el pueblo palestino: niños, hombres y mujeres civiles. Como cierto es también que los ataques no se producen solo en Gaza, sino también en Cisjordania… donde Hamás no tiene presencia.

Pero hay otra falsedad. No es Israel quien ataca; es un gobierno de Israel, gobierno que ha sido incapaz de defender preventivamente a su pueblo y que ahora le está asegurando décadas de odio y resentimiento por parte de las cenizas que queden del pueblo palestino; los ciudadanos de Israel van a vivir en la inseguridad y el miedo permanentemente.

En el Estado de Israel, hay muchos ciudadanos que no quieren esta guerra y que no la justifican. El ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Shlomo Ben Ami, declaraba que “Israel se está partiendo en dos”. Y es cierto, porque, gracias a Dios, no faltan, sino que son muchos, los ciudadanos israelíes que están por la paz.

Parar esta sinrazón

Así que la guerra no es de Israel contra Hamás, sino entre el gobierno de Israel, apoyado por una parte de sus ciudadanos, y Hamás, ambos contra todo el pueblo palestino. La guerra es de personas inhumanas y vengativas contra poblaciones indefensas y pacíficas.

Tenemos que hacer lo imposible por parar esta sinrazón, porque “toda acción bélica que, sin discriminación alguna, pretende la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones con sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra el mismo hombre, que se debe condenar con toda firmeza y sin vacilación alguna”.

Si alguien me va a calificar de extremista o exagerado por la frase entrecomillada, que lo piense dos veces, porque no es mía; es cita textual del Concilio Vaticano II, en la constitución apostólica ‘Gaudium et spes’, n. 80.4. Y la infalibilidad prometida a la Iglesia reside también y sobre todo en un concilio ecuménico.

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